-Pero yo lo había dicho cuando vine, ¿no se acuerdan? Además, no tengo la súper barriga-respondí, esperando que mi hermano recordara algo, considerando la memoria de pez que tiene.
-Sí, pero no pensé que fuera tan pronto. Además, en tu estado, no creo que sea lo correcto, enana-dijo el castaño, mirándome con ojos suplicantes.
Pero mi mirada seguía imperturbable.
Entonces dio un chasquido con los dedos, como si tuviera la idea más brillante.
-Hagamos algo, ¿sí? Cuando nazca el bebé y te quieras mudar, lo harás-comenzó a decir el castaño.
-Además, cuando te mudes a un apartamento, necesitarás cubrir tus gastos, y eso implicaría trabajar. Tienes que esperar al menos tres meses después para volver al trabajo-agregó Melay, observándome seriamente. Fue en ese momento cuando me di cuenta del pequeño detalle que había olvidado: cómo mantenerme después del nacimiento del bebé. No sabía que necesitaba esos tres meses de reposo. Necesito investigar más y leer sobre esto.
-Me parece buena idea. Además, el renacuajo quiere estar más tiempo con sus tíos, ¿verdad?-dijo mi hermano, acariciando mi barriga con mimos.
-Está bien, me quedaré, y veré esos tres meses-suspiré, ya rendida. Ahora que lo pienso, ahorraremos más y podré hacer algo interesante con ese dinero.
-Bienvenidos a Rocky's, ¿en qué le puedo ayudar?-mis labios se movieron usando un tono profesional mientras me acercaba a una mesa.
-Hola, ¿me das un batido de mora y un pastel de vainilla?-me mencionó una pareja mientras ordenaba.
-¿Algo más para tomar?
-Nos das dos capuchinos, por favor-escribí el pedido.
-Claro, con mucho gusto. En un momento se los traigo-me acerqué al mostrador y le pedí a Nina, mi amiga, que me pasara la orden, mientras regresaba a otra mesa.
Esta cafetería la noto muy llena desde que ingresé, o al menos eso dicen mis compañeros. Además, mi jefe ya sabe de mi estado. Hablé con él, y me dijo que podría trabajar hasta los siete meses. Cuando cumpliera los ocho, sería mejor que me retirara, él me daría mi bono, y no habría problema. A esa fecha, ya sería muy riesgoso seguir trabajando. Cuando comience el quinto mes, y se me note más la barriga, me trasladarán al mostrador hasta terminar mi tiempo.
-Carter, si deseas volver después de dar a luz, no veo problema. Aquí te estaremos esperando, además con todos los clientes que se triplicaron desde que llegaste. No quiero perderte, jajaja-mi jefe es muy amable. Él ya es padre y me ha dado algunos consejos. Por eso quiere que me vaya antes, no quiere pasar otro susto en su vida, según me ha dicho, porque ya los tuvo con su esposa.
-Vamos, ¿cómo has estado? ¿Ya lo viste? ¿Es lindo? ¿Qué piensas hacer?-me interrogaba Nina.
-Ya lo vi. Si quieres, vamos-le mencioné a mi amiga mientras nos dirigíamos al apartamento. Apenas lo dije, ella pegó brincos de emoción. Mi hermano y Melay ya la conocen desde hace tiempo. Ella estudia y trabaja. Yo planeo regresar a terminar mi carrera de chef cuando el bebé me lo permita, por eso no dejo de estudiar.
-Es lindo... ¿Y... dónde está?-me dijo curiosa, observando la imagen que le entregué.
-¿Cómo así que dónde está?-le respondí.
-No logro ver nada, solo blanco y negro, Carter-rodé los ojos, aunque recordé que yo tampoco entendía nada cuando me lo explicó el médico. Entonces le señalé en la imagen, y poco a poco comenzó a entender.
-Te invito a lo que quieras- mencionó Gustov, un chico de rizos castaños y ojos azules que conocí hace tiempo en la cafetería donde trabajo actualmente. También es amigo de mi hermano y Mel. Es mi confidente y gran amigo desde que lo conocí. El día de hoy decidió llevarme a pasear a un parque en su lujoso auto de color "rojo como las rosas y el corazón", palabras de él. Durante el viaje, charlamos animadamente sobre mi día y discutimos qué podríamos hacer después de ver la película que tanto he esperado. El ambiente es relajado, pero de repente, Gustov aumenta la velocidad al ritmo de una de sus canciones favoritas, llenando el coche con la energía de la música. Me llama la atención su sonrisa amplia y juguetona, pero también me preocupa un poco su entusiasmo al volante, especialmente porque estoy embarazada. Mi barriga ha comenzado a notarse claramente, y cada movimiento brusco me hace sentir más consciente de mi estado.
-¿Gus?- digo, con un tono de advertencia. Su sonrisa se amplía aún más, y parece disfrutar del pequeño susto que me está dando. Espero que no haga una idiotez porque he comido mucho en el almuerzo.
Gira el auto y maniobra entre vehículos como una serpiente hasta detenerse en la luz roja del semáforo. Al sentir algo de tranquilidad, siento mi estómago agitarse y me toco la barriga.
-¿Te duele?- pregunta Gustov, claramente alarmado al ver mi expresión. Antes de que pueda responder, el malestar se convierte en una necesidad urgente de vomitar, y no puedo contenerlo más.
-¡Uuach!- Todo lo que había comido durante el almuerzo sale de repente, manchando mi ropa y parte del interior del coche.
-¡Carter!- Gustov, ahora completamente en pánico, al cambiar el semáforo a verde, se detiene rápidamente en el primer lugar que encuentra, un pequeño espacio junto a la acera, y sale del auto para ayudarme. Expulso todo lo que contenía mi estómago y cae en toda mi ropa.
-¡Maldito! Te has pasado- mencioné al recuperar un poco el aliento.
-Lo sé, lo siento- responde él, con una risa nerviosa y sin gracia mientras me pasa una botella de agua para enjuagarme la boca de ese amargo sabor. A pesar del incidente, ambos nos reímos de lo ocurrido, sabiendo que es una de esas anécdotas que se contarán una y otra vez. -¿Estás mejor?- observo la parte de abajo donde estaban mis pies en el auto.
-Ahora sí- le suelto una risa que él entiende perfectamente.
-Maldición... ¡estaba limpio!- esa fue la consecuencia de tus actos. Ahora trágatelos- me río.
-Ya me diste mi castigo y de la peor manera, ja, ja, ja- Después de asegurarse de que estoy bien, Gustov se pone manos a la obra para limpiar el auto. Saca una botella de agua y limpia el tapete, que ahora tiene manchas evidentes del incidente. A pesar de la situación, se muestra tranquilo y resuelto, sin perder su habitual sentido del humor.
-Vamos, te compraré ropa nueva- me dice, mostrándose tranquilo y resuelto. Nos vamos a un centro comercial cercano.
Un vestido, un par de botas y un bolso totalmente nuevos y de excelente calidad. -Gracias, mi tierno amigo- le digo mientras le tomo los cachetes. -Ahora aliméntanos y estamos a mano- él sonríe feliz.
-Ya, ya, vamos a ese restaurante- intenta calmarme mientras disfruto sus reacciones. Me guía a un restaurante de pastas cercano, donde finalmente nos sentamos a comer.
-¡Delicioso! Gracias, querido- digo, saboreando el primer bocado de mi plato. La comida es exquisita, una combinación perfecta de sabores que reconforta después del ajetreo. Levanto la vista y él también está devorando su plato, algo muy necesario.
-De nada- responde él, con una sonrisa cálida mientras devora su propio plato de lasaña. Su apetito es notable, y ambos compartimos risas y anécdotas mientras disfrutamos de la comida. La noche, a pesar del comienzo caótico, termina siendo algo muy divertido. Será una buena anécdota.