Capítulo 3 Un encuentro inesperado

El día comienza con una brisa suave y fresca que acaricia el rostro de Liliana mientras camina junto a Valeria por una de las calles más elegantes de la ciudad. Aunque el bullicio urbano es notorio, el ritmo de su conversación es tranquilo, pero detrás de las palabras, Liliana no puede evitar estar inquieta. Ha llegado al país para desconectar y disfrutar de un tiempo con su mejor amiga, pero algo le ronda en la cabeza: cómo es que sus padres se enteraron de que ella estaba aquí. A pesar de haber tomado todas las precauciones, la sensación de ser observada le persigue.

-De verdad, Liliana, siento no haberte podido ir a buscar al aeropuerto. Mi mamá no estaba bien esa noche, y no pude dejarla sola. -Valeria se disculpa una vez más mientras se acomoda en la mesa de una cafetería chic en el centro de la ciudad.

Liliana, con una sonrisa ligera, la tranquiliza.

-No te preocupes, Valeria. Entiendo. Lo importante es que estás aquí ahora.

Sin embargo, hay algo en los ojos de Valeria que la hace preguntar.

-¿Cómo está tu mamá?

Valeria suspira y mira hacia el exterior, como si las palabras fueran difíciles de decir.

-Está mejor. Gracias por preguntar. Solo que... bueno, no quiero hablar demasiado de eso. Ha sido complicado. -Valeria cambia de tema rápidamente-. Pero bueno, ¡tenemos todo el día! No vamos a pensar en eso.

Liliana la observa con una ligera sonrisa, pero un pensamiento la acecha: la insistencia de Valeria por desviar el tema solo aumenta su curiosidad. No es la primera vez que nota la tensión en su amiga, pero decide no insistir.

-¿Y qué tenemos planeado hoy? -pregunta Liliana, deseando cambiar de dirección.

Valeria sonríe ampliamente, aliviada por el cambio de conversación.

-Vamos de compras. Necesito algo especial para la fiesta de esta noche. Y sé que eres una experta en encontrar lo mejor.

Liliana se ríe, dispuesta a dejarse llevar por el momento. Después de todo, estar con Valeria siempre ha sido sinónimo de risas y buenos recuerdos.

A lo largo de la tarde, recorren diferentes boutiques, se prueban ropa, zapatos y accesorios, sin dejar de hablar sobre todo, desde trivialidades hasta las más profundas reflexiones. Liliana se siente como si pudiera relajarse por un rato, disfrutar del día y olvidarse de las preocupaciones que la han estado acechando últimamente.

Pero cuando ya han terminado de recorrer la última tienda, Valeria sugiere ir a casa para relajarse. Liliana, que ya está algo cansada, acepta con gusto. Juntas toman un taxi que las lleva a una zona más tranquila de la ciudad, y al llegar a la casa de Valeria, Liliana se siente inmediatamente a gusto.

La casa es moderna, con grandes ventanales que permiten que la luz natural inunde cada rincón. Es un lugar que refleja la personalidad de Valeria: elegante pero relajado, con un toque minimalista que la hace sentir tranquila.

-¿Quieres algo para beber? -pregunta Valeria mientras se dirige hacia la cocina, quitándose el abrigo.

Liliana se deja caer en el sillón, mirando alrededor.

-Un vino estaría bien.

Valeria regresa con las copas y se sienta junto a ella, tomando un sorbo de su bebida.

-¿Todo bien, Liliana? -pregunta, observándola con atención. La ligera preocupación en su mirada no pasa desapercibida.

Liliana se encoge de hombros, sonriendo.

-Sí, todo bien. Solo que... no puedo dejar de pensar en lo extraño que es todo. La forma en que mis padres se enteraron de que estaba aquí. -El tono de su voz se vuelve más serio-. Nadie sabe que llegué.

Valeria la observa en silencio, como si tratara de medir la situación. Después de unos segundos, se encoge de hombros.

-Bueno, a veces esas cosas suceden, Liliana. A veces las personas se enteran de las cosas sin que sepamos cómo. Este tipo de ciudad... ya sabes, la gente habla.

Liliana no está convencida, pero no quiere insistir más en el tema. Se toma un sorbo de vino, dejando que el sabor la tranquilice por un momento.

-Tienes razón. Vamos a olvidarnos de eso. Lo que importa ahora es disfrutar del día.

Ambas se relajan en el sillón, charlando sobre todo lo que les ha pasado durante los últimos días. La conversación fluye naturalmente, y por un momento, Liliana se siente como si nada pudiera perturbarla.

Pero justo cuando Valeria sugiere salir a dar un paseo por la ciudad para despejarse, algo cambia. Mientras se ponen sus abrigos y se dirigen a la puerta, Liliana siente una sensación extraña de ser observada. Es sutil al principio, como si alguien estuviera siguiéndola, pero no le presta mucha atención. Sin embargo, al dar un paso hacia la acera, su mirada se cruza con la de un hombre que está parado frente a una tienda.

El hombre está viendo unos relojes en el escaparate, pero cuando escucha el sonido de sus pasos, levanta la cabeza y sus ojos se encuentran con los de Liliana. El cruce de miradas es breve, pero suficiente para hacer que su corazón dé un pequeño salto. Hay algo en la forma en que la mira, algo que la intriga y la desconcierta a la vez.

Liliana, sorprendida, desvía la mirada rápidamente, como si hubiera sido sorprendida en pleno acto. Se siente incómoda, aunque no sabe exactamente por qué.

-¿Liliana? -La voz de Valeria la saca de su ensoñación-. ¿Estás bien?

Liliana asiente rápidamente, intentando disimular su desconcierto.

-Sí, sí. Solo... me distraje por un momento.

Valeria no parece percatarse de nada raro y sigue caminando con paso decidido. Liliana, por su parte, siente que el encuentro con ese hombre ha dejado una huella en ella. No sabe quién es, ni por qué su mirada la afectó tanto, pero algo en su interior le dice que ese momento no será el último.

Ambas siguen caminando por la ciudad, pero la mente de Liliana sigue vagando, preguntándose si, tal vez, ese hombre podría estar destinado a cruzarse en su camino de una forma mucho más importante.

            
            

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