Abandonada con mis cuatrillizas
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Capítulo 4 4

Al día siguiente, estaba tomando un desayuno en soledad. Las niñas, se habían ido con mis padres. Suspiré ¿Por qué había aceptado un pacto tan... patético? Estaba enojada conmigo misma. Debí cuidarme. Aunque amaba a mis hijas, al menos no tendría nada que me atara a ese idiota.

-¿Puedo sentarme?

Escuchar su fastidiosa voz, desde tan temprano produjo en mí, dolor de cabeza. Apoyé la mano sobre mi frente, y sonreí falsamente.

-Ya terminé –declaré para ponerme de pie y el se encogió de hombros.

-Hoy vendrá mi abuelo –declaró y lo observé con sorpresa –deberás tratarme bien –comentó burlón, mientras tomaba una galleta del plato.

-¿Disculpa? –pregunté levantando una ceja.

-Podrías empezar dándome amor, mira –señaló su espalda y entrecerré los ojos –me duele un poco la espalda.

"Cuenta hasta diez Lina", pedi mentalmente pero no pude. Me acerqué enojada y lo señalé con mi dedo índice.

-¡Quien trajo una mujer fuiste tú idiota! –Exclamé furiosa y él sonrió -¿Te burlas? Traeré... un hombre a casa también –siseo y sonreí. Él me tomó de la mano con brusquedad y mis ojos se abrieron con sorpresa.

-No se te ocurra –masculló entre dientes, y el agarre sobre mi brazo se intensificó.

-M-me lastimas –comenté temblorosa y me soltó de manera brusca.

-Debería hacerte más daño –masculló entre dientes y me aparté.

-No tienes derecho –murmuré enfrentándolo con la mirada y él asintió –hace cinco años lo perdiste.

Sonrió, y levantó sus manos para dejarlas detrás de su nuca. Asentí con el cuerpo tembloroso antes de alejarme de su vista. Cuando estaba cruzando el pasillo, el reflejo del espejo me devolvió la imagen de una chica roja del enojo.

El timbre sonó de pronto, y tuve que devolverme. Al llegar a la puerta, del otro lado apareció Enrique, abuelo de mi esposo.

-Hola abuelo –comenté antes que me envolviera en un abrazo.

-Mi niña ¿cómo has estado? –preguntó en un tono amable, sonreí.

-Bien bien, pase.

-Quería ver al sinvergüenza de mi nieto ¿se ha portado bien contigo? –quiso saber y me reí –no quiero dejarte un paquete.

-Todo bien abuelo, las niñas están con sus abuelos –anuncié mientras avanzábamos por el pasillo -¿C-cariño?

"Cariño, jajaja", malditos pensamientos.

-Hola amor mío –comentó mi esposo y se acercó para darme un beso en los labios, pero me aparté.

-Mira quien vino amor –comenté en tono falso y sonreí hacia el abuelo.

-¡Abuelo! –exclamó envolviéndolo en un abrazo.

-Ella me dijo que estabas portándote bien ¿eso es cierto? –preguntó entrecerrando los ojos en dirección a Mateo.

El muy imbécil, era un desgraciado. Pero no sabía mentir, cada vez que le preguntaba que hacía en llamadas porque a mi, si me interesaba que estuviera vivo, me respondía: "Con una hermosa mujer".

-Claro que sí abuelo –comenté en su lugar, y con disimulo le pellizqué su costado "¿El maldito no tiene grasa corporal?"

Me fulminó con la mirada, y le sonreí falsamente.

-¿Se queda a almorzar? –quise saber, sintiendo que mi espoos bajaba la mano hasta mi trasero. Mordí mis labios, cuando sus dedos llegaron dentro de mi trasero, quería matarlo.

-No querida, solamente vine a invitarlos el viernes a mi casa –comentó y asentí. El mismo se fue luego de despedirnos y él, sacó la mano porque lo empujé.

-¡Te dije que no me toques! –exclamé y él asintió levantando las manos.

-Con permiso, debo solucionar este inconveniente –señaló su miembro sumamente erecto y rodé los ojos.

Minutos mas tarde, estaba en el segundo piso cerca de mi habitación. Escuché unos extraños sonidos, y era una persona muy curiosa. Decidí perseguir aquello ¿acaso el idiota trajo otra mujer a casa? Lo echaría sin dudarlo.

Mientras avanzaba, mis pasos eran silenciados por la alfombra. Hasta que llegué al final y doblé, la habitación del idiota estaba bien apartada de la mía. Cuando veo la puerta entreabierta.

"No es tu problema Lina", pensé mentalmente. Pero era tarde, me asomé y me quedé perpleja.

            
            

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