Capítulo 8 : Función enemiga.

-¿Están todos listos?-Peguntó Erde mirando a sus protagonistas con euforia. Él también pensaba que cada función era distinta, a pesar de que el espectáculo tuviese la misma trama.

Crista, Aaron, Aeris, Almendra, Feuer y los niños que participaban en la función, miraron a Erde con sonrisas y asintieron.

-¡Muy bien!-Inquirió luego-¡Que comience la función!-Él salió disparado de la carpa hacía el pequeño patio ambientado para las funciones nocturnas y comenzó con su monólogo.

-No ha venido mucha gente-Exclamó Crista mirando por un hueco.

-Sí, muchos niños han quedado satisfechos con el espectáculo gratuito del Circo nuevo-Le respondió Aaron, que tenía los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido-Esos tipos nos van a robar a nuestros espectadores.

-Tranquilo-Le dijo Feuer con una sonrisa-Los niños aman nuestros fuegos artificiales. Además, es como cualquier cosa que es nueva, a todos les atrae, pero pocos se la quedan.

Aaron y Almendra asintieron ante el comentario de Feuer. Crista se quedó pensando en el, y también en Heben, pues, él era nuevo y le había atraído, pero estaba segura de que si tenía la oportunidad se lo quedaría.

Al momento, se sintió rara con su pensamiento y se rio para si misma.

Se sentía contenta de que aquello no estaba relacionado a Feuer.

-¡Crista!-La llamó Aeris. El rol de la alquimista del aire se había convertido en despertar a Crista o bajarla de la nube de valencia.

Ella reaccionó y miró a Aeris.

-Perdón-Dijo encogiéndose de hombros. Luego, suspiró para sus adentros. No le gustaba para nada quedar como una tonta distraída frente a su compañera la perfeccionista, pero no tenía de otra, pues ya venía desde que nació de esa manera-Es mi turno-Dijo al momento, al escuchar que Erde había terminado.

Crista salió de la carpa con el atuendo de la función de noche. Un hermoso traje de bailarina de un azul tan oscuro como la noche, con pequeñas pintas de cristales blancos como las estrellas y su cabello estaba suelto, pero tenía dos mechones agarrados a la nuca con un broche decorado con los mismos cristales.

Una voz lírica comenzó a sonar y ella empezó a bailar lanzando cristales de hielo de un cuenco que llevaba adornado como su traje, mientras giraba.

La música llegaba hasta gran parte del pueblo al pie de la montaña y el Circo Rosae Crucis, lo escuchaba sin ningún problema. Sin embargo, no les interesaba para nada aquella música y siguieron con sus cosas.

No obstante, Heben se encontraba bastante distraído con aquella voz que escuchaba a lo lejos y decidió acercarse un poco para ver de qué se trataba aquel espectáculo.

Se escondió detrás de unos árboles y se sentó allí, al ver a Crista danzando y dando volteretas sobre unos aros de metal fabricados por Aaron. Se sorprendió cuando Crista comenzó a congelar todo a su paso, dándole forma de animales al hielo. Los niños la miraban embelesados debido a la gracia y la belleza que Crista poseía. Ella los atrapaba de inmediato. Además, el ambiente que ella creaba era agradable.

Al instante, apareció Feuer, pero no la atacó como en el espectáculo de la tarde. Solo se le acercó, y Crista retrocedió, lanzándole varias estalactitas que él derritió al instante.

Bailaron rodeándose al ritmo de la música de los violines y la voz. Los dos hacían espirales de sus poderes por separados y luego las juntaban, formando grandes remolinos del color del fuego y el hielo.

Almendra salió de repente y un gran árbol se formó entre el remolino bicolor. Aeris, esparció con sus ráfagas el fuego y el hielo, dejando solo pequeños cristales que brillaron sobre el hermoso árbol del centro.

Aeris y Almendra se juntaron sonriendo, y Feuer y Crista se abrazaron mirándose fijamente. La música cesó, y el espectáculo acabó.

Heben se sintió feliz al ver que los dos no se habían besado. Pero, al instante, se reprochó aquel pensamiento. A pesar, de que sentía un gran alivio.

Entonces, se levantó y comenzó a marcharse.

Crista lo vio a la distancia, observándolo desde hacía rato, cuando notó su presencia escondida. Se alegró, él había ido a verlos.

Lástima que no te quedas hasta el final, pensó.

De repente, los fuegos artificiales comenzaron a brillar en el cielo nocturno, iluminando los árboles altos y milenarios, las montañas y las nieves eternas, y el pequeño pueblo al pie de la montaña.

No obstante, Heben vio aquellos hermosos fuegos que Feuer había creado y sintió una gran calidez que nunca había sentido antes. Se quedó parado por varios segundos en el lugar, mientras miraba las formas que la pirotecnia creaba.

Luego, volvió a la realidad, a su realidad y se marchó al Circo.

La función de Rosae Crucis había atraído a muchos espectadores, de los cuales, la gran mayoría seguían desde hacía tiempo al Circo Couleurs. Pero, para los integrantes de este último no había sido una noticia que les agradara.

No obstante, Crista tenía deseos de ver la función que el Circo enemigo ofrecía. Por eso, se había escabullido de los ensayos sin explicación. Se había puesto los mismos jeans gastados del día anterior, junto con un buzo gris topo que adoraba al ser del triple de su tamaño, con el dibujo de un gato y la capucha que usó para esconder su rostro entrando en el circo enemigo sin ser reconocida.

Heben, Idra, las arpías y los acróbatas, eran los protagonistas del espectáculo que estaban dando. Y Griselda, era la maestra de ceremonias.

Esta saludó al público cordialmente y también realizó un monólogo parecido al de Erde, presentando al Circo y a sus integrantes.

Cuando ella terminó fue el turno de los acróbatas y las arpías, quienes daban una especie de introducción del espectáculo. Realizaban diversas piruetas y pantomimas, junto con diversos gases de colores, que las arpías controlaban sin ningún problema y le daban un toque colorido a la función.

Crista miró con atención el espectáculo. Le parecía entretenido, pero no pensaba que tuvieran que envidiarles nada. Más bien, estaban al mismo nivel. Es decir, era una competencia justa.

Luego fue el turno de Heben, quien, con sus poderes gravitatorios realizaba trucos de magia. Pero, no solo atraía a los niños, sino también, a los adultos que los acompañaban. Pues, la seriedad de Heben y su gran control, engañaban a los sentidos y cualquiera se maravillaba con lo que él ofrecía.

Los ojos celestes pálidos de Crista se posaron sobre Heben al notar aquel encanto natural que el poseía. Al momento, comenzó a sentirse ansiosa y deseó con más ganas poder hablar con él.

Ya tendré una oportunidad, se dijo a ella misma sin preocuparse, y siguió mirando la función.

Heben concluyó su acto levitando varias jaulas con palomas blancas, que luego fueron abiertas y las aves volaron hacía una gran rendija abierta en el techo de la carpa. El público lo ovacionó y él se despidió dándole el paso a Idra.

Las luces se apagaron unos segundos con la salida de Heben y se prendieron con la presencia de Idra sobre el escenario. Ella llevaba su cabello rojo atado en dos coletas con un vestido de volados de color violeta, el cual combinaba con sus ojos.

Se paró frente al público e hizo una reverencia presentándose. Luego, les sonrió y varios troncos de madera aparecieron sobre el escenario.

Idra cerró los ojos y puso sus brazos inmóviles a cada lado. Al momento, los abrió y debajo de cada tronco y de ella aparecieron varios símbolos de color rojo con diversas insignias en varios idiomas. Se escuchó el ruido de varias descargas eléctricas y luces rojas envolvieron a los troncos. Un gran chisporroteo concluyó con los sonidos y las luces.

Todos miraron expectantes cuando los pedazos de madera comenzaron a caer al piso, y ovacionaron cuando vieron las hermosas figuras que Idra había creado.

¿Qué clase de poderes son esos?, se preguntó Crista sintiéndose horrorizada al darse cuenta del poder destructivo de Idra, pues pudo reconocer aquellos símbolos y cayó en la cuenta de que Idra ignoraba la parte buena de la alquimia. Ya que, aquella chica no transformaba, sino que destruía. Ojalá no los use con las personas, pensó y se retiró del Circo. La función ya había terminado, y se había llevado varias sorpresas en solo una hora.

Luego, los integrantes del Circo salieron a escena y saludaron al público concluyendo con la función.

-¡Los felicito!-Inquirió Griselda mientras contaba el dinero que habían ganado ese día. Ella estaba sentada en una hermosa silla de roble tallado. Tenía la apariencia de una Reina sentada en su trono-Idra, tu desempeño ha mejorado-Le dijo con una mirada astuta-Espero que sigas así.

Idra asintió con algo de miedo, sabiendo que las palabras de aliento de Griselda tenían un doble sentido. Pues no le permitiría darle el lujo de fallar. Eso lo sabía muy bien.

Sin embargo, estaba muy feliz por su logro y reconocimiento. Y lo había logrado con su propio esfuerzo.

            
            

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