Capítulo 5 LLEGO EL GRAN DÍA

CAPÍTULO 4.

Marcos Vacille.

Llegó el gran día.

Dejé a Evelyn en la habitación; la verdad es que siento pena por ella. No debió ilusionarse conmigo. No pensé que su interés por mí lo tuviera desde hace tiempo atrás; nunca lo noté en todo este tiempo que compartimos en algunas clases. No soy un hombre cruel que le gusta tratar mal a las mujeres; soy sincero con ellas. Me dan lo que quiero y ella obtiene lo que quiere de mí. No las obligo, no soy una basura de hombre. Ella llegó a mí pidiendo ayuda con la tesis a cambio de pasar un rato juntos y, aunque al principio me negué, ella insistió y me dejé llevar por el placer.

Manejo por las calles de Roma mientras la tarde cae, dando paso a la noche. Me apresuro a llegar a mi casa.

Salgo del coche a pasos apresurados; debo cambiarme. Miro la hora: son las siete. Una hora es suficiente. Al llegar a mi habitación, con movimiento rápido despojo mi cuerpo de la ropa, tomo un baño ligero y salgo envuelto en una bata de palo. Me dirijo al armario y busco qué ponerme. Elijo un pantalón de vestir negro y una camisa color azul celeste de manga larga. Procedo a vestirme y me paro frente al espejo, ajustando mi cinturón. Me doy el último vistazo y digo:

-Perfecto.

Rocío perfume en todo mi cuerpo; me gusta oler bien. Busco mi teléfono y llaves, salgo de la habitación buscando la salida de casa. Le envié un mensaje a mi mamá anunciando mi salida y que llegaré a medianoche. Que no se preocupe por mí, culmino el mensaje con un "te amo".

Llegué al club y la música retumba en el lugar. Las luces parpadean, cambiando de un color a otro. En la pista hay un pequeño grupo bailando, otros en las mesas con parejas sonriendo y otros llevando su copa a la boca. Termino de adentrarme, paso a un lado de la barra, visualizo chicas preciosas moviéndose entre las sillas. Doy un recorrido con la vista buscándole, y una mano me hace señas; me dirijo a él.

-¡Hombre! -digo, estrechando la mano en forma de saludo-. ¿Llevas rato aquí? -pregunto alzando la voz.

-No, menos de cinco minutos -tomo asiento.

-¿Qué te parece el lugar?

-Desde ya me agrada -dije.

-A mí también -tomo asiento a su lado.

Ordenamos una botella de vino y nos relajamos en la mesa. Nos entablamos para conversar de todo y nada a la vez.

Me encuentro distraído mirando las piernas de una hermosa mujer y recibo un fuerte golpe que me saca un gruñido producto del dolor.

-Ey, ¿te volviste loco? -expresé con molestia.

-Me la debía. Recuerda el golpe que diste; te dije que me la cobraría -dijo riendo el muy maldito-. Nada de ligues, por lo menos no mientras yo esté.

-Sí, ya lo sé -dije fastidiado-. La verdad, ¿no te gustaría pasar una noche con una de ellas? -le pregunté mientras movía mis manos dirigiéndome al lugar.

-No -dijo con determinación-. Es que no siento interés por ninguna. Tal vez solo espero que llegue la indicada y sienta la señal de que es ella.

-Qué complicado resultaste -le hice saber lo que pienso de él.

-Al contrario, así estoy bien, te lo aseguro. Tú eres el que debe controlarte. Te puedes meter en problemas con alguna de ellas; se puede estacionar contigo o, mejor dicho, contraer una enfermedad -llevo mi copa a la boca mientras lo escucho hablar.

-Soy precavido, Emiliano. A ella le hablo con sinceridad; es solo placer, nada más. No hay amor, cada una de ellas lo sabe. Me buscan y yo no las busco a ellas.

-No sé cómo le haces para acostarte con tantas sin sentir nada por ellas.

-¿Como que no siento? Claro que sí siento. Son bellas, atractivas, sexy, provocativas. Ellas causan ese efecto en mí y en mi entrepierna.

-Si tú lo dices -dijo, no muy convencido de lo que acabo de decir-. Va a llegar una que te atrape y no la quieras soltar -dice, alzando la copa para brindar-. ¡Salud!

-Cuando eso pase, pasarán décadas -lo digo riendo a carcajadas-. «No pienso enamorarme todavía», eso lo pienso. Brindo con mi amigo y hago sonar la copa.

Así pasaron las horas, tomando, más relajado y tranquilo. De rato disfrutábamos del silencio entre nosotros, pero no de la música a fondo. Y otro conversó de lo que nos espera en la tesis y le terminé comentando lo que me pasó con Evelyn.

-Pienso que con los sentimientos de por medio de ella hacia mí, no debo tener más encuentros íntimos con ella; es como alimentar algo que no va a pasar.

-Estoy de acuerdo contigo; es mejor que no pase más de ahí, que solo sean compañeros de clases, nada más.

-Es justo lo que pienso hacer -tomo el resto del vino que quedaba en mi copa.

UN MES DESPUÉS...

Llegó el día que tanto hemos esperado. Me encuentro junto a mis compañeros en el auditorio donde se realizará el acto en el que nos otorgan el título como nuevos profesionales. Una mezcla de sentimientos me embarga; orgulloso me siento de estar aquí, nervioso y ansioso por lo que se va a presenciar, satisfecho por contar con el apoyo de mis padres que siempre están presentes conmigo. Busco con la mirada, dentro del espacio, a mi amigo, mi compañero Emiliano, y no doy con él. Siento una mano en mi hombro y es él, el que estaba buscando hace rato.

-¿Se te perdió a alguien? -pregunta sonriendo.

-Justamente te estaba buscando con la mirada -lo veo con su traje de toga y birrete-. Al fin llegó el día -expresó con orgullo.

-Sí, al fin -dijo, soltando un suspiro; al parecer está igual que yo.

Anuncian que tomemos asiento para dar inicio al acto. Nos dirigimos a nuestro puesto correspondiente; estamos divididos por grupos: el de administración por un lado, derecho en otro, y así sucesivamente. Emiliano y yo tomamos una vía diferente, pero vamos a compartir con cada uno de ellos que recibe su reconocimiento.

                         

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