-Van a venir a matarnos a todos, Patricia, es mejor irnos-, dijo dando empellones a los palos que separan los cuartos. Se confundió en la polvareda que provocaban los helicópteros. El viento seguía soplando fuerte y era caliente. Me pateaba la cara.
-Es radiación-, me dijo Tadeus Malone. Es el lobo más antiguo de la comarca. El alfa de los disidentes. Tenía la piel cubierta de pelos y el hocico estirado. Me miraba con desconsuelo.
-Es el fin, Patricia, nos descubrieron, los humanos vendrán a matarnos-, suspiró.
Tuve que erizar mis pelos. El viento empezaba a quemarme y además tenía miedo. Volví a meterme al cuartucho que alquilaba y guardé mi celular, mis libros y mis ropas en la mochila y salí, también, de prisa, siguiendo a los carros siguiendo a los otros lobos. Imaginaba que Malone y los otros harían un campamento en medio de la colina donde se definiría nuestro futuro. Mis padres, felizmente, estaban bien pero habían muchos amigos que estaban en riesgo. Pensé en mi novio, Mike Widow. Eso me dio fuerzas. Seguí corriendo sin detenerme, alejándome, además, de ese viento caliente que empezaba a arder en mi cara como llamas, provocándome un dolor intenso, igual como si me desgarrara la piel.
Era la radiación que escupió la horrible explosión del laboratorio.
*****
Michael Morrison, el máximo responsable de la planta, tampoco estaba al ocurrir la explosión. Se encontraba con una mujerzuela en Cascadas, un poblado a dos kilómetros de la planta, disfrutando de los placeres de ella, embelesado de sus besos y excitado de su belleza deífica y maravillosa, encandilado de sus curvas, de sus cerros empinados y sus grandiosas cascadas, cuando estalló el laboratorio. La cama se sacudió y tintinearon los ventanales, ladraron los perros y un hongo de humo se levantó a lo lejos, como un dibujo espectral, pintando el cielo de ocre. Luego un feroz viento golpeó los vidrios, sacudió los árboles y se levantó una tupida neblina.
-¿Qué demonios fue eso?-, llamó a su celular a Miriam Turpin, su brazo derecho en la planta.
-Reventó todo, ha sido una gran desgracia-, fue ella lapidaria.
Morrison se vistió apurado y llevando los zapatos y su abrigo en las manos, subió a su auto y enfiló hacia Villa Hermosa, a toda velocidad, desafiando la neblina, la polvareda, la lluvia de cenizas y los pellejos despedazados que volaban con el viento igual a las hojas secas de los árboles, rebotando con su auto.
*****
Me había vuelto la piel humana. La tarde estaba gris y veía mucho apuro en todos los poblados. Yo seguí por un camino donde pensaba Malone pondría el campamento, pero encontré a unos soldados humanos. Estaban en un blindado armado de ametralladoras. Pero uno de ellos era lobo. Estaba infiltrado con los humanos. Lo reconocí por su olor. Mi olfato es muy desarrollado como todas las hembras. Él también me vio. Yo no lo conocía. Estaba encima de la torreta y me apuntó con la ametralladora.
-¿A dónde vas?-, alzó la voz. Los otros solados me apuntaron también con sus rifles.
Por instinto alcé las manos. -¡Estoy huyendo de la explosión!-, grité entre temerosa y resoluta.
Un soldado se acercó y empezó a mirarme. Los humanos decían que los lobos tenemos las pupilas afiladas, como puñales, y eso nos delata. Al empezar la invasión silenciosa, huyendo de Bullit, muchos fueron descubiertos por los ojos y muertos a balazos. Los humanos temían que los lobos les trajeran la rabia.
-Es humana-, sopló luego el soldado.
Miré al lobo disfrazado de militar y él estaba dubitativo. Yo le parecía conocida.
-¿De dónde te conozco?-, me preguntó sin dejar de apuntarme. Yo seguía con las manos en alto.
-Estudio medicina en la universidad-, traté de mantener la calma.
-Bueno, bueno, bueno, dijo finalmente, vete y ten cuidado-
Volví a correr de prisa. Los soldados se quedaron mirándome.
-Está muy bonita esa chica-, escuché que decía uno. Cuando ya estaba lejos y supe que ya no me verían me saqué los lentes de contacto y recién mis pupilas se afilaron, en efecto, como dagas.
*****
Kate Watson se paseó por la salita viendo con curiosidad los jarrones artísticos, los ceniceros y los adornos de caballeros de las cruzadas. Le llamó la atención. también los espejos enormes, con marcos dorados. Se detuvo frente a uno de los vidrios y se miró largo rato. Se retocó los pelos caoba, miró su boca bien pintadita de rojo y comprobó que sus ojos estaban delineadas correctamente. Mostró sus dientecitos blancos, como la chupina que dejan las olas después de acariciar la playa y se dijo para sí que estaba muy hermosa. -Como siempre-, mordió ella coqueta un labio.
Justo entró de prisa Fabrizzio Zoff, con la pipa colgando de su boca, los lentes rodando por la nariz y sus escasos pelos alborotados en su cabeza casi pelada. -Disculpa, Kate, una reunión de urgencia, la niebla maldita empieza a propagarse, es una catástrofe, están muriendo miles-, intentó excusarse.
-¿Por la explosión?-, dijo ella sin mirarlo, continuando con su paseo por la sala, viendo la alfombra persa que estaba bajo sus pies.
-Sí. Parece que ha alborotado a los lobos, creo que empezó el exterminio de la raza humana-, dijo Zoff arremolinándose en su asiento.
-¿Los lobos?-, recién lo miró.
-Sí, creo que la planta apuntaba a eso, a que desaparezca la raza humana-, dijo Zoff saboreando su pipa.
-No entiendo-, arrugó su naricita Kate.
Zoff se deleitó con las piernas de ella enfundadas en una audaz y cortísima minifalda jean.
-El laboratorio que reventó estaba trabajando con una fórmula que haría desaparecer a los humanos, eso es lo que descubrimos en la cofradía-, explicó.
La cofradía era una unión de empresarios, militares, incluso capos de la mafia que tenían la misión de eliminar a los lobos. Las fieras se habían convertido en un peligro para la raza humana. Se habían enterado de las amenazas de Bullit de acabar con la raza humana y la guerra que sostenían, silenciosa, además, ya llevaba varios años.
-¿Qué han decidido?-, jaló ella una silla y cruzó las piernas. Zoff siguió imantado a los muslos de la joven.
-Hay dos mitades en todo esto. Los disidentes y los que están con Bullit. Es sencilla la cosa. No queremos a ninguno de ellos. Ni a los buenos ni a los malos. A nadie-, sonrió él.
-Una cacería-, adivinó ella fácilmente.
-Exacto. Yo estoy seguro que la explosión fue adrede, que Bullit enterado de las intenciones de la cofradía boicoteó todo y así seguir adelante con sus planes de acabar con la raza humana. Él está armando un gran ejército en el mundo oscuro, pero no podemos permitir que vengan y para eso debemos acabar con todos sus contactos y de paso eliminar a los disidentes-, sopló Zoff su preocupación.
-Ustedes lo hacen complicado-, sonrió ella.
-Es por eso que seguimos confiando en ti, pero esta vez ya no es solo eliminar a tal o cual lobo infiltrado en las altas esferas del gobierno, queremos que mates a todos-, sonrió él.
-¿A todos?-, preguntó Kate.
-A todos-, esbozó una larga sonrisa Zoff.
Kate se puso de pie, jaló su falda y no se despidió. Dio vuelta y se fue pisoteando la alfombra, meneando las caderas, con sus manos en ele. Zoff se deleitó con su cadencia y no le perdió detalle de sus sentaderas hasta que cerró la puerta. Luego chupó su pipa y lanzó una tupida humareda.
-A todos los lobos-, volvió a repetir meciéndose en su silla.