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La selva siempre ha sido mi hogar, un refugio y una prisión al mismo tiempo. Sus sonidos, el aroma a tierra húmeda y su energía vibrante son parte de mí, pero también son recordatorios de lo que hemos perdido. Nací entre sus sombras y su luz, y aunque amo la selva, siento que guarda secretos que me ahogan. Rosaura -o Rosemberg, como todos la ven ahora- es mi protectora, pero también es un reflejo de la maldición que nos persigue.
Sé que desciende de una raza de grandes brujos de una tribu de la selva del Brasil, pero su mirada, cargada de un dolor profundo, me dice que oculta más de lo que puede soportar.
La maldición que pesa sobre Rosaura es un sacrificio que jamás podré olvidar. Mi abuela, una gran bruja de la selva colombiana, la transformó en un hombre para escapar de la gran batalla que se llevó todo lo que amábamos. Mis recuerdos son fragmentos dolorosos, como ecos de gritos ahogados y sombras de desesperación. Mi madre y mi abuela pagaron un precio terrible para salvarnos, y aunque tengo solo vislumbres de su sufrimiento, sé que lucharon con una valentía que me quiebra. Recuerdo sus ojos llenos de lágrimas, el dolor que las envolvía mientras enfrentaban la oscuridad misma.
La última vez que vi a mi madre, sus ojos estaban desbordantes de amor y determinación. Me abrazó con toda la fuerza que le quedaba y me susurró, como si cada palabra fuera un hilo de vida:
-Corre, Amara. Vive. No dejes que te atrapen.
Rosaura me tomó en sus brazos y corrimos juntas hacia la espesura de la selva, donde su transformación ocurrió en un instante desgarrador. Para escapar, mi abuela lanzó un hechizo que la maldijo para siempre. Ahora, Rosaura solo puede ser vista como realmente es por aquellos que la aman de verdad. Para el resto del mundo, es Rosemberg Caetano Monteiro, un hombre. La selva, aunque nos protegió, también nos marcó con su cruel realidad.
Pasamos semanas extraviadas, con el estómago vacío y el alma desgarrada, tomando agua de la lluvia y buscando un refugio en la inmensidad verde que nos rodeaba. Recuerdo el alivio que sentí cuando llegamos al Putumayo, donde una manigua indígena nos ofreció ayuda y cuidado por tres días. Pero la esperanza era efímera. Después, iniciamos un recorrido desgastante por tierra, atravesando Colombia hacia Necoclí, y nuevamente nos internamos en la selva. Como muchos otros migrantes, cruzamos la frontera, recorriendo Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, hasta llegar a Ciudad de México y, finalmente, a Estados Unidos.
Mendigué en cada calle y semáforo, dormíamos bajo bancas de parques o en los árboles, sintiendo el frío de la indiferencia. Con la poca magia que le quedaba, Rose conjuraba un hechizo de protección en las noches, pero el temor siempre estaba presente. Ella trabajó de todo lo que pudo, aprendimos a sobrevivir y a cuidarnos en un mundo que parecía decidido a devorarnos. Nunca supe si llegó a prostituirse; su maldición la hacía ver como un hombre poco agraciado, pero tal vez debió hacerlo por mí, por las dos...
El peso de nuestra historia nos seguía como una sombra, y cada paso que dábamos era un recordatorio del sacrificio y el sufrimiento que habíamos dejado atrás, pero que nunca podríamos olvidar.
A veces, cuando estoy sola, siento que la selva me habla. Susurros entre las hojas, voces que parecen querer decirme algo. Hay una conexión entre ella y yo que no entiendo del todo, pero que me llena de fuerza.
De Nuevo en el Presente......
Andrew nos observa mientras desayunamos. Aunque intenta ocultarlo, sabemos que su corazón está dividido entre el amor que siente por Rose y el peso de las expectativas de su familia. Rose lo mira de reojo mientras sirve café. Su rostro es tranquilo, pero sus ojos delatan preocupación. Ambos saben que su relación no será fácil, pero también saben que vale la pena luchar por ella.
Los observo en silencio. Pienso en todo lo que hemos pasado, en todo lo que aún nos espera. La vida aquí no es perfecta, pero es nuestra. Y mientras estemos juntos, seguiremos adelante. Siempre los apoyaré en su relación y me enfrentaré yo misma a sus padres y su manada si es necesario. Rosaura siempre está a mi lado, actuando como una madre para mí.
Estaré a su lado y seré la hija más fiera en su defensa. Me protege con todo su ser, incluso cuando las críticas y los rumores la persiguen. Nadie entiende su sacrificio, ni siquiera Andrew, que la ama profundamente.
Para el resto de la manada, Rose es un hombre que mantiene una relación homosexual con Andrew. Pero nosotros conocemos la verdad. Sabemos lo que tuvo que hacer para salvarme.
A pesar de todo, Rosaura nunca se lamenta. Su fuerza, su alegría y su pasión por protegerme son inquebrantables. Cada día me recuerda que debemos seguir adelante, que no importa lo que digan los demás. Mientras estemos juntas, podremos enfrentarlo todo.
Envuelta aún en la toalla, con el agua goteando de mis cabellos, me siento en nuestra pequeña mesa, donde el aroma del desayuno recién hecho me envuelve. Devoro la comida con ansias, como si cada bocado fuera una forma de absorber la energía necesaria para el día que tenemos por delante. Rose me lanza una mirada divertida, sus ojos brillando con complicidad, mientras Andrew sonríe desde su asiento, claramente entretenido por mi prisa desenfrenada.
-Siempre tan elegante -dice Andrew, con un tono burlón, mientras levanta su taza de café, como si estuviera brindando por mi desaliño.
-No tengo tiempo para elegancia -respondo con la boca llena, sintiendo cómo la risa burbujea en mi pecho-. ¡Hoy es el día de la reunión de líderes! EL CONCLAVEEE.
Enfatizo con un aire de divertida solemnidad, y la seriedad de la situación se disipa por un momento. La risa de Andrew se mezcla con la de Rose, creando un refugio cálido. Aunque el mundo fuera de estas paredes se sienta hostil y peligroso, aquí, en este instante, soy feliz.
Rose y yo vivimos en un barrio latino a las afueras de la ciudad, un lugar que, a pesar de su modestia, rebosa de vida y color. Hace aproximadamente tres años que nos mudamos a nuestro pequeño apartamento, un refugio que hemos hecho nuestro en medio del bullicio y la lucha diaria.
Desde que llegamos a América, vivimos en el refugio "María Desatadora de Nudos", una pequeña parroquia en un barrio muy pobre de la ciudad. Allí, el padre Santiago cuida de los niños que, como Rose y yo, escapamos de la crueldad que el mundo prepara especialmente para algunos de nosotros.
El padre Santi, como le decimos cariñosamente, es un hombre regordete, amable y tan bueno que entrega su vida por el hogar y por los niños que allí vivimos, en medio de las pandillas y la maldad que nos rodean. Pero su bondad no debe confundirse con debilidad. Su rebeldía en la juventud lo llevó a desafiar las normas eclesiásticas, cuestionando el despilfarro de recursos de la Iglesia y la falta de atención a los más necesitados. Se atrevió a hablar en contra de la corrupción dentro de la institución, lo que le valió su destierro a este barrio olvidado.
A pesar de su castigo, Santi encontró en el refugio su verdadero propósito. Se ganó el respeto de las pandillas del sector, no por temor, sino por su capacidad de conectar con ellos, de entender sus luchas y ofrecerles una salida. En su corazón, sabía que cada niño que llegaba al hogar merecía una oportunidad, y por eso, estableció reglas firmes. Aunque es justo y compasivo, no tolera la deshonestidad ni la falta de respeto. Su autoridad se basa en el amor, pero también en la disciplina. Los niños saben que, bajo su cuidado, están protegidos, pero también deben asumir la responsabilidad de sus acciones.
Cada día en el refugio es una lección de supervivencia. Aprendemos a compartir, a cuidarnos unos a otros y a encontrar alegría en las pequeñas cosas. Aunque el pasado nos persigue, aquí encontramos un nuevo sentido de pertenencia. La comunidad, a pesar de las dificultades, es un lazo que nos une, y en cada sonrisa compartida, en cada abrazo, siento que la selva, de alguna manera, sigue viva en nosotros.
Mientras el autobús avanza, me asomo por la ventana y observo cómo el paisaje se transforma ante mis ojos. Las humildes tiendas de barrio se desvanecen, dando paso a grandes centros comerciales, edificios elegantes y, finalmente, exclusivos chalets rodeados de naturaleza.
-Amara -me llama Rose, su voz suave interrumpiendo mi ensimismamiento-. El padre Santi llamó para recordarnos que debemos ir a celebrar Reyes con los niños de la casa.
Su tono cálido trae una sonrisa a mi rostro. Santi siempre se preocupa por nosotras, como un padre amoroso.
-¿Cómo está? -Pregunto, sintiendo una mezcla de cariño y nostalgia-. ¿Dijo si comíamos bien? ¿Si necesitábamos algo?
Rose asiente, su mirada brilla con alegría al recordar la llamada. -¡Sí!, imagínate que nos que guardo chicha de la hizo greta, ambas sonreímos.
-Santi es un angel- murmura Rose, mietras me empuja un suavemente
Sus palabras me sacan de mi trance,. Siempre ha estado atenta a mí, buscando maneras de ayudarme a salir de mis pensamientos.
-Lo sé -respondo, intentando centrarme-.
- ¿Que pasa bebe?-
Estaba pensando en... cosas.
-Cosas de la selva, ¿verdad? -pregunta con un tono comprensivo.
Asiento. -Es el sueño, el de la Loba, la mujer la oscuridad! -.
-No pienses más en eso-, Vamos a hacer que este día sea especial para nosotras -dice Rose, su voz firme pero alentadora.
Además, celebraremos reyes con los niños y santi , no pienses más en ese sueño bebe lo resolveremos sea lo que sea.
El autobús se detiene y nos preparamos para bajar caminamos hacia el Country Club Arms, siento que, a pesar de todo, no estamos solas. Esta Santi, los niños de la casa y nos esperan con los brazos abiertos. Eso me reconforta