Mientras más me acerco, siento una mezcla de olores... ¿Olores? Apesta a otros lobos. Toco mi mochila, esperando que no huelan el paquete que tengo. Lobos fuera de la manada de mi familia me olfatean, buscando mi esencia. Desde niña no tengo olor o esencia, como ellos lo llaman. De por sí, nací con un aroma que no es igual al de los licántropos normales, así que aprendí a ocultarlo.
Los miro por encima de mis hombros, ganándome gruñidos de parte de ellos. Otra de mis características es que ningún licántropo me intimida. Puedo mirarlos a los ojos cuando se me pegue la gana. Se sorprenden por mi inmunidad y yo les sonrío con humildad.
-Iris, no intimides a los que no son de nuestra manada. Recuerda el tratado de las cinco naciones. Ya no somos enemigos. -me aconseja mi madre, acercándose a mí.
-Tu manada. -corrijo, haciendo que gire sus ojos.
-Toma, te toca el salón A-210. -me extiende un papel. Cuando lo voy a tomar, lo aleja de mí -. Por favor, compórtate y representa bien a tu familia.
Giro mis ojos y asiento.
-Trataré. -respondo, tomando el papel de sus manos y girándome.
-¡Te amo! -me grita con cariño, haciendo que mi cara se prenda de un color rojo vivo.
Algunos estudiantes se burlan por la actitud tan apegada de mi madre. Me despido con ella moviendo la mano con desden. En esta escuela estoy sola. No soy parte de mi manada... y menos de las otras cuatro. Sí, otras cuatro, ya que existen solo cinco naciones donde los licántropos tienen más poder.
¿Qué son las cinco naciones?
Están compuestas por las tierras que sobrevivieron a las guerras atroces de los humanos. Solo una parte del mundo resistió las radiaciones que emitía cada bomba que ellos mismos enviaban. Todo lo demás... desapareció.
En la última guerra mundial -una lucha desesperada por tierras con agua limpia y fértil- el planeta fue prácticamente borrado. Y ahora, solo estas cinco regiones siguen existiendo.
En el mundo licántropo solo existen cinco manadas en todo el mundo. Por eso también se les llama así: las cinco naciones. Ni los humanos ni los alfas permiten que nadie cruce más allá del territorio de estas cinco naciones.
Algunos dicen que, fuera de aquí, hay un mundo vacío donde solo las almas oscuras caminan. Otros aseguran que la naturaleza está recuperando lentamente esas tierras devastadas. Puede que ambas teorías sean ciertas. Pero yo estoy segura de algo: hay más allá afuera.
Llego al aula que me corresponde y noto que la mayoría de los estudiantes son de la manada de mi familia. Me siento en la primera fila, analizando el salón por completo. Creo que aquí era mi salón de tercer grado... o cuarto.
-Oye, esa es Iris -escucho cómo susurran los que se sientan detrás de mí.
-Está guapa. -dice uno de mis primos. Sonrío al escuchar el disparate que dice.
-Qué idiotas, es nuestra prima -dice una de mis primas, haciendo que se callen.
Miro por las enormes ventanas y me encuentro con el parque para cachorros. Varios recuerdos de mi infancia invaden mi mente. Observo fijamente el lugar con los ojos bien abiertos.
-No eres parte de nuestra manada, Iris -dicen los niños, empujándome. Otros se acercan a mí en su forma lobuna -. No te puedes convertir en loba, aunque estuviste practicando con la alfa antes de que muriera -me echan en cara, enseñando sus dientes afilados -. Estás maldita por la Luna - gruñen, preparándose para saltar sobre mí.
Yo solo cierro mis ojos para sentir las punzadas de sus dientes.
- ¡Aléjense, si no quieren que los tome por el cuello! -ordena a una voz.
Abro los ojos y me encuentro con una loba blanca, de ojos oscuros, gruñendo.
-Iris, levántate -dice mi prima, Killa.
Todos mis compañeros se callan y se alejaní, mirando a mi prima con miedo. Pasan por su lado con la cola entre las patas. Ella les gruñe. Killa es mayor que yo por solo un año. Va a ser una futura luna, según las sabias de la manada. Como mi bisabuela, todos esperan que sea la próxima alfa de la manada central.
Me levanto y camino hacia donde ella, cojeando. Unos cuantos me habían mordido la pierna. Killa me mira preocupada y se acercaí, haciéndo que me apoye en ella. Si no fuera porque he llorado tanto por la pérdida de mamá... mi bisabuela y ex alfa... ahora estaría llorando.
-Gracias, Killa -le agradezco. Me doy cuenta de que ha crecido; ahora tenemos la misma estatura.
-Oye, hoy es 30 de octubre... -comenta Killa, moviendo su cola alegre-. Felicidades, hoy cumples ocho años de vida.
Se me había olvidado...
-Gracias -agradezco nuevamente, tratando de sonar alegre, aunque no me siento orgullosa de cumplir ocho años.
-Es mejor curarte las heridas, Iris -dice Killa.
Niego, tirándome al suelo, cansada.
-Solo tengo que esperar unos minutos y estaré bien - aclaro. Desde que tengo memoria, me curo rápido. Creo que es por mi sangre de licántropo.
Ya han pasado casi ocho años desde que mi bisabuela murió. Siento voces se hacen presente mente. Cierro mis ojos. Tengo que contenerlas...
Abro mis ojos cuando las voces se desvanecen, encontrándome con las miradas de rechazo de los demás lobos, me miran con odio, y junto a ellos, Anastasia.
Muerdo el interior de mi mejilla. Mis manos se forman en puños para controlar lo temblorosas que estan. Dejo de mirar el parque y respiro hondo. Debo concentrarme más en mi plan.
Miro mi mochila y muevo nerviosamente mi pierna al pensar que alguien podría oler lo que llevo dentro. Pero el cofre protege el olor.
-No quiero estar aquí. - susurro, soportando el dolor de cabeza, alejando los recuerdos.
Escucho cómo suena el timbre, haciéndome armar de paciencia y de valor para afrontar el día. Más estudiantes entran y se sientan. También entran alumnos de otra manada. Parece que esta horrible escuela ha ganado prestigio.
-Bueno, es hora de la clase -dice una maestra joven, entrando alegre al salón. Comienza a acomodar las cosas en su escritorio con una energía positiva, lo que me incómoda.
-Oh, hoy tenemos a una nueva estudiante -menciona. "Ay no, no, no, no y no."
-Iris González González, por favor, preséntese a la clase -ordena, señalando hacia el grupo.
-Ya he estudiado aquí, así que no creo que sea importante presentarme -respondo con una sonrisa cálida. Mis primos se ríen.
-Bueno, pero no todos estábamos cuando estudiabas aquí. Un ejemplo, yo -dice señalándose. Si no fuera tan amable, creo que retaría su autoridad.
-Bien... -me levanto -. Hola, mi nombre es Iris González y tengo 16 años -me presento y la miro, esperando que esté satisfecha.
-Por el apellido, puedo apostar que eres de la manada central -afirma, a lo que no contesto.
-¿Y qué piensas hacer en el futuro?
-No soy parte de ninguna manada -aclaro en un susurro serio-. Y en el futuro, pienso estudiar medicina veterinaria, tener una familia y una vida estable.
La maestra me mira atónita, al igual que los presentes. Parece que les impacta mi visión del futuro.
-¿No te interesa ser alfa o beta o...?
-No, en realidad no - respondo entrecortada. Nota que no quiero seguir hablando -. ¿Algo más? -le pregunto, y ella niega.
Asiento y me siento de nuevo. En ese momento, alguien corre hacia el salón. Es mi querida prima, Killa, entrando agitada. Todos en el salón se emocionan al verla. Después de todo, están viendo a la futura luna y alfa de la manada central.
-Lamento haber llegado tarde -se disculpa, mirando al salón.
Esta me ve, haciendo que sus ojos brillen, y rápidamente se sienta a mi lado. Giro los ojos al ver que no ha cambiado en nada con eso de estar pegada a mí, protegiéndome. La maestra toma el registro del salón.
-Bueno, vamos a empezar con la clase -notifica la maestra, tomando un libro de su escritorio.
Todos sacan un libro que yo no tengo. Odio estar atrás en las cosas de la clase; me siento tan incómoda. La maestra empieza a hablar sobre la historia de los licántropos, las guerras y las uniones.
-Iris, ven -escucho cómo mi prima me invita a unirme a ella para que pueda leer lo que está explicando la maestra.
-Entiendo lo que dicen, Killa -le susurro para no interrumpir la clase.
-Iris, ¿sabes quién es Atanasia González? -cuestiona la maestra al notar que estoy hablando con Killa. Miro mal a mi prima, haciéndola bajar la cabeza, sintiéndose culpable. Aun así, asiento ante la pregunta. De todas las preguntas que pudo hacerme... ¿tenía que ser sobre mi bisabuela?
-Bueno... di quién es -insiste la maestra. Hago una mueca por hacerme recordar a mi bisabuela.
-Fue la ex alfa de la manada central y Luna, por igual -contesto, algo incómoda.
-No solo eso, Iris. Ella fue quien logró la paz entre las cinco naciones, entre licántropos y otros seres -añade la maestra, pero eso ya lo sabía.
-No solo hizo eso. También fue la primera loba en usar energía de la naturaleza -agrega uno de los estudiantes, todo un nerd de la historia licántropa-. Eso está prohibido ahora. Y además, fue la primera en enamorarse de un alfa que no era de su misma raza.
-Dicen que era un gran monstruo... -comenta otro.
No puedo evitar reírme. ¿Un monstruo? ¿Se estarán describiendo a ellos mismos?
-Qué irónico, un monstruo -comento, pero todos me miran serios-. Qué aborrecidos -añado, antes de callarme.
-Si eso dicen -afirma la maestra, sin mostrar desaprobación-. Tu bisabuelo Bartolo era un monstruo como lobo. Hacía temblar a cualquier alfa que se le enfrentara, sin ser de la raza Luna -le dice a Killa.
-Por eso somos especiales: dos razas poderosas mezcladas crean una aún más fuerte -aclara Killa, orgullosa de su linaje.
-Espero que haya sido buena esa decisión -susurro para mí misma, pensando en Anastasia... hija de Atanasia y Bartolo, mi tía abuela y actual alfa.
-Tomaron la mejor decisión. Somos la manada más fuerte -responde Killa, con tanto orgullo que creo que los demás se sienten incómodos.
-También las otras manadas deben tener historias similares -comento para relajar el ambiente. Killa me mira confundida-. Por algo están aquí. También han hecho un papel importante en esta unión. -Miro a la maestra y ella me sonríe, agradecida-. No todo es la manada central. Sin ellos, tu bisabuela no habría logrado brindar balance entre las cinco naciones.
Todas las miradas están sobre mí.
-Yo no creo eso, Iris. Ellos tienen que estar agradecidos por tenernos -discrepa mi prima.
Se parece a su abuela... Sí que hemos cambiado.
La miro mal por entrometerse en algo lindo que dije. Aunque, claro, fui yo quien se metió primero. La ignoro y desvío la mirada. Ya no quiero opinar. Que se crea lo mejor del mundo si quiere.
-Tu prima tiene razón -comenta la maestra con una mueca. Parece que también se ve obligada a rendirse ante la manada central-. Bueno, volvamos a la clase.
La maestra se dirige a la pizarra. Los minutos pasan, y estoy a punto de dormirme... hasta que siento una presencia fuerte acercarse, acompañada de los suspiros de varias chicas. La energía que transmite es fuerte. Tiene sangre de alfa.
Observo cómo un chico entra al salón. Un chico "común y corriente"... (sarcasmo): cuerpo atlético, cabello grisáceo, alto, y con unos ojos azules intensos. Aunque no le llega al vampiro de mi escuela...
¡NO! ¡No pienses en él!
Muevo la cabeza rápidamente. Maldito donante de ropa.
-Oye, ese es mi pupitre -dice el recién llegado con voz autoritaria, haciendo que mis pensamientos se esfumen. Lo miro atónita, luego al pupitre en el que estoy sentada. Me levanto y comienzo a inspeccionarlo. Miro debajo, a los lados, por todos lados.
-¿Qué haces? -cuestiona el chico, frunciendo el ceño como si yo fuera una boba.
-Estoy buscando si esta silla tiene algún nombre o algo -respondo mientras reviso. Escucho risas detrás de mí.
-No, no veo nada -lo miro y me siento lentamente, dejando claro que ahora es mi silla.
El chico se enoja y comienza a ponerse medio peludo. Hago un sonido de desagrado. Me recuerda a mi tía. Ya quiero pasarle por encima.
Este día solo logra que me moleste más con esta escuela. Y parece que él no se da cuenta de que sus aires de alfa no me afectan.
-No tiene nombre, pero todos aquí saben que es mi silla -la toca como si marcara su territorio.
No puedo evitar reírme.
-Mira, perro sarnoso, cómprate un pupitre y ahí no me siento -le espeto en la cara.
-No querrás que... -empieza a gruñirme, pero mi prima lo interrumpe.
-Max, si quieres, siéntate aquí mientras tanto. Perdona a mi prima, es nueva -dice Killa, levantándose de su pupitre y señalándolo.
Me quedo en shock. Max nota mi expresión y sonríe con superioridad mientras camina hacia la silla de Killa. Ella lo observa con lujuria, pero él ni la mira. Qué fastidio su actitud de superioridad.
Y peor: mi prima, la futura alfa de la manada central, cediendo su silla.
-Siéntate -le digo, levantándome de mi silla con la mandíbula apretada. No sé si lo hago por orgullo, por no deberle nada a mi prima... o porque no quiero verla rebajarse.
Max sonríe con malicia y se sienta lentamente. Comienza una guerra de miradas. Ninguno quiere perder.
Killa tose, rompiendo el momento.
-¿Ves? No es tan difícil... -dice Max, acariciando su pupitre.
Le gruño. Todos se sorprenden.
"Iris, contrólate. Debes controlarte." Me digo a mí misma.
Inhalo, exhalo. Cierro los ojos... y le sonrío.
-Sabes, ni sentí tu horrible olor a alfa en esta silla. Parece que eres... -hago que busco la palabra- débil -finalizo, viendo cómo sus ojos me miran, algo impactado.
Me doy la vuelta.
-Ah, y gracias por ser tan caballeroso -añado, mientras veo cómo sus ojos brillan de emoción.
Parece que nadie lo ha enfrentado antes. Me giro hacia la puerta, tomo mi mochila.
Ya es hora de hacer lo que tengo que hacer con la camisa del vampiro.
-¿A dónde vas, Iris? -pregunta la maestra.
-Lejos de este animal -respondo, caminando hacia la puerta-. Necesito un respiro... alejada de ustedes.
Salgo del salón, rumbo al baño, pensando en varios planes. Al llegar, salto de la alegría, riendo.
-Ahora sí puedo hacer esto -digo mientras saco mi más preciado tesoro-. Ahora sí empieza el juego, lobitos.