Tras Escapar Me Caso con un Millonario
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Capítulo 2 02

María se acomodó en la cama, sintiendo el suave roce de las sábanas blancas en su piel. La habitación, aunque elegante y bien decorada, le resultaba extraña y amenazante. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes serenos, y una lámpara de araña brillaba suavemente, iluminando el espacio de manera cálida. Sin embargo, la opulencia del lugar no podía borrar la sensación de vulnerabilidad que la invadía.

Después de la conversación con Andrew, la confusión seguía reinando en su mente. ¿Cómo había llegado allí? ¿Era realmente un rescate o una prisión disfrazada? Mientras se sumía en sus pensamientos, el eco del accidente resonaba en su memoria. La imagen del coche acercándose a toda velocidad la perseguía, como un fantasma que no la dejaba en paz.

Andrew había salido de la habitación para hacer una llamada, dejándola sola con sus pensamientos. Se sentía atrapada entre la gratitud y la desconfianza. ¿Quién era realmente Andrew de la Torre? Conocía su nombre, había oído hablar de él en la ciudad, un hombre poderoso y respetado, pero también un desconocido que había cambiado el rumbo de su vida de manera abrupta.

En ese momento, la puerta se abrió nuevamente y Andrew regresó, con una expresión más relajada. -¿Cómo te sientes? -preguntó, esta vez con un tono más suave. María se encogió de hombros, sin saber qué responder. -No estoy segura de qué pensar -admitió-. Todo esto es muy extraño.

-Lo entiendo. No es una situación normal -dijo Andrew, tomando asiento en la silla frente a la cama-. Pero quiero que sepas que estás a salvo aquí. No tienes que preocuparte por nada.

A pesar de sus palabras tranquilizadoras, María no podía evitar sentir una punzada de desconfianza. -¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué me trajiste aquí? -inquirió, su voz temblando un poco.

-Porque no podía dejarte ahí -respondió, su mirada fija en la suya-. Te atropellé, y aunque no fue intencionado, siento que tengo una responsabilidad contigo. La sinceridad en sus ojos la sorprendió. Había algo más detrás de su fachada seria, algo que la invitaba a confiar en él, aunque la lógica le gritara lo contrario.

María asintió, pero su mente seguía inquieta. -¿Y qué pasará ahora? ¿Qué haremos? -Andrew tomó un profundo respiro, como si estuviera sopesando sus palabras-. Primero, debes recuperarte. Te proporcionaré atención médica y todo lo que necesites. Luego, podemos hablar sobre lo siguiente. Pero, por favor, entiende que no podemos permitir que esto salga a la luz. La prensa no sería amable contigo ni conmigo.

El peso de sus palabras cayó sobre ella como una losa. El miedo a ser expuesta la envolvió. Había estado huyendo de su pasado, y ahora parecía que había caído en un nuevo tipo de trampa. -¿Y si quiero irme? -preguntó, con la voz temblorosa-. ¿Qué pasará si decido irme?

Andrew la miró fijamente, y en sus ojos había una mezcla de preocupación y determinación. -No puedes. No hasta que estés completamente recuperada. Además, no sería seguro para ti. Te prometo que aquí estarás a salvo, pero necesitas confiar en mí.

María sintió que sus defensas se desmoronaban ante la intensidad de su mirada. Era un hombre poderoso, y había algo en su presencia que la intrigaba, aunque también la asustaba. -Está bien -respondió finalmente-. Me quedaré un tiempo, pero necesito saber que no estoy atrapada aquí.

-Te lo prometo -dijo Andrew, con un leve asentimiento-. Eres libre de irte cuando quieras, pero quiero que te recuperes primero. Tu bienestar es lo más importante.

Con esas palabras, María sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su interior. Tal vez, solo tal vez, este hombre podría ser su salvador.

A medida que pasaban los días, María comenzó a adaptarse a su nueva realidad. Andrew le proporcionó médicos y enfermeras que se encargaron de su recuperación. Gradualmente, el dolor en su cuerpo disminuyó, pero la confusión en su mente persistía. Se encontraba en un mundo desconocido, con un hombre que al mismo tiempo era su rescatador y su verdugo.

Andrew, aunque serio, a menudo aparecía en su habitación para asegurarse de que estaba bien. A veces, se quedaba a conversar, y poco a poco, María comenzó a descubrir su lado más humano. A menudo hablaban de sus vidas, de sus sueños y temores. Andrew era un hombre complejo: detrás de su fachada de poder y control, había una historia de pérdida y soledad.

Una noche, mientras la luna iluminaba la habitación, María se sintió impulsada a abrirse más. -¿Qué hay de ti, Andrew? ¿Por qué siempre pareces tan distante? -preguntó, con la voz suave.

Él la miró, como si estuviera considerando si debía compartir algo de su vida privada. -No soy quien piensas que soy -respondió finalmente-. La gente ve lo que quiere ver. Pero detrás de la fachada de éxito, hay soledad y sacrificios que la mayoría no comprende.

María sintió una conexión con él, un hilo invisible que los unía en su soledad. -Yo también he estado sola -murmuró-. Pero creo que nunca se trata solo de la soledad, sino de cómo encontramos la fuerza para seguir adelante.

Andrew sonrió levemente, y por un momento, la tensión entre ellos se disipó. Era un momento de vulnerabilidad, un intercambio sincero que les permitió verse como dos seres humanos, y no como un atropellador y su víctima.

Sin embargo, mientras la conexión crecía, María también sentía una creciente inquietud. No podía evitar pensar que, aunque Andrew estaba siendo amable, había un motivo detrás de su generosidad. ¿Realmente podía confiar en él? ¿Era el destino quien los había unido, o solo un accidente que había cambiado sus vidas para siempre?

A pesar de sus dudas, María decidió que debía aprovechar su tiempo allí. Quizás, solo quizás, podría encontrar una forma de reconstruir su vida, incluso si eso significaba enfrentar sus miedos y la incertidumbre que lo acompañaba. La vida le había dado una segunda oportunidad, y esta vez no se dejaría escapar.

            
            

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