La Compañera Plateada: Destruida por su Alfa
img img La Compañera Plateada: Destruida por su Alfa img Capítulo 3
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Capítulo 3

Punto de vista de Sara:

-¿Estás segura de que estás lista para esto? -preguntó Marcos, revisando su reflejo en el espejo retrovisor de la camioneta.

-Necesito ser útil -dije suavemente, alisando la falda de mi vestido. Me quedaba flojo; había perdido casi cinco kilos en tres días-. Si voy a ser... solo una esposa humana, debería concentrarme en la caridad.

Estábamos estacionados afuera del orfanato de la manada. Era un edificio de ladrillo sombrío en el borde del territorio, generalmente con fondos insuficientes. Pero hoy, Marcos estaba extrañamente ansioso por visitar.

Metió la mano en el asiento trasero y sacó una caja. Era un robot mecha de edición limitada, del tipo que costaba más que el salario anual de un Omega.

-¿Una donación? -pregunté inocentemente.

-Solo algo para alegrarle el día a un niño -dijo con desdén.

Entramos. El olor a cloro y repollo hervido me golpeó, o más bien, el fantasma del olor. Mi nariz humana era patética comparada con lo que estaba acostumbrada.

La matrona se apresuró a acercarse, haciendo una reverencia profunda ante Marcos.

-¡Alfa! No lo esperábamos.

-Solo una visita casual -dijo Marcos, escaneando la habitación con la mirada.

Entonces, una mancha borrosa salió disparada por el piso de linóleo.

-¡Papi!

Un niño pequeño, de unos tres años, se estrelló contra las piernas de Marcos.

La habitación se quedó en silencio. La matrona parecía aterrorizada.

Marcos se congeló por un segundo, luego se rió nerviosamente, despeguendo al niño de su pierna.

-Vaya, sí que eres amigable.

Miré al niño. Era la viva imagen de las fotos en la caja fuerte. Cabello oscuro, ojos oscuros, la misma inclinación arrogante de la barbilla.

Incluso sin mis sentidos de lobo, la conexión biológica gritaba. En el mundo de los hombres lobo, el aroma de un cachorro es una mezcla de su madre y su padre. Es una firma innegable.

-¿Cómo te llamas? -pregunté, agachándome.

El niño me miró con desprecio.

-Oliver. ¿Y tú quién eres? Pareces quemada.

-¡Oliver! -la voz de una mujer cortó el aire.

Raquel salió de la oficina trasera. No llevaba el uniforme gris del personal del orfanato. Llevaba una blusa de seda y jeans ajustados, goteando joyas de oro.

-Lo siento mucho, Alfa -arrulló Raquel, caminando y colocando una mano posesiva en el hombro del niño-. Solo es enérgico. Ama a los lobos fuertes -me miró con un desprecio velado-. No le gusta... la debilidad.

-Es encantador -dije, poniéndome de pie. Mis piernas se sentían débiles-. Marcos, ¿por qué no vas con la señorita...?

-Raquel -suministró ella.

-¿Con la señorita Raquel y Oliver a revisar las instalaciones? Necesito sentarme un momento. El viaje me mareó.

-Por supuesto -dijo Marcos, pareciendo aliviado de alejarse de mi escrutinio. Le entregó el juguete caro a Oliver-. Ten, amiguito. Vamos a ver la sala de juegos.

Se alejaron, una pequeña unidad familiar perfecta.

Esperé hasta que doblaron la esquina, luego me deslicé hacia el pasillo adyacente a la sala de juegos. Ya no podía escuchar susurros, pero las paredes aquí eran de yeso delgado. Pegué mi oreja contra la superficie.

-...se ve horrible -la voz de Raquel se escuchó, amortiguada pero audible-. ¿Esa cicatriz en su cuello? Asquerosa.

-Sirve un propósito -respondió la voz de Marcos-. La mantiene insegura. No me dejará si piensa que nadie más la querrá.

-¿Por qué no simplemente la mataste? -se quejó Raquel-. Quiero ser Luna ahora. La ceremonia es en dos días.

-Tenemos que ser inteligentes, Raquel. Si muere sospechosamente justo después del incendio, el Consejo investiga. Si ella "renuncia" debido a sus heridas y la trágica pérdida de su lobo, yo quedo como el Alfa benevolente que cuida a una lisiada, y tú entras como la madre de mi heredero.

-¡Mira esto! -exclamó Raquel-. Conseguí un Cristal de Curación Lunar en el mercado. ¿Deberíamos usarlo en ella? ¿Tal vez arreglar su cara para que al menos esté presentable para las fotos?

-No lo desperdicies -se burló Marcos-. Esos cristales son raros. Guárdalo para Oliver. Sara no necesita curación. Necesita quedarse exactamente como está: rota.

-Mami, dile a la señora fea que se vaya -intervino la voz de Oliver.

-Pronto, bebé. Pronto estará viviendo en los cuartos de servicio donde pertenece.

Me aparté de la pared. Mis manos temblaban, pero no de miedo esta vez. De rabia.

Prefería verme marcada de por vida antes que desperdiciar un cristal en mí. Ya estaba planeando moverme a los cuartos de servicio.

Caminé de regreso al vestíbulo de entrada.

Cuando regresaron diez minutos después, yo estaba sentada en el banco, sonriendo.

-¿Tuvieron un buen recorrido? -pregunté.

-Muy informativo -dijo Marcos. Parecía sonrojado, feliz.

-Creo que deberíamos patrocinar al pequeño Oliver -dije, mirando directamente a Raquel-. Parece... especial. ¿No crees, Marcos? Tiene tus ojos.

Marcos palideció. Raquel entrecerró los ojos, tratando de medir si yo sabía algo.

-Sí -tartamudeó Marcos-. Sí, tal vez.

-Genial -dije, poniéndome de pie-. Vamos a casa. Tengo tanto que preparar para la ceremonia.

*Preparar para quemarlo todo*, pensé.

            
            

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