-Si no limpias ordenaré que no te alimenten –espeté sin verle y enseguida escuché el sonido de su plato y cubiertos.
-Vale... -comentó agotado y me reí internamente al verlo lavando su plato y luego recogió los d las niñas. Las mismas se fueron corriendo y él, protestó mientras sus mangas no podían permanecer arremangadas.
Divertida me acerqué a él. Tomé sus manos y deslicé la tela hacia atrás, doblándola perfectamente.
-Así no se te caerán –expliqué, pero fue tarde. Mateo, me tomó de la cintura y apoyó mi trasero sobre la barra. Mis ojos se abrieron con amplitud. –Si me tocas un solo pelo... ¡te castraré! –exclamé enojada.
Se rió y pasó ambas manos sobre mis piernas, haciéndome estremecer.
-Que lindas piernas ¿cómo son desnudas? –preguntó y se ganó una bofetada de mi parte –golpeas fuerte –comentó y se alejó –me excita aún más.
-¡Idiota! –protesté y él se marchó. Odiaba tener que soportarlo, toqué mi rostro. Mi vida era tranquila sin tener que aguantarlo. Siempre fue un libertino.
Decidí salir de casa. Manejaba un sector de las empresas de la ciudad, debía verificar que todo estuviera bien. En cuánto llegué, escuché mucho alboroto. Aquello me confundió, y decidí acercarme al bullicio de las personas.
-¿Por qué tanto espamento? –quise saber hacia Lucía, una compañera de trabajo.
-Ha venido un adornis, está mas bueno que comer pollo con las manos –susurró y enseguida entendí, cerré los ojos consternada y avancé.
Efectivamente, mi amado esposo Mateo, estaba hablando con algunas personas y alrededor casi todas las mujeres de la empresa lo rodeaban embobadas. Estaba bueno, pero ¿para tanto? Suspiré rodando los ojos.
-Hola señor Carlos, al parecer tiene el placer de conocer a "mi" esposo –comenté divertida. Obviamente no lo hacía por celos, pero espantarle sus futuras amantes al idiota, era divertido.
Mateo se giró a mí con una falsa sonrisa, parecía que se le caerían los dientes. Me reí y el idiota se acercó para tomarme de la mano. Para mi sorpresa, me dio un beso delante de toda la empresa. Sus labios eran suaves, me quedé pasmada en mi lugar.
Él siguió conversando como si nada, y mi amiga me arrastró lejos de la multitud. Aún estaba conmocionada, y sin darme cuenta mis manos recorrieron mis propios labios húmedos. ¿El imbécil me besó? Fruncí las cejas y me limpié la boca.
-Vaya, no te veía tan disgustada antes –bromeó Lucía y la fulminé con los ojos –Vale, no te molestaré –comentó divertida.
-No... no siento nada por ese idiota ¡Jamás! –exclamé y ella se rió.
-No dije nada –comentó levantando las manos y suspiré –pero...
-No lo sé, es raro. Es decir, sabes acerca de mi tonto enamoramiento... ni siquiera sabía que era mi prometido secreto hasta que lo ví. Al principio... pensé que íbamos a ser felices pero... nos separamos bajo aquel acuerdo.
-El cual estuviste de acuerdo –concluyó Lucía y asentí rodando los ojos.
-¿Qué otra cosa podía hacer? –pregunté con una mueca y ella se encogió de hombros –el solamente me vió como un intercambio de negocios. Y yo... intenté con todas mis fuerzas no seguir amándole. Pero el amor se fue al igual que él.
-¿Y ahora? –quiso saber Lucía y yo bajé la vista.
-Debo fingir que no me afecta para nada –susurré y ella tomó mi mano dándome fuerzas.
Al llegar a casa, por suerte mis hijas estaban en la escuela. Escuché unos sonidos extraños ¿Acaso son...? Sorprendida y enojada, corrí por todo el pasillo hasta abrir la puerta. Frente a mí se encontraba Mateo con una mujer de cabello negro.
-¡Mateo! –exclamé. El mismo se giró y cubrió su cuerpo desnudo. Rodé los ojos y miré a la mujer -¡Largo!
-Yo... lo siento –comentó y la reconocí, era de la empresa. Aquello me ofendió aún mas y mordí mis labios sintiéndome ofendida.
-Hey... yo...
-¡Era lo único que te pedí Mateo que no traigas mujeres! Encima es de la empresa ¿Acaso eres idiota? –pregunté y él hizo una mueca.
-Yo...
-¡No! –exclamé y él se acercó cubriendo sus partes con una simple sabana.
-Espera... déjame hablarte –comentó y negué enojada.
-No quiero tus tontas explicaciones, siempre... buscas el modo de decepcionarme.