Capítulo 5 Solo vete

Sonya nunca la había querido de verdad, y Clara lo sabía desde que tenía memoria. Cuando era más joven, Declan siempre la había protegido, así que Sonya nunca se atrevía a mostrar su desaprobación abiertamente.

Esa protección había desaparecido ahora, y Sonya ya no se contenía, sabiendo que Declan no intervendría más. De hecho, Clara sentía como si él quisiera que se casara lo antes posible, solo para librarse de su presencia.

Un dolor agudo se retorció dentro de ella mientras Clara apretaba los labios. Después de un momento, se obligó a asentir y dijo en voz baja: "Está bien, iré mañana. Por favor, avíseme la hora y el lugar una vez que haya arreglado todo, Señora Curtis."

El rostro de Sonya finalmente se iluminó con una sonrisa satisfecha.

Siempre le molestaba ver a Clara rondando cerca de su hijo. En su mente, una chica sin familia y con un pasado problemático nunca podría merecer a alguien tan importante como Declan.

Clara mantuvo la voz firme mientras se excusaba. "Si no hay nada más, subiré a descansar." Dejó esas palabras atrás, haciendo una rápida escapada sin mirar ni a Sonya ni a Declan.

Quedarse más tiempo podría haberla hecho llorar allí mismo frente a Declan.

Su frialdad pesaba sobre ella, haciéndole difícil respirar.

A la mañana siguiente, Clara recogió el pastel que había encargado con anticipación y tomó un taxi rumbo al Cementerio Serenity.

El doctor le había advertido que sus días estaban contados. Ese pensamiento le traía una extraña tranquilidad. No quería permanecer en un mundo tan solitario.

Durante mucho tiempo, Declan había sido su razón para resistir. Ahora, incluso él quería que siguiera adelante, instándola a conocer a otros hombres.

Era su cumpleaños. Debería haber sido un día de felicidad y celebración.

En cambio, le recordaba que sus padres murieron en un accidente automovilístico en esa misma fecha años atrás, y dos años antes, Declan se había alejado de su vida por sus sentimientos hacia él.

Los cumpleaños nunca le traían alegría, solo recuerdos de desamor.

Pensando en los rostros amables de sus padres, Clara se permitió llorar, sintiendo cómo todo el dolor y la soledad emergían.

"Mamá, papá, los extraño tanto", susurró, abriendo el pastel y encendiendo las velas con manos temblorosas. Sus lágrimas seguían cayendo mientras hablaba. "Está bien. Después de hoy, pronto estaré con ustedes."

Mientras Clara se sentaba en su tristeza, escuchó el sonido de pasos detrás de ella. Se dio vuelta lentamente, y la tristeza en sus ojos se transformó en una repentina esperanza.

Frente a ella estaba Declan.

Una oleada de felicidad la envolvió, y por un momento no pudo moverse. Se secó las lágrimas rápidamente, con la esperanza brillando en su mirada mientras lo observaba.

Él no había olvidado. Recordaba su cumpleaños, recordaba cuánto temía enfrentarlo sola desde que sus padres se habían ido.

Debía ser por eso que había venido, para quedarse a su lado.

"¡Declan!" Clara se puso de pie, su voz temblando de esperanza, pero se detuvo cuando vio la expresión en su rostro.

Declan estaba allí, pero no había nada cálido en su mirada. Sus ojos eran fríos y aterradores.

La fijó con una mirada severa, y sus palabras cortaron el silencio. "¿Por qué aceptaste una cita a ciegas si no ibas a presentarte?"

La felicidad que Clara sentía se desvaneció al instante. La sonrisa que aún no había formado se congeló.

Así que él estaba allí solo para arrastrarla a una cita con otro hombre.

Clara intentó hablar, su voz cargada de dolor. "¿De verdad olvidaste qué día es hoy?"

"¡Eso no importa!" La respuesta de Declan fue tajante, su ceño se profundizó. "¡Hiciste una promesa y debiste cumplirla!"

No le importaba qué día era. Cumplir su palabra sobre la cita era más importante.

¿De verdad quería que se fuera tanto?

Clara apretó los labios y murmuró: "Lo siento, yo-"

Él la interrumpió, su voz más fría que el viento del cementerio. "No me pidas disculpas a mí. ¡Le debes una disculpa a Lorena! ¡Debí saber que no podía confiar en que cumplirías tu palabra!"

Clara lo miró, atónita y confundida. No podía entender por qué Declan había ido hasta allí solo para regañarla. ¿Qué error había cometido?

¿Qué tenía que ver Lorena con todo eso?

"¡Basta de fingir, Clara!" Declan avanzó, su mano se cerró con fuerza alrededor de su muñeca. Su mirada era implacable mientras decía: "No creas que me engañaste. Fuiste con mi abuelo y soltaste todo sobre mí y Lorena, ¿verdad? Si le pasa algo, tú responderás por ello."

"¡No lo hice!" Clara intentó soltarse, pero el agarre de Declan era como hierro, dejándola indefensa.

Su muñeca palpitaba bajo su presión, pero nada se comparaba con el dolor punzante de sus acusaciones. Cada palabra dejaba una marca que cortaba aún más profundo.

"¿De verdad crees que puedes arruinar las cosas entre Lorena y yo contándole a mi abuelo?" Los ojos de Declan se entrecerraron, su voz lo bastante fría como para congelar el aire. "No importaría si terminara con ella. Nunca te elegiría. Solo pensar en eso me enferma. Ni lo sueñes. Tus sentimientos no significan nada para mí."

Clara se quedó temblando. Sus palabras habían provocado un estremecimiento en todo su cuerpo. El pánico y la incredulidad parpadearon en sus ojos mientras miraba su rostro, antes tan familiar y ahora completamente implacable.

¿De verdad la veía así? ¿Era solo una carga para él?

El corazón de Clara se quebró. Derrotada, bajó la mirada y soltó una risa suave y amarga. Lágrimas silenciosas surcaron sus mejillas, dejando su rostro pálido y vacío.

Apenas podía mantenerse en pie, se tambaleó hacia atrás. El agarre de Declan era lo único que la mantenía de pie.

"Así que eso es lo que piensas de mí", replicó Clara, su voz quebrándose mientras levantaba la vista con una sonrisa herida. "Ya lo entiendo. No volveré a molestarte. Solo vete."

Una ráfaga aguda azotó el cementerio, llevándose el último rastro de su calidez.

El viento borró sus lágrimas de las mejillas, esparciéndolas sobre la tierra fría.

Por un momento, Declan sintió un dolor punzante en el pecho, como si algo dentro de él se hubiera tensado y no lo dejara ir. El repentino dolor lo dejó allí, sacudido hasta lo más profundo.