El sol se filtraba a través de las grandes ventanas de la oficina de Victoria, iluminando la sala con una luz cálida que contrastaba con la fría precisión de su mirada. El espacio era moderno, minimalista, pero cada rincón reflejaba poder: desde las esculturas de vidrio hasta el mobiliario de líneas rectas y elegantes. Cada detalle estaba cuidadosamente diseñado, igual que su plan.
Victoria se encontraba allí, en su trono de cristal, rodeada por un equipo de creativos y estrategas, cada uno con la misión de llevar a Fénix a la cima. Pero esta vez, su enfoque era distinto: lo que había comenzado como una marca para reinventar su vida, ahora se había convertido en una herramienta precisa para vengarse de aquellos que la habían traicionado. La batalla no se ganaba en los pasillos de las oficinas, ni en las pasarelas de la moda. La verdadera guerra estaba en las sombras, donde las decisiones se tomaban en silencio, y las piezas se movían sin que nadie pudiera verlas.
Gabriel había sido un aliado inesperado. Aunque había sido un rival feroz durante años, algo en él le decía que ya no era solo competencia. Su propuesta de trabajar juntos era tentadora, no solo por la posibilidad de destruir a sus enemigos, sino porque él representaba algo más: un reto. Gabriel no se conformaba con ser el segundo mejor, y eso le daba a Victoria algo en común con él. La pregunta que rondaba su mente era si lo que sentía por él era solo parte del juego de poder, o si, de alguna manera, él también representaba una oportunidad para algo más.
-Gabriel tiene razón -dijo Victoria, interrumpiendo los murmullos en la sala de juntas-. La calidad de su producto ha caído. Esto no es una casualidad. Necesitamos exponerlo, pero con elegancia. Vamos a dejarlos tropezar por su propio peso. Quiero que trabajemos en una campaña que no solo muestre lo que Fénix puede hacer, sino lo que ellos no son capaces de hacer.
Los miembros del equipo intercambiaron miradas, pero nadie se atrevió a hablar. Sabían que la mujer que tenían frente a ellos no era la misma que había desaparecido dos años atrás. Había algo diferente en ella, una fuerza inquebrantable que los mantenía al borde. Victoria había aprendido a jugar su juego con la frialdad de un estratega, pero con la sutileza de una serpiente. Sabía cuándo atacar, cuándo retirarse y cuándo hacer que su enemigo se hundiera por su propio peso.
La primera fase de su plan consistía en una campaña de marketing que comenzaría con un suave susurro, como una brisa en la que nadie pensaría mucho al principio. Sería solo un recordatorio de la calidad. Y entonces, cuando menos lo esperaran, Fénix lanzaría una serie de anuncios que expondrían los fallos en la producción de la marca de su ex esposo, destacando las críticas de clientes insatisfechos y ex empleados descontentos. Las comparaciones eran inevitables. Y esa sería solo la primera etapa.
Mientras el equipo de Fénix se ponía manos a la obra, Victoria se retiró a su despacho. El ruido de las conversaciones en la sala de juntas se desvaneció detrás de ella mientras cerraba la puerta y se acomodaba en su sillón, mirando la ciudad a través de los ventanales. La luz del atardecer teñía la vista de tonos naranja y dorados, pero en sus ojos, solo había frialdad.
Pensó en su ex esposo, Andrés, y en Laura. Aunque la traición la había destruido en su momento, ahora los veía de una forma diferente. Ellos no eran más que peones en un juego que Victoria controlaba. Pero lo que más la quemaba no era solo el hecho de que la habían traicionado, sino que la habían subestimado. Habían creído que su caída era definitiva, pero ahora ella había regresado con más fuerza que nunca. Y lo que estaba por venir, nadie lo esperaba.
Mientras reflexionaba, su teléfono vibró en la mesa. Un mensaje de Gabriel.
"¿Nos encontramos esta noche? Creo que necesitamos hablar sobre los próximos pasos."
Victoria no dudó. Respondió rápidamente:
"Nos vemos a las 9 en el lugar de siempre."
La noche cayó rápidamente, y la ciudad brilló con la luz de los rascacielos. Victoria llegó puntual, como siempre. El restaurante, un lugar exclusivo al que pocos podían acceder, estaba lleno de figuras importantes de la alta sociedad. Pero a Victoria no le importaba el ambiente. Su atención estaba en Gabriel, quien la esperaba en una mesa privada, apartado de la multitud.
Gabriel se levantó al verla entrar, y una sonrisa imperfecta apareció en su rostro. No era una sonrisa de simpatía, sino de respeto, de admiración. Aunque su relación había comenzado como una alianza estratégica, algo había cambiado entre ellos. Victoria sentía la tensión en el aire, pero no era la tensión de un enemigo que se aproxima, sino la de dos personas que se reconocen como iguales.
-Victoria -dijo Gabriel, tomando asiento de nuevo-. Quiero que sepas que todo esto... es solo el principio. La caída de tu ex esposo y Laura no será algo pequeño. Pero esto no es solo sobre venganza. Estoy dispuesto a ir tan lejos como tú quieras.
Ella lo miró fijamente, sus ojos tan fríos como el hielo.
-No te preocupes por ellos -respondió Victoria, dejando que un toque de sarcasmo se filtrara en su voz-. Este es solo un juego. Fénix va a cambiar las reglas. Y cuando termine, no quedará nada de lo que ellos eran. Ni sus nombres, ni sus empresas, ni su falsa imagen. Todo desaparecerá.
Gabriel sonrió, esta vez con más comprensión.
-Eres mucho más peligrosa de lo que pensaba. -Su tono era grave, pero había algo más, algo que Victoria no sabía si quería admitir-. No te subestimes. Yo te admiro, Victoria. Y si esto es lo que necesitas para alcanzar tu objetivo... entonces estaré aquí para ayudarte.
Victoria sintió una leve oleada de satisfacción. Gabriel no solo la veía como una aliada, sino como una rival que respetaba. Había algo en él que no solo la desafiaba, sino que la entendía. Pero sabía que no podía permitir que esos sentimientos la distrajeran. Su única lealtad era con ella misma.
-Lo sé. Y no lo olvides. -Su voz era firme, casi cortante. -Te voy a necesitar, Gabriel. Pero recuerda, este no es solo un negocio. Esto es personal.
La noche se alargó con más conversaciones y más planes. El acuerdo entre ambos estaba tomando forma: una serie de movimientos estratégicos que, a medida que avanzaran, harían imposible que Andrés y Laura se recuperaran de lo que estaba por venir. Las redes sociales comenzaron a hablar de Fénix con una intensidad creciente. La campaña estaba dando frutos. Pero en la oscuridad, más piezas se estaban moviendo.
Victoria sabía que aún quedaba mucho por hacer, que el juego de venganza no se ganaba con solo unos anuncios ni con una estrategia de marketing. Había que mover los hilos con precisión, con una paciencia que solo los grandes podían tener. Fénix estaba en la cúspide de su reinvención, pero lo que ella quería no era solo el control de la industria de la moda. Quería destruir la imagen de aquellos que la habían derrumbado.
Su venganza estaba en marcha. Y en la oscuridad de la noche, con Gabriel como aliado, Victoria comenzó a ver la verdadera magnitud de su poder. Todo lo que había perdido, ahora lo iba a recuperar, y mucho más. Nadie podría detenerla.
La reina de hielo
Victoria es la CEO de una exitosa marca de moda y cosméticos que construyó desde cero, pero su mundo se derrumba cuando descubre que su esposo, un modelo guapo pero vacío, y su mejor amiga, su abogada y confidente, la traicionan. La víspera de una fusión crucial, Victoria se entera de que ellos no solo la engañaban, sino que la grababan en momentos de estrés para desacreditarla ante la Junta Directiva. Con la imagen de una "CEO histérica" que la prensa explota, Victoria es destituida y abandona el mundo que había construido. Dos años después, Victoria regresa como una nueva mujer. Ahora conocida como "Fénix", ha reinventado su marca con una estética atrevida y exclusiva. Su entrada triunfal en la Semana de la Moda deja claro que ha dejado atrás su antigua vida, y con un solo comentario dirigido a su ex amiga, "¿Te conozco? Ah, sí, eres la que se quedó con mis sobras", muestra que su poder ya no depende de su antiguo círculo. Pero la venganza de Victoria no se centra en destruir la empresa de su ex esposo y amiga, sino en aniquilar su imagen. Con una campaña publicitaria sutil y sofisticada, expone la falsedad y la falta de calidad que gobernaban la antigua marca. Mientras tanto, se une a Gabriel, un CEO rival con el que siempre había tenido una tensa relación. Juntos, forjan una alianza peligrosa para acabar con la última parte del imperio de su pasado. A lo largo de su relación, Gabriel se convierte en la única persona capaz de ver a través de la coraza de Victoria. El respeto mutuo se transforma en una atracción explosiva, y aunque al principio su relación es puramente estratégica, los sentimientos se complican. Gabriel se convierte en su protector cuando su ex esposo intenta regresar, pidiendo su perdón y manipulación. La venganza culmina cuando Victoria compra su antigua empresa por una fracción de su valor y, en un acto de justicia personal, despide a su ex esposo y amiga en una sala de juntas de cristal, con Gabriel a su lado, sosteniéndole la silla. Pero lo inesperado ocurre cuando Gabriel, quien siempre admiró la fuerza de Victoria, la impulsa a un cambio que ni ella esperaba. En un giro sorprendente, ella decide no seguir con la guerra. La venganza pierde su poder cuando Victoria, más fuerte que nunca, entiende que lo que realmente le importa no es la caída de los demás, sino su propia reconstrucción. Así, decide alejarse de todo lo que la ató al pasado, comenzando una nueva vida, solo para descubrir que la única batalla que debe ganar es la que libra consigo misma.
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