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CAPÍTULO 3
MARCOS VACILLE
NO QUIERO COMPROMISO
Salgo del baño mirando a un lado y a otro, asegurándome de que nadie me vea. Voy satisfecho, con una sonrisa de oreja a oreja.
Fue un polvo, un rapidín, pero delicioso. Ponerla en cuatro, presionar su cabeza contra el lavabo, cogerla duro era lo que ella buscaba y, así lo hice. Y la muy condenada pedía más; apenas la escuché chillar.
Eso de ser inteligente en los estudios te trae buenos beneficios, y este es uno de ellos, y de mis favoritos.
Salí del baño de las damas y, a pasos apresurados, me dirijo al pasillo siguiente que conecta con algunos salones de clase.
Mientras camino, observo mi ropa, asegurándome de verme bien.
Me paro frente a la puerta, suelto el aire, poso la mano en la manija y empujo. La voz del profesor se detiene cuando me ve entrar.
-Discúlpeme, profesor, se me hizo tarde, pero ya estoy aquí.
-Alumno Vacille, que no se le haga costumbre. Ustedes están estudiando derechos; la puntualidad y la responsabilidad son primordiales. -Pasé y tomé asiento.
-Gracias, profesor, no se va a repetir.
Busco con la mirada mi puesto y avanzo hacia él. También veo a Emiliano con una sonrisa; sé que se está burlando de mí.
Tomo asiento a su lado y veo al profesor que tiene su atención al otro lado del salón. Le lanzo un golpe a Emiliano, pegándole en su antebrazo.
-¡Ay! -dice, por lo bajito y entre risas.
-¿Qué me pega? ¿Qué fue lo que hice? -pregunta él, que apenas logró escucharlo, haciendo el inocente.
-Sabe que, cuando salga de aquí, te devolveré el golpe. -Mira cómo se pasa la mano sobando el sitio donde lo golpeé.
Pasadas dos horas en clase, casi me duermo. No me gusta la materia, pero todo sea por el título.
-Es todo por hoy, muchachos. Preparense bien su tesis, ya estamos finalizando. Busquen buenos argumentos y ayuda; estoy disponible para cualquier duda.
El profesor nos da consejos y, si es cierto, estamos casi locos con tantos trabajos y exámenes.
Ya en el estacionamiento, está a punto de partir, pienso en una salida entre amigos, solo para distraernos un poco.
-Emiliano, Emiliano. -Llamo su atención; volteó a verme.
-¿Qué te parece si vamos un rato a distraernos y tomamos un par de tragos? -le propongo.
-¡¿Solo serán tragos?! -pregunta con duda, mirándome con los ojos achicados.
Ruedo los ojos porque ya sé por dónde viene.
-Ojalá que te quede con los ojos torcidos -dice riendo.
-Sabe que no quiero que me encuentres ligues -lo dice en un tono más serio.
-Despreocúpate, hombre. -Le hago saber que de verdad esta noche solo quiero beber.
-Ya entendí, solo serán unos tragos.
-¿Dónde nos vemos? -Resultó más sencillo de lo que me imaginé. Emiliano no es de mucho salir y frecuentar estos lugares.
-Nightclub Design, a las ocho nos vemos allá.
Busco mi teléfono y le envío la dirección.
-Te envié la dirección.
-Nos vemos. -Entra a su auto y se va.
Avanzo hasta llegar al mío, entro en él, ajusto el cinturón y voy a encender el motor cuando me tocan la ventanilla. Giro mi rostro y veo a la mismísima hermosura que tenía contra el lavabo hace más de una hora, con mi amplia sonrisa bajo el vidrio. Ella se inclina apoyándose en la puerta del auto.
Dejando ver sus enormes pechos, eso que por lo rápido de la ocasión no pude chupar.
-Dime, preciosa -le hablo sin quitar mi vista de esos dos melones.
-Hola, guapo. Mmm... estaba pensando si podemos continuar lo que iniciamos en el baño.
Me dice muy condenada y muerde sus labios.
La propuesta es tentadora; veo la hora en mi reloj y son las seis.
-¿Ahora? -le pregunto y ella asiente.
-Sube -le ordeno.
Ella, con su amplia sonrisa, rodea el carro. Veo cómo mueve su cintura de un lado a otro y, al recordar cómo la tenía, se me levanta.
Salimos de la universidad y la llevo a un hotel cercano.
Estamos en la cama; me encuentro arriba de ella, ambos brazos sobre su cabeza. Agarro sus dos delgadas muñecas, hago presión, bajo a sus pechos, lamo y chupo con fuerza. Admito que soy algo perverso y salvaje.
Me gusta coger y darle duro; gime, se retuerce, se menea, pega su pelvis contra mí.
La suelto y busco el preservativo; ella me observa, me come con la mirada.
Por primera vez no quería cobrarle el favor que le hice, pero ella insistió y terminamos en el baño. Ahora ella pedía más, y ¿quién soy yo para negarme si también quedé con ganas?
Deslizo el látex en mí, mi miembro regresa a ella. Me vuelvo a posicionar; ella me lo agarra y lo direcciona a su entrada.
-Calma, ya te daré lo que quieres -le expresé.
-Me gustas, Marcos.
No hago caso porque a todas les gustó. Entré en una estocada; jadeó fuertemente.
-Eso me dolió, pero me excita más. Sigue, por favor. -Se muerde el labio y el gesto hace que quiera reventarla.
Salgo del baño después de asearme; ella sigue en la cama desnuda.
-¿Puedes quedarte un rato más? -pregunta, mirándome fijamente mientras se muerde su dedo índice.
-No puedo, preciosa, tengo un compromiso esta noche.
Su cara de decepción.
-Lástima. -Comenta, haciendo un gesto de tristeza.
-Marcos, lo que dije es cierto: tú me gustas y mucho. Me gustaría ser más que un rato en la cama.
Y esto sí que no me lo esperaba porque la chica no está nada mal, pero no busco compromiso. Busco mi ropa y procedo a vestirme mientras asimilo lo que me dijo.
-¿No piensas decirme nada?
-Me tomas por sorpresa.
Expresé, no sé cómo decirle para no lastimarla.
-Quiero ser honesta, preciosa. -La miro a los ojos, color verde.
-Eres hermosa, pero no quiero compromiso. No quiero compromiso con nadie; mi único interés y prioridad es mi carrera. -Su rostro es de tristeza; creo que se apresuró o se ilusionó.
-Lo siento.