Luna Roja: El instinto de la carne
img img Luna Roja: El instinto de la carne img Capítulo 4 Noche Solitaria
4
Capítulo 6 La Luna Llena se Aproxima img
Capítulo 7 El Miedo a lo Desconocido img
Capítulo 8 La Primera Luna Llena img
Capítulo 9 Confusión y Deseo Reprimido img
Capítulo 10 El Pacto de los Hombres Lobo img
Capítulo 11 El Deseo Crece img
Capítulo 12 Una Conversación Privada img
Capítulo 13 La Luna Llena Próxima img
Capítulo 14 Tentación img
Capítulo 15 El Toque Prohibido img
Capítulo 16 La Llamada de la Luna img
Capítulo 17 La Amenaza Desconocida img
Capítulo 18 El Regreso de la Luna Llena img
Capítulo 19 La Atracción Irresistible img
Capítulo 20 Despedida Dolorosa img
img
  /  1
img

Capítulo 4 Noche Solitaria

La luna llena brillaba en el cielo nocturno, tan brillante que parecía reflejarse en cada rincón del pueblo de San Lupo. Aurelia caminaba sola por las calles empedradas, la sensación de estar observada volviendo a su mente con la misma intensidad que la noche anterior. Aunque el pueblo parecía tranquilo, casi dormido, había algo inquietante en la quietud que lo rodeaba. El sonido de sus pasos resonaba en el silencio, como si el mismo pueblo estuviera escuchando cada uno de sus movimientos.

El día había sido tranquilo, casi demasiado. Después de la ceremonia en la iglesia, donde las sombras de la luna roja seguían danzando en su mente, Aurelia había intentado distraerse explorando los pequeños comercios del pueblo, pero no podía apartar la sensación de que San Lupo estaba lleno de secretos que se negaban a ser revelados. La gente, que parecía tan reservada, la trataba con una cortesía distante, como si supieran algo que ella ignoraba. El ambiente en la plaza, cuando la gente se reunió para la ceremonia, no había hecho más que reforzar esa sensación de ser una intrusa.

Por eso, decidió salir esa noche. Aunque Nora le había advertido que debía quedarse dentro después de la caída del sol, Aurelia sentía que debía entender más de lo que ocurría en San Lupo, que necesitaba algo de claridad sobre ese pueblo extraño y su gente. Necesitaba explorar, aunque fuera solo por unos momentos, para poder encontrar una razón lógica detrás de la incomodidad que le producía estar allí.

La calle principal del pueblo estaba desierta, iluminada solo por la tenue luz de las farolas, cuya luz amarillenta luchaba por atravesar la niebla espesa que comenzaba a formarse. Las sombras parecían alargarse más de lo normal, deformándose de una forma que hacía que Aurelia se sintiera incómoda. El viento soplaba suavemente, arrastrando hojas secas por las aceras, pero lo que más le llamó la atención fue el silencio. Era un silencio pesado, como si el aire estuviera impregnado con una energía densa, lista para estallar en cualquier momento.

Aurelia continuó caminando, pasando por las viejas casas de piedra, observando las ventanas oscuras que la observaban de vuelta. Ningún sonido, ni el crujido de las maderas ni el murmullo de alguna conversación. Nada. Solo ella, la luna y el viento. Pero a medida que avanzaba, esa sensación de ser observada volvió con más fuerza.

Se detuvo en medio de la calle, mirando hacia atrás. No había nadie. La calle estaba vacía, pero algo en el aire hacía que no pudiera sacudirse la sensación de que no estaba sola. Era como si algo, o alguien, la estuviera siguiendo. Se giró rápidamente, mirando las sombras al borde de la calle. Los edificios parecían cerrarse sobre ella, cada vez más oscuros, como si la estuvieran envolviendo.

Aurelia sacudió la cabeza, intentando alejar los pensamientos paranoicos que comenzaban a tomar forma. No podía ser. Nadie la estaba siguiendo. Probablemente era solo la atmósfera extraña del pueblo jugando con su mente. Sin embargo, no pudo evitar apresurar el paso. Cada sonido parecía amplificarse, desde sus propios pasos hasta el crujir de las hojas secas bajo sus pies. La luna iluminaba todo con una luz sobrenatural, pero las sombras seguían siendo más intensas de lo normal, como si la oscuridad misma quisiera reclamar la calle.

Al girar una esquina, se encontró con un pequeño parque. Las sombras de los árboles se extendían hacia ella, y una ligera brisa movía las hojas, creando figuras danzantes en el suelo. Aurelia se acercó con cautela, sintiendo un leve escalofrío recorrer su espalda. Algo no estaba bien, pero no sabía qué. Miró hacia el banco de piedra, donde una figura encapuchada se encontraba sentada. La figura no se movió, pero el solo hecho de que alguien estuviera allí, en medio de la noche, sin hacer ruido, la hizo sentir más inquieta.

Se quedó observando durante un largo rato, intentando entender si la figura estaba simplemente descansando o si había algo más. El viento, al parecer, comenzó a soplar con más fuerza, y la figura se movió, levantándose con lentitud. Aurelia se sintió helada por un momento, pero no pudo apartar la mirada. Quería irse, pero algo la mantenía en su lugar, como si la figura tuviera un poder sobre ella, algo que la atraía y a la vez la asustaba.

Cuando la figura dio un paso hacia ella, Aurelia no pudo evitar retroceder. No dijo nada, no hubo ningún sonido. La figura caminó hacia la sombra de un árbol y se desvaneció en ella, como si nunca hubiera existido. Aurelia parpadeó, tratando de comprender si lo que acababa de ver era real, pero no pudo encontrar ninguna explicación lógica. El banco estaba vacío, el parque estaba nuevamente en silencio.

A pesar de la extraña aparición, Aurelia no pudo dejar de sentirse observada. Sentía que los ojos de la ciudad, de las casas, de las sombras, la seguían. Decidió seguir caminando, con el deseo de regresar a la seguridad de la casa, pero cuanto más caminaba, más sentía que algo la acechaba. Su respiración se aceleró mientras caminaba hacia la calle principal, y el peso de la sensación de ser observada se volvía insoportable.

De repente, una sombra se movió rápidamente entre los árboles cercanos a la calle. Aurelia se detuvo en seco, el corazón latiendo con fuerza. Pero, al mirar, no vio a nadie. Solo las sombras se movían, arrastradas por el viento. La sensación de estar siendo seguida no desapareció, sino que se intensificó. En ese momento, Aurelia comprendió que no podía seguir ignorando lo que sentía. Algo estaba ocurriendo en San Lupo, algo que no lograba entender, pero que claramente estaba involucrada.

Volvió la vista hacia el final de la calle, donde se alzaba la iglesia. La torre de la iglesia, iluminada por la luz de la luna, parecía más imponente que nunca, como un guardián silente del pueblo. Aurelia sintió un impulso repentino de regresar a su habitación, de encerrarse en su cama y esperar que la noche pasara.

Pero cuando giró para seguir su camino, vio una figura. Esta vez, no estaba lejos. Estaba a mitad de la calle, parada en el borde de la sombra. Dante. Su figura imponente se recortaba contra la luz de la luna, sus ojos brillando con una intensidad que parecía iluminar la oscuridad misma.

Aurelia se quedó paralizada, sin poder mover un solo músculo. Él la miró fijamente, y por un momento, el mundo a su alrededor se desvaneció. No dijo nada, pero la tensión entre ellos era palpable, como si una fuerza invisible los atrajera. El viento aullaba alrededor de ellos, y aunque no se movió, Dante parecía estar en movimiento, una presencia tan fuerte que dominaba el espacio.

Finalmente, él dio un paso hacia ella, rompiendo el hechizo que había caído sobre ella. Aurelia respiró profundamente, como si acabara de salir del agua después de haber estado bajo ella durante demasiado tiempo.

-No es seguro estar fuera esta noche -dijo Dante en un susurro bajo, su voz grave y cargada de una advertencia implícita.

Aurelia no supo qué responder. Las palabras se le atoraron en la garganta, y lo único que pudo hacer fue asentir lentamente. Dante no dijo nada más. En silencio, comenzó a caminar hacia ella, alejándose de las sombras. Antes de desaparecer en la oscuridad de la noche, le lanzó una última mirada, llena de significados que ella aún no podía descifrar.

Aurelia se quedó allí, en medio de la calle, el corazón aún acelerado. La sensación de ser observada no desapareció, pero ahora había algo más. Algo más profundo. El pueblo, la luna llena, las sombras. Todo parecía estar entrelazado en una red de secretos que, por alguna razón, la estaban involucrando.

Decidió regresar a la casa. Pero no pudo quitarse la sensación de que esta noche había sido solo el comienzo de algo mucho más grande. Algo oscuro. Algo que la seguiría, incluso después de que la luna roja desapareciera.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022