Mujer lobo
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Capítulo 2 II

Descubrí que era una mujer lobo en el colegio. Una niña me empujó y me enfurecí. De repente se afilaron mis garras y sentí mi corazón bombear de prisa. Mis manos se llenaron de un pelaje oscuro sentí que se alargaban mis colmillos. Mi padre ya me había advertido.

-Si te sientes furiosa, huye-, me dijo.

Eso hice. Le arañé la cara a la niña y me refugié en los baños. Allí me mojé la carita y cuando me vi en el espejo era una loba.

La dirección del colegio llamó a mi y a mí me suspendieron tres días. Sin embargo nadie descubrió que era una loba.

Controlé, entonces, mis impulsos. Oculté mis ojos con lentes de contacto y conviví con los humanos sin problemas. En el pueblo éramos muchos lobos, todos disidentes que habían escapado de la ciudad oscura. Mi primer enamorado fue un lobo, pero también me enamoré de un humano, Mike Widow. Cuando estaba con él, mi excitación me volvía iracunda, febril, afilaba mis garras y eso me asustaba. Temía lastimarlo o que él me denuncia a los caza lobos. Empecé a convivir con ese miedo.

*****

Conocí a Douglas cuando iba a la universidad. Él era catedrático en la facultad donde yo estudiaba medicina. Quería convertirme en neurocirujana, cuando ocurrió la tragedia. De él, me atrajo su porte alto, gallardo, avasallador, su espalda grande y su pecho alfombrado de vellos.

-Es casado, Patricia -, intentó desanimarme Evelyn, mi mejor amiga. Ella es humana.

Yo estaba encandilada con Douglas, con su porte majestuoso, igual a un hoplita griego. Mordía mi lengua eclipsada e hipnotizada a sus músculos, sus bíceps enormes y sus brazos largos y gruesos como troncos cuando lo veía pasar.

-Qué hermoso hombre-, murmuraba yo, golpeando febril mis rodillas y el fuego revoloteando en mis entrañas, codiciándolo, deseando comérmelo a besos.

Por esas casualidades de la vida, una tarde que subía apurada las escaleras para ir a mi aula porque se me había hecho tarde, me estrellé con él. Douglas bajaba los peldaños revisando unos exámenes cuando nos chocamos. Sus papeles volaron por los aires.

-Ay, sorry, no lo vi-, me puse roja como un tomate., Me apuré a recoger sus papeles. Él, sin embargo, estaba tranquilo y sereno apurándose también en recoger los exámenes.

-No se preocupe, señorita-, me dijo mirando mis ojos y yo quedé obnubilada y maravillada de sus profundas pupilas, llenos de magia. Eran como un oasis donde flotaba su virilidad encadenándome al deseo de ser suya. Supe de inmediato que era mitad lobo. En su olor y escrito en sus ojos. Me excitó aún más.

-Patricia Stiles-, balbuceé como una idiota, encandilada a él.

-Profesor Douglas Banks-, no más dijo él y se perdió por los peldaños, dejándome perpleja, boquiabierta, con las llamas chisporroteando por todos mis poros y mi corazón acelerado. Presa de la excitación, se afilaron mis garras y me sentí más hembra de lobo que nunca.

*****

Cuando ocurrió la explosión yo estaba en otro estado. Mi padre me llamó alarmado y presa del pánico al móvil.

-Patty, estalló la planta de Villa Hermosa. Han muerto todos, ha sido una gran tragedia-, me dijo trastabillando con su llanto.

Quedé perpleja, boquiabierta y sin reacción. No podía calibrar la tragedia. -¿Todos?-, balbuceé echa una tonta.

-Es mejor que huyas de allí. Se ha creado un manto de muerte en todo el territorio. Tu madre, yo y tu hermana vamos a Tucson, donde la tía Magaly. Ojalá puedas venir, de todas maneras debes tener cuidado-, me relató.

Apreté los dientes. Yo soy loba. No conozco a Bullit ni a sus esbirros, pero sé que sus afanes de conquista y su obsesión de exterminar la vida humana. Cuando mi padre escapó de su tiranía yo aún no nacía.

-Quieren lobos guerreros, una nación hecha para dar batalla a los humanos-, le dijo él a mi madre. Ya estaba embarazada de mí y temía por la vida de mi papá. Él trabajaba como profesor en la academia militar. Toda la nación se dedicaba únicamente a eso. A servir al ejército. Bullit, el alfa tirano, ya había acabado con la nación de los vampiros. En esas batallas falleció mi tío Helmut, atravesado por una lanza en una de las sangrientas batallas por el dominio del mundo.

-Ahora le toca a los humanos-, estaba aterrado mi padre.

Entonces decidieron escapar. Fue una noche muy oscura. Utilizaron los drenajes por donde los desertores huían de Bullit. Iban por las tuberías hasta el río y de allí se desplazaban por los matorrales hacia la selva tupida y espesa, en el otro mundo. Los humanos no lo conocen. Pensaban, en sus fantasías que era un submundo idealizado por cuentos macabros y películas increíble. En realidad le pertenece a los lobos desde siglos remotos. Los vampiros estaban al otro extremo y fueron exterminados por las ambiciones del alfa tirano en una cruenta guerra.

Los coyotes se dedican a traficar lobos a las comunidades humanas. Piden joyas por sus servicios. Se aprovechan del miedo y el terror para hacer su negocio. Bullit no lo persigue porque, dicen, él es mitad coyote. A mí me parece cruel y despiadado, quizás su sangre está infectada de rabia.

Mis padres empeñaron hasta la última de sus joyas y así pudieron llegar a California. Allí nací.

Como les digo, yo sabía que era loba desde niña. Me era fácil transformarme. -Es un don que tenemos para camuflarnos del peligro-, me explicó mi padre. Desde remotos años, los humanos nos perseguían por deporte. Era su diversión. Llegaban en sus carros jalados por caballos y nos cazaban a flechazos. Entonces el instinto de supervivencia nos hizo desarrollar el don de camuflarse, como los camaleones. Al evolucionar la raza, se consiguió la perfección. También hubieron relaciones entre lobos y humanos. Ellos son los híbridos. Douglas era híbrido.

Él llegó escapando de Santa Catarina, en las cuevas, porque quería integrar un clan de híbridos. La intención era pedir ayuda a los humanos y derribar el gobierno déspota de Bullit. Enterado el tirano ordenó su detención y matarlo. Muchos de los híbridos murieron atravesados por las flechas y lograron desmantelar la cofradía, pero Douglas y su mujer lograron escapar.

Al suceder la explosión, su instinto de conservación lo transformó en lobo para evitar las radiaciones. Fue una reacción de supervivencia. Sin embargo, fue descubierto por los soldados y ahora su vida peligraba.

Peter Bronson, un amigo de mi padre, me dijo sobre Douglas.

-Lo descubrieron. Está en el hospital-, me contó cuando lo encontré apurándose para marcharse con otros lobos a un estado lejano.

-Esto va a ser el apocalipsis, Patty, es mejor que también te vayas-, me insistió amarrando los bultos en su camioneta.

-¿Quién es Douglas?-, le pregunté sorprendida. Él pensaba que yo conocía a todos los lobos.

-El profesor de la universidad, el híbrido. Lo tienen detenido con su esposa-, me aclaró.

Me acordé de él. Mi corazón empezó a rebotar ofuscado en el pecho. Parpadeé con angustia. Ansié que estuviera bien.

-¿Por qué será el apocalipsis?-, intenté aclarar mis ideas.

-¿No te das cuenta, Patricia? Ese laboratorio no reventó por gusto. La idea es provocar el fin de los humanos, la radiación mata a los hombres y desnuda a los lobos-, me dijo. Trepó a la camioneta y con otros lobos y lobeznos fue en su camionera por la pista, en medio del tumulto, el caos y las correrías, dando tumbos entre mucha gente que también se apuraba en marcharse.

            
            

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