Suelto el lápiz disimuladamente y agarro mi experimento. Siento cómo la presa se acerca más y más. En un instante de acción, giro mi silla y... ¡pam!
-Ay, Iris -mi hermano menor se queja mientras tomo su brazo-. -Suéltame, duele -trata de zafarse de mi agarre, pero no puede.
-Quieto, Peter, solo necesito tu ayuda para algo -suplico, forcejeando con él.
Sin darle tiempo a escapar, lo inmovilizo y, sin pensarlo dos veces, rocío lo que hay dentro de la botella sobre él. Un hedor asqueroso llena la habitación en segundos. Peter comienza a chillar como si lo estuviera torturando. Lo suelto y salimos corriendo del cuarto, ambos nos dirigimos a diferentes baños.
Entro al baño y, sin pensarlo dos veces, me inclino sobre el inodoro y vomito sin poder evitarlo. Después de unos minutos, me relajo un poco apoyando mi cabeza sobre la tapa fría, jadeando.
-Maldición, olvidé que también soy parte perro -murmuro, limpiándome.
Desde el primer piso, escucho gritos de queja de mi familia.
-¿¡Qué es ese maldito olor!? -cuestiona mi hermano mayor, Zack.
-¡Iris experimentó conmigo otra vez! -lloriquea Peter desde el baño contiguo.
Giro los ojos al escuchar sus quejas.
-¡Iris! ¿Cuántas veces te he dicho que no experimentes con tu hermano? -También eres una loba parte de la manada central -me reprende mi madre desde abajo.
-Otra vez con lo mismo... -respondo entre dientes, para que no me oiga.
Tiro de la cadena, me lavo la boca y paso por mi habitación, cerrando la puerta de un portazo. Casi puedo ver el aire verde por el olor que dejé atrás.
-Bueno- suspiro, cruzándome de brazos-, al menos confirmé que el olfato de un licántropo es extremadamente sensible.
Voy hacia el otro baño y encuentro a mi hermanito tirado en el suelo como si estuviera moribundo.
-Oye, levántate ya -lo empujo con el pie.
-Eres un lobo de la manada central, no deberías ser tan dramática-añado, recibiendo solo un chillido débil.
Suspiro para luego tomarlo de la camisa y lo arrastro fuera del baño.
-Te dejo mi carne. Deja de hacer un teatro.
En cuanto menciono la carne, Peter se transforma en un rayo de luz y baja corriendo las escaleras hacia la cocina.
-¡La carne de Iris es mía! -grita a todo pulmón.
Sonrío al ver que ya no cojea, valió la pena vomitar un poco. Es tan único mi hermano menor. Sigo sus pasos y llego a la cocina, donde veo a mi familia reunida en la mesa. Peter toma la carne de mi plato y comienza a comer sin problemas. Me siento en la silla, sintiendo la mirada seria de mi madre sobre mí. Como un poco de la comida y, al seguir sintiendo su mirada, dejo el tenedor en el plato.
-¿Qué? -pregunto.
-Nada... -contesta, encogiéndose de hombros.
-Ok -respondo, encogiéndome también de hombros.
Frustrando sus intentos de llamar mi atención. Sé que no ha terminado.
-Ay, Iris... ¿cuándo serás como tus primas? -pregunta, resignada -. Ya patrullan el territorio y se están alistando para encontrar a su otra mitad -se queja, y yo giro los ojos. -Podrías al menos luchar por ser alfa...
-Seré alfa -afirmo, tragando la comida, y ella se alegra rápidamente-. Pero no pienso tener a ningún macho dominándome ni quiero ser un perro sarnoso como ellos -añado, viendo cómo mi madre cambia su expresión a una seria. -Y excluyo a las viejas sabias de la manada- apunto, para asegurarme de cubrir todas las bases-. Aunque igual son unas chismosas, apuesto a que por eso sacas este tema. Mi madre gira los ojos. Sigo comiendo con calma. -Además, nunca me convertiré en loba - sentencio.
La veo reflexionar sobre mis palabras. Por un instante pensé que había ganado esta disputa sobre si volveré a ser parte de la manada o no. Desde lo que sucedió con mi bisabuela, me alejé totalmente de ella.
-Ok... -me atraganto con la comida al escuchar eso de su parte-. Pero - añade, como si no fuera suficiente-, tienes que ir a entrenar. Toso varias veces, nunca pensé que estaría de acuerdo. -Ah, y hoy vendrá varias de tus viejas sabias a visitarnos. Espero que te comportes.
Los chillidos de risa de mis hermanos llenan la cocina, haciendo que los mire mal.
-¿De qué se ríen? -pregunto enojada, y ellos se callan en menos de un segundo.
Mi madre sigue comiendo feliz. Mi padre apenas logra contener la risa por la situación que acaba de presenciar. En lo que me he metido... estoy jodida. Al terminar de comer, subo a mi habitación, cubriéndome la nariz con un paño para no oler el intenso olor de mi experimento.
-Qué peste -me quejo mientras rocío ambientador por toda mi habitación.
Mientras limpio, una idea se forma en mi cabeza y sonrío con malicia.
-La próxima vez usaré esencia de vampiro... tal vez sea menos irritante el olor, pero sí alarmante -murmurando, dejándome caer en la cama.
Tomo mis notas de física. Estoy en el cuarto año de la escuela superior de mi pueblo, lejos de mi familia canina. Todavía recuerdo cómo reaccionó mi madre cuando le pedí cambiarme de escuela. Claro, no lo aceptó a la primera. Así que convencí a mi padre de que me cambiara antes de decírselo a ella. Casi se divorcian por esa situación; tengo que admitir que, gracias a que son almas gemelas, no sucedió lo del divorcio.
Mientras estudio, siento el olor de un alfa acercándose a mi hogar. No viene sola, como había dicho mi madre.
-Iris, baja, amor. Llegaron tus tías favoritas -grita mi madre con sarcasmo, como le gusta molestarme.
-¿Tías?- murmuro-. Eso suena en plural, con razón me llegan otros olores. No recuerdo haber pedido un circo hoy.
Tomo el frasco mi experimento, por si acaso. Bajo las escaleras llenando mis pulmones de aire y diciéndome a mí misma: "No pierdas los estribos, Iris." Mientras camino hacia las escaleras, observo cómo una loba blanca camina por el patio de mi casa. Esta trata de mirar por la ventana para ver si estoy.
-¿Así que piensas ir a la escuela este sábado? -pregunta uno de las sabias.
-Así es -contesta mi madre, algo tensa ante la presencia de la alfa.
Aprieto los puños. Odio que todos le tengan algún tipo de miedo a ella. Siento cómo algo en mí empieza a encenderse, recordándome que debo controlarme.
-Hola, tías -saludo sin emoción.
-Escuché que quieres entrenar, Iris. Eso sí que es una sorpresa, desde que Anastasia es alfa, no has entrenado -habla nuevamente la misma sabia.
-Sí que lo es, espero que el sábado pueda empezar -concuerda otra de las sabias.
"Ahora sé que casi todas las sabias han venido a mi casa." Las viejas sabias son hermanas de la alfa de la manada central, Anastasia. Cada manada tiene sus viejas sabias; la mayoría de las veces son familiares de los alfas. A diferencia de los demás licántropos, estos no se convierten en lobos por decisión propia, por lo tanto, envejecen como un humano normal.
-Espero que seas una gran loba, Iris; es una gran responsabilidad -añade la alfa, Anastasia -.Nunca te he visto convertida, aunque no creo que puedas... -siento cómo ya empieza a jugar con mi paciencia, haciendo que la ira suba por mi pecho. -Espero que sigas las reglas de la manada -sus ojos intimidantes, según ella, me miran desafiantes.
Es la loba que menos soporto, la que se cree que va por encima de todos y la que a veces aparece en mis pesadillas. Aprieto mis manos formando puños al verla como si nada, pero debo ignorar lo que siento. Miro el reloj, siento como si hubieran pasado horas y ni siquiera han pasado cinco minutos.
-Ya lo veremos el sábado -respondo, sosteniendo su mirada desafiante.
Anastasia sonríe de lado. Nos odiamos mutuamente, y ni nos molestamos en ocultarlo. Si no estuvieran todos aquí, creo que nos lanzaríamos la una sobre la otra. Observo cómo mi prima asoma la cabeza por la ventana. Su pelaje uniforme de color blanco brilla bajo la luz del día. Me mira y sus ojos negros le brillan.
-Ve a buscar algo de beber -ordena la muy descarada de mi alfa.
-Sí, alfa -contesto, apretando los dientes, no soporto que me mande.
Mientras le doy la espalda, escucho cómo gruñe. Voy a la cocina, sirvo dos vasos de agua, uno normal y al otro le echo sal. "Espero que se dé cuenta y..." sigo hablando en mi mente mientras llevo el vaso hacia mi tía. Le doy el vaso de agua con sal a mi alfa y veo cómo mis hermanos se convierten y juegan con mi prima Killa afuera. Ignoro lo que hacen, no me interesa ese mundo anormal. Escucho cómo mi alfa tose y mira el vaso de agua rara, lo que me hace sonreír, aguantando las ganas de reír.
-Bueno, Iris, sé que no vas a ser gran cosa, pero quiero decirte que el entrenamiento es arduo -comenta Anastasia, siguiendo con el tema de la escuela licántropo. -Y qué... -sigue hablando como cotorra por media hora.
Ignoro a mi alfa, sentándome en un sillón libre y mirando la pared, pensando en las clases y exámenes que me esperan. Espero que este año sea tranquilo y que siga con mis excelentes calificaciones. "Debo seguir estudiando, no estar aquí escuchando estupideces de anormales." Sin avisar, me levanto y subo a mi cuarto.
-¡Oye, te estoy hablando! -dice mi alfa, levantándose enojada y media peluda.
Mi madre se levanta de su asiento gruñendo y camina hasta posicionarse delante de mí, como protegiéndome. Observo cómo todos están rígidos. Me sorprende ver que el instinto salvaje de mi madre todavía me protege. Mi padre se acerca a la sala para ver qué sucede, lo cual no es una buena noticia, ya que no es bien visto ante la alfa o las viejas sabias.
-No me interesa lo que estás diciendo -comento seria.
La alfa gruñe enojada y camina hacia donde nosotras, enojada, retando la protección que mi madre me está dando. Tomo el frasco de mi gran experimento y lo alzo. Mi alfa me mira sin saber qué hacer, ella le teme a lo que puedo hacer con solo mover un poco el frasco. Mi madre camina hacia atrás y mi padre se va, sabiendo lo que puede causar este olor. Sonrío y rocío un poco en la sala. Mi madre se tapa la nariz rápidamente y todos se asquean, incluyendo a mi víctima principal, Anastasia.
-Bueno, sí que sirve como ataque. - digo feliz escuchando cómo mi alfa aguanta las ganas de vomitar-. Me largo a estudiar.
Me giro sin decir más, sonriendo. Antes de subir las escaleras, observo cómo mi padre pasa por el pasillo. Este me mira y me guiña el ojo junto a una sonrisa, pude leer sus labios diciendo "Bien hecho". Sonrió de oreja a oreja y subo la escalera llena de energía. Ya he ganado el primer punto de hoy contra la alfa.
Después de desafiar a mi alfa y jugar un poco con mis habilidades, subo las escaleras hacia mi habitación, sintiendo la satisfacción de haber tomado la delantera en nuestro pequeño juego de poder. Mis pasos son ligeros, llenos de determinación y un toque de triunfo. Cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer en mi cama, repasando mentalmente los eventos del día.
Es increíble cómo una simple interacción puede encender la chispa de rebelión en mi interior. Pero no puedo evitarlo. Estoy cansada de seguir las reglas de una sociedad que parece estar más preocupada por mantener el status quo que por permitirnos ser quienes realmente somos.
Me sumerjo en mis libros, dejando que las palabras me envuelvan y me lleven lejos de este mundo de lobos y jerarquías. En las páginas de mis libros, encuentro la libertad que anhelo, donde no hay alfas ni betas, solo historias que me transportan a lugares desconocidos y a una vida normal.
El tiempo pasa volando mientras me sumerjo en el mundo académico, y cuando finalmente levanto la mirada del libro, me doy cuenta de que la noche ha caído sobre la casa. Pero no me importa. Aquí, en mi santuario de palabras, soy libre para ser quien soy realmente, lejos de las expectativas y las presiones de la manada.
Con una sonrisa en los labios, me acomodo entre las sábanas y dejo que el sueño me envuelva, llevándome a tierras lejanas donde no hay lugar para los lobos ni sus complejas jerarquías. Mañana será otro día, y estoy lista para crear mi próximo experimento... solo espero interactuar bien con un vampiro.