Capítulo 3 Las Dos Vidas de Alaric

La sala de prensa del Country Club Arms, propiedad de la poderosa familia Huntington-Vanderbilt, está llena de periodistas ansiosos, cámaras listas y murmullos que se apagan en cuanto el heredero de la fortuna Huntington Vanderbilt entra al lugar. Alaric Drake Huntington Vanderbilt, impecable en su traje negro, camina con porte firme y mirada calculadora. Para los humanos, él es simplemente un hombre de negocios exitoso, el CEO carismático que lidera uno de los grupos empresariales más prestigiosos del mundo.

Pero para el reino arcano, el reino de las criaturas mágicas y para los lobos, él es mucho más: el alfa de la manada Luna Áurea, nacido cada cien años, único y poderoso, en sus hombros cae el peso de la profecía de su matrimonio con la diosa Thea, madre de Selene, diosa de los lobos y las criaturas mágicas.

Sin embargo, pocos conocen los secretos que guarda. Alaric no tiene pareja, y su lobo, Hyperion, ha perdido la esperanza de que Thea, su mate destinada por la diosa Selene, algún día nazca. Para los lobos, encontrar a su mate es un evento sagrado; una conexión que trasciende todo y los une de por vida. Pero Alaric, a pesar de ser alfa, ha desafiado esa tradición.

-Señor Huntington Vanderbilt, ¿cómo afecta su divorcio la estabilidad de la empresa de cosméticos ERA, propiedad de la señora Huntington? -pregunta una periodista pelirroja, con voz firme y mirada inquisitiva. Alaric mantiene la compostura, aunque la pregunta toca un tema delicado.

-Ex-Señora Huntington -corrige, con un tono cuidadosamente neutral-. O mejor dicho, Vanessa Smith. Vanessa es una mujer fuerte, al igual que su empresa. No tengo dudas de que ERA continuará prosperando bajo su liderazgo.

Dentro de él, Hyperion gruñe. -¿Fuerte? - dice el lobo con desdén-. Sabes que fue un error desde el principio. Alaric ignora el comentario, pero no puede evitar recordar. Vanessa, una omega de su manada, fue su esposa durante cinco años. Se casó con ella en un intento desesperado por darle estabilidad a Luna Áurea, su manada, la que había quedado vulnerable tras la muerte de su padre. Aunque era un alfa fuerte, el peso de la profecía indica que si no conoce a Thea, enloquecerá y su poder destruiría el mundo de los lobos y las criaturas. Sabía que Vanessa no era su mate, pero pensó que podría construir algo sólido con ella.

-Fue una decisión lógica -se repite a sí mismo, como tantas veces antes. Pero la lógica no fue suficiente. Su matrimonio terminó en fracaso, y aunque Vanessa intentó darle un heredero, nunca logró concebir. Hyperion, su lobo, nunca aceptó a Vanessa.

-No era nuestra -dice ahora, con un tono sombrío.

-Lo sé -responde Alaric en silencio-. Pero no podemos esperar a alguien que nunca vendrá. Hyperion gime. -Thea no existe. La diosa Selene no nos hizo para eso.

Somos únicos. Fuertes. Pero solos. Alaric cierra los ojos por un momento, intentando calmar a su lobo. La sala de prensa lo observa con atención, pero nadie sospecha la batalla interna que libra. Para ellos, él es simplemente un hombre poderoso, un empresario astuto, un líder implacable.

-¿Y su vida personal? -pregunta otra periodista, con un tono que sugiere más curiosidad que profesionalismo-. ¿Tiene planes de volver a casarse? Alaric sonríe, una sonrisa calculada que no revela nada. -Mi enfoque está en el grupo Huntington Vanderbilt -responde, evitando cuidadosamente cualquier detalle personal.

Los periodistas asienten, satisfechos con su respuesta, mientras Hyperion gruñe en su mente. -Mujeres. Siempre buscan algo que no podemos darles. Alaric reprime un suspiro. Es cierto que ha sido un mujeriego. Su reputación entre los lobos y los humanos se ha visto empañada por sus relaciones pasajeras, pero él sabe que nunca podrá ofrecerle su corazón a alguien que no sea su mate.

-No podemos ser fieles a nadie más -dice Hyperion, con tono solemne-. Solo a ella.

Cuando se disponía a salir de la sala, le esperaba una pequeña y bella periodista

-¿Señor Huntington Vanderbilt? -dijo con una sonrisa que parecía más personal que profesional-. ¿Podría concederme unos minutos más?

Alaric la miró con calma, evaluando su postura. Había algo en su mirada que despertaba su interés, aunque sabía que no era más que un juego.

-Claro -respondió, con su voz grave y controlada.

La conversación comenzó formal, pero pronto los límites se desdibujaron. La periodista, cuyo nombre era Claire, se acercó más de lo necesario, su voz bajó de tono, sus palabras se volvieron más insinuantes. Alaric, acostumbrado a estas interacciones, no se resistió. Hyperion, su lobo, gruñía en su mente, pero no de desaprobación.

-No es nuestra mate -dijo el lobo, con un tono indiferente-. Pero si ella quiere jugar, que juegue.

Lo que sucedió después fue rápido y discreto. En un rincón apartado de la sala de prensa, lejos de las cámaras y los ojos curiosos.

Claire y Alaric cruzaron una línea. Para él, fue un momento pasajero, una distracción que no significaba nada. Pero para alguien más, para alguien que ni siquiera estaba presente, ese acto resonó como una traición profunda.

El dolor de Amara

A las 14:00, Amara estaba terminando de colocar las últimas decoraciones en el salón principal del Country Club Arms, cuando un dolor agudo atravesó su pecho. Era como si algo invisible la hubiera golpeado, un sentimiento tan intenso que la obligó a detenerse y apoyarse contra una mesa.

-¿Estás bien? -preguntó Rose, preocupada al verla palidecer.

Amara negó con la cabeza, tratando de recuperar el aliento.

-Es... el dolor -murmuró, aunque sabía que no era tan simple.

Estos episodios no eran nuevos para ella. Desde que cumplió los 18 años comenzaron y desde entonces no paran y siempre parecían coincidir con algo que no podía explicar. Era como si su cuerpo reaccionara a algo que estaba fuera de su control, algo que no entendía pero que la hacía sentir vacía y traicionada.

-Voy a salir un momento -dijo, intentando sonar tranquila, aunque su voz temblaba.

Sin esperar respuesta, salió del salón y caminó hacia el campo de golf. Sus pasos la llevaron instintivamente a un lugar que conocía bien: una pequeña casa del árbol, escondida entre los árboles, que ella y Rose habían descubierto tiempo atrás.

La casa del árbol era su refugio, un lugar donde podía escapar de todo y sentirse libre, aunque fuera por un momento. Subió lentamente, sus manos temblando mientras se agarraba de las ramas. Cuando finalmente llegó arriba, se dejó caer sobre el suelo de madera y abrazó sus rodillas.

El dolor seguía ahí, pero ahora estaba acompañado por un profundo sentimiento de soledad.

-¿Por qué siento esto? -susurró, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.

Unos minutos después, Rose apareció en la casa del árbol. Sabía que Amara vendría aquí; era su lugar seguro, y siempre la encontraba aquí cuando algo estaba mal.

-¿Por qué me pasa esto? -preguntó Amara en un susurro, sin mirarla.

Rose se acercó y se sentó a su lado, dándole un abrazo reconfortante y lleno de amor.

-No lo sé bebé-mintió, con voz suave-. Pero lo que sí sé es que necesitas descansar.

Amara negó con la cabeza.

-No puedo descansar -respondió, con los ojos llenos de lágrimas-. Esto no me deja.

Rose suspiró y le dio un beso en la frente y sostuvo su barbilla – SEA LO QUE SEA LO SUPERAREMOS JUNTAS- le repite mirándola fijamente

-Hoy es 31 de diciembre -le recordó, intentando distraerla-. Después de la reunión, nos iremos de fiesta con Andrew. Vamos a casa de tu amiga, ¿recuerdas?

Amara arrugo un poco la nariz, confundida por el cambio de tema.

-¿Emily? -preguntó, tratando de enfocarse en algo más.

Rose asintió.

-Sí, Emily. La que conoció a ese heredero rico mientras trabajaba aquí.

Amara intentó sonreír, aunque el dolor seguía ahí.

-Se casaron -continuó Rose-. Pero su manada lo rechazó porque ella es humana.

Amara frunció el ceño. -Eso es tan injusto -murmuró-. Ella lo ama, y él la ama. ¿Por qué no pueden aceptarlo?

Rose se encogió de hombros.

-Así son las cosas en el mundo de los lobos -dijo, con un tono que sugería que sabía más de lo que estaba diciendo-. Pero lo importante es que ellos están juntos, y eso es lo que cuenta.

Amara suspiró y apoyó la cabeza contra la pared de madera de la casa del árbol.

-No sé si quiero ir -admitió, su voz apenas audible.

Rose la miró con paciencia. -Solo descansa un poco -le dijo-. Después podrás decidir.

Amara asintió débilmente,

Rose se levantó para irse. -Te esperaré en el salón -dijo, antes de bajar por las ramas.

Amara su mano y se asoma por la pequeña ventana, mientras ve como se aleja la figura de Rose dirigiéndose al club

LA mirada fija en nada con una inexplicable y profunda soledad Amara se queda viendo por la pequeña ventana

Podía ver el cielo que comenzaba a oscurecer . Pero algo en el paisaje la hizo detenerse. Una sombra oscura se movía entre los árboles, acercándose rápidamente.

Amara entrecerró los ojos, tratando de discernir qué era. A medida que la figura avanzaba, pudo distinguir un lobo negro y enorme, sus ojos brillando con intensidad en la penumbra de la mañana. El animal se acercaba a la casa del árbol con una gracia inquietante, y un escalofrío recorrió su espalda.

-Dios mío... -exclamó, su voz temblando de miedo.

Sin poder controlar su pánico, dio un paso atrás y, en un instante de terror absoluto, se desmayó, cayendo al suelo con un suave golpe.

            
            

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