Capítulo 2 El padrastro se aprovechó de la situación

Katya suspiró, golpeó la mesa con los dedos y, inclinándose hacia Anya, dijo con un deje de determinación:

- ¿Sabes qué, Anya? No es culpa tuya. Estabas borracha, confiabas en él y él... se aprovechó de la situación. No debes culparte por eso. ¿Lo entiendes?

Anya asintió, pero su mirada seguía triste:

- Puede que sí. Pero aun así me siento sucia. Y ahora... me da miedo confiar. Quizá por eso todavía no he encontrado a ningún chico...

Katya sonrió, tratando de animar a su amiga:

- Pues vamos a solucionarlo. Esta noche vamos al club. No para olvidar, sino para demostrarte que puedes ser otra persona. Fuerte. Y, ¿sabes? Tienes todo el derecho de vivir y disfrutar. Busca a un chico con un buen miembro y déjate llevar. Así te olvidarás de tu padrastro de una vez. Experiencia, como siempre digo.

Anya esbozó una débil sonrisa:

- Gracias, Katya. Siempre sabes cómo apoyarme.

Katya le guiñó un ojo:

- ¡Claro que sí! Bueno, basta de lamentaciones. Vamos a escribir nuestra propia historia. Tú, Anya, mereces sentirte viva. ¿Sabes por qué insisto tanto? Porque siempre piensas en los demás y nunca en ti misma. Ya es hora de exhalar y hacer algo solo para ti.

De pronto Katya se puso seria, inclinó la cabeza hacia un lado y después se acercó más a Anya, buscando sus ojos:

- Joder, ¿sigues pensando en tu padrastro? ¿De verdad? Anya, eso es un desastre. Tienes que borrarlo de tu mente. Ese recuerdo sigue ahí, lo veo. ¿Y sabes qué ayuda? ¡Matar fuego con fuego! O... ¡miembro con miembro! ¿No quieres quedarte para siempre como la chica tímida que enrojece con solo oír la palabra "pene"?

Anya frunció los labios en gesto teatral:

- Vaya, qué cruel eres. ¿Y tú de qué presumes?

Katya alzó el mentón con orgullo:

- ¿Yo? Oh, cariño, tengo experiencia. Suficiente como para... bueno, eso no importa. Lo principal es no rechazar lo que la vida te ofrece.

Anya suspiró:

- Claro. Yo aún estoy muy lejos de eso.

- ¡Anya, deja de cosas! Todo está en tus manos - Katya la abrazó por los hombros y sonrió. - Tenemos que probarlo todo. Simplemente acuéstate con el primer chico que te interese.

- No sé si seré capaz...

- ¡Anda ya! Al menos una vez vive como en el cine.

- Pero no estamos en una película - dijo Anya, torcida la cara, y soltó una risita. - Bueno, está bien. Pero si no me gusta, te lo voy a reprochar toda la vida.

- ¡Trato hecho! - Katya rió y levantó la mano, poniéndose en pie. - Vale, vámonos. Nuestra gran misión de acumulación de experiencia sexual empieza ahora mismo.

El club era brillante y estruendoso. En el aire flotaba el olor penetrante de cócteles mezclados y un suave humo de hookah. Luces parpadeantes de focos danzaban al ritmo de la música alta, llenando todo de energía. Los barmans hacían malabares con las botellas, montando su propio espectáculo, mientras risas y conversaciones animadas se mezclaban con los graves de la pista. Aquello prometía una noche inolvidable.

- Bueno, yo voy por la primera conquista - dijo Katya, sacudiéndose el cabello, y se dirigió a la barra. Su paso seguro atraía miradas, como si fuera la dueña del lugar.

Anya, cual sombra, caminaba detrás, mirando a su alrededor. Los hombros ligeramente encorvados, pero poco a poco la música estridente y esas luces la ayudaron a relajarse.

Katya se detuvo junto a la barra, donde había dos chicos, y su mirada se fijó enseguida en un alto moreno con un traje impecable. Su cabello caía sobre la frente y la comisura de sus labios se curvaba en una ligera, casi imperceptible sonrisa. Parecía acabado de salir de una portada de revista, pero sin esfuerzo - esa era su mayor atractivo.

- Hola - comenzó Katya, ladeando un poco la cabeza. Su voz sonaba tan natural que uno podía pensar que hablaba así con todos los guapos. - ¿Nos invitas a algo fresquito?

El chico se giró hacia ella, sus ojos oscuros brillaron con interés:

- Claro. ¿Qué quieres?

Mientras Katya entablaba conversación, Anya la observaba y sintió un cosquilleo de nervios mezclado con curiosidad. Siempre la había envidiado por lo fácil que le resultaba conectar con desconocidos: parecía hablar un idioma secreto que solo dominan los seguros de sí mismos. En cambio, a Anya le faltaba valor. Siempre creía que hacía algo mal, y esa vocecita interior le impedía abrirse. Pero en su corazón deseaba al menos por un instante sentirse tan libre como Katya.

En ese momento se acercó a Anya el otro chico: ojos verdes con un brillo felino, voz suave y aterciopelada, creando una extraña sensación de acogida.

- Hola - dijo. - Pareces un poco perdida. ¿Me permites hacerte compañía?

Anya sonrió, notando un rubor en las mejillas:

- ¿Por qué no?

- ¿Vienes mucho por aquí? - preguntó él, acomodándose junto a ella. Su mirada, penetrante pero nada intrusiva, invitaba a confiar más allá de las palabras. Anya sintió cómo una oleada de calor y una pizca de desasosiego subían por su cuerpo. Su corazón se aceleró y por un instante pensó: ¿por qué este chico me produce sensaciones tan contradictorias? Quiso responder con naturalidad, pero esa mezcla de confort y ligera ansiedad enredó sus pensamientos.

Él alargó la mano con un cóctel para Anya; sus dedos rozaron los de ella un instante.

- Por los nuevos encuentros - sonrió, alzando su copa.

Anya cogió el vaso con timidez; un sorbo la quemó un poco, pero enseguida un agradable calor la envolvió. Él rellenó las copas y propuso un brindis por la valentía.

- Brindemos por lo que se avecina... tengo planes para ti - murmuró, rozando con sutileza su copa contra la de ella.

- ¿Qué planes? - preguntó Anya con una sonrisa y apartó la mirada, coqueta.

- Quiero acariciarte hasta que grites de placer... - susurró al oído, su aliento cálido envolviéndola.

            
            

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