El heredero que nunca olvidé
img img El heredero que nunca olvidé img Capítulo 2 Lo que estorba debe desaparecer
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Capítulo 6 El silencio de los que renacen img
Capítulo 7 El arte de reinventarse img
Capítulo 8 El pasado regresa img
Capítulo 9 Huellas en el silencio img
Capítulo 10 Antes del temblor img
Capítulo 11 Las grietas del silencio img
Capítulo 12 La verdad que elegiste no ver img
Capítulo 13 El precio de mirar hacia otro lado img
Capítulo 14 Sin atajos. Sin mentiras. img
Capítulo 15 Lo que pudo haber sido img
Capítulo 16 Tengo derecho a saber img
Capítulo 17 Lo que ya no se puede deshacer img
Capítulo 18 Silencios comprados, verdades rescatadas img
Capítulo 19 La propuesta img
Capítulo 20 El nombre de papá img
Capítulo 21 Una nueva etapa img
Capítulo 22 Raíces y Tempestades img
Capítulo 23 La Tempestad Silenciosa img
Capítulo 24 Las Grietas del Imperio img
Capítulo 25 Una Voz Propia img
Capítulo 26 Brooklyn, hace siete años img
Capítulo 27 Madrid, finales del otoño. img
Capítulo 28 La soledad del que lo tuvo todo img
Capítulo 29 Nada vuelve igual img
Capítulo 30 Aquella noche sin armaduras img
Capítulo 31 Las ruinas siguen en pie img
Capítulo 32 El as bajo la manga img
Capítulo 33 Rastros del pasado img
Capítulo 34 La amenaza img
Capítulo 35 El último trayecto img
Capítulo 36 El Enemigo Oculto img
Capítulo 37 El Padre del Silencio img
Capítulo 38 La señal img
Capítulo 39 Ecos del arquitecto img
Capítulo 40 La Voz de la Razón img
Capítulo 41 Lo que queda después del fuego img
Capítulo 42 El detalle que no vio img
Capítulo 43 El tiempo corre img
Capítulo 44 Regreso en medio de las ruinas img
Capítulo 45 Cacería en la Nieve img
Capítulo 46 El cazador invisible img
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Capítulo 2 Lo que estorba debe desaparecer

El sonido de sus tacones contra el mármol de la recepción era lo único que le impedía derrumbarse. No podía llorar. No allí. No en la Torre De la Vega. Salió al boulevard con la cabeza en alto, aunque por dentro estaba hecha pedazos.

Cuando cruzó la puerta giratoria, la noche la recibió con una brisa fría y el cielo cargado de nubes. Iba a llover. Por supuesto que iba a llover.

Sacó su móvil con manos temblorosas. Marcó.

-¿Tomás?

-Estoy aquí. Frente al café de la esquina.

Él la había acompañado a la cita médica. Sabía todo. Y no la cuestionaba. A diferencia de Alejandro, él se había quedado callado durante el ultrasonido, sujetando su mano con fuerza.

Valentina subió al coche sin decir una palabra. Solo cuando estuvieron en marcha, se permitió derrumbarse. Apoyó la frente contra el vidrio, conteniendo un grito. El mundo entero se había encogido en un solo pensamiento:

"Él no me creyó. No le importó."

-¿Se lo dijiste? -preguntó Tomás con suavidad.

Ella asintió sin mirarlo.

-Y me habló como si le hubiera dado una mala noticia. Como si estuviera molestándolo.

-¿Y qué va a hacer?

-Nada. Se casa con Isabella Morán. Esta noche.

Tomás cerró los puños sobre el volante. Pero no dijo nada. No era el momento de sus opiniones. Solo del silencio.

El despacho se sentía repentinamente vacío. Alejandro no se había movido desde que Valentina salió. El ultrasonido seguía sobre la mesa. Blanco y negro. Vida y sombra. Un pequeño corazón palpitando como una pregunta.

La puerta se abrió. Isabella volvió sin tocar.

-¿Ya se fue tu tormenta del pasado?

-No es tu asunto -respondió él, sin mirarla.

-Claro que lo es -replicó ella con dulzura venenosa mientras se acercaba-. Si va a venir con la historia del "pobrecito bebé abandonado", créeme que me afecta directamente.

Alejandro la observó por fin.

-¿Escuchaste?

-No me hacía falta. Tu cara lo dijo todo.

Isabella caminó hasta el escritorio, tomó el ultrasonido con una sola mano y lo giró entre sus dedos con desdén.

-¿Qué esperas hacer con esto? ¿Abandonar todo lo que construimos por un embarazo imprevisto con tu exmujer emocionalmente inestable?

-Es mi hijo -dijo él con la mandíbula tensa.

-¿Lo es? ¿Estás seguro?

El silencio que siguió fue suficiente para que ella avanzara.

-Te va a arrastrar, Alejandro. Ella no te quiere, te necesita. ¿No ves lo obvio? Usó al niño como ancla para entrar de nuevo en tu vida.

-Basta -la interrumpió él, con voz baja pero firme.

Isabella dio un paso atrás. Sonrió.

-Perdón. No quise sonar... cruel. Pero si ese niño realmente es tuyo -remarcó la palabra como una duda venenosa- entonces deberías asegurarte de que no haya ninguna duda. Hazle una prueba. Hoy mismo.

Él no respondió.

-Y si resulta ser tuyo -añadió, con tono ligero como si hablara del clima-, aún hay tiempo. Es temprano, ¿no? Ocho semanas. Hay soluciones médicas. Clínicas privadas. Nada de escándalos.

Alejandro giró lentamente la cabeza hacia ella.

-¿Estás sugiriendo que le pida a Valentina que aborte?

Isabella sonrió como si hablara de cambiar la fecha de una reunión.

-Estoy sugiriendo que tomes una decisión inteligente. Esa mujer te hundió una vez. ¿Vas a dejar que lo haga otra vez?

Él no respondió. Pero algo se quebró detrás de sus ojos. No de forma dramática. Apenas un temblor. Apenas una duda.

Esa noche, Isabella Morán se miró al espejo de su suite en el hotel de cinco estrellas donde viviría con Alejandro una vez casados. Su reflejo era impecable. Cada cabello en su lugar. Cada sombra perfectamente difuminada. Pero su mente era un campo de batalla.

Valentina.

Esa mujer tenía un don para arruinarlo todo. Ya lo había hecho antes. Alejandro no había sido el mismo desde que ella lo dejó. Frío, más reservado, menos manipulable.

Isabella no podía permitir que una criatura arrastrara a su futuro esposo al pasado. Ni emocional ni legalmente. No después de haber invertido años en conquistar su confianza. No cuando estaba tan cerca del altar... y de la fortuna.

Abrió su teléfono y llamó a alguien.

-¿Sí?

-Necesito que sigas a una mujer. Valentina Ríos. Sí, la exesposa de Alejandro. Que no note nada. Solo... obsérvala. Y quiero su historial médico. Todo.

Pausó.

-Y si va a una clínica a hacerse una prueba... o algo más... quiero saberlo primero que nadie.

Colgó. Se sirvió una copa de vino.

No iba a perder. No ahora.

La fiesta de compromiso en el salón del hotel era perfecta. Periodistas, empresarios, políticos. Todos brindando por la "pareja del año". Pero Alejandro estaba desconectado. Sonreía con mecánica precisión. Asentía, pero no escuchaba.

Solo podía pensar en una imagen en blanco y negro sobre un papel. Un latido.

Un hijo.

Y una mujer a la que alguna vez amó tanto... que ahora solo podía recordarla alejándose con los ojos húmedos y el corazón endurecido.

Isabella se acercó y lo tomó del brazo con su sonrisa profesional.

-Estás conmigo, ¿no?

Él la miró. Quiso responder.

Pero no dijo nada.

            
            

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