Capítulo 5 La mirada del rey

El palacio, con sus enormes ventanales y salones revestidos en mármol, era un escenario donde cada gesto, cada palabra, tenía un peso invisible. Para el rey Darian Velmont, acostumbrado a la frialdad y a la precisión de la política, algo en su esposa le parecía distinto aquella mañana. La mujer que tenía ante sí no era la Amara que recordaba; había en sus ojos un brillo nuevo, una chispa que lo desconcertaba y, al mismo tiempo, lo atraía con una fuerza inesperada.

Elena, en su papel de reina, caminaba por el pasillo hacia el despacho del rey con una postura impecable, un equilibrio entre la confianza y la suavidad que dejaba atrás la inseguridad del primer día. Sus pasos eran seguros, y su voz, cuando se dirigía a Darian, llevaba un tono más firme, pero también una calidez que antes no existía.

Darian la observó desde la distancia, sin poder evitar que su mirada se detuviera en cada detalle: la manera en que fruncía ligeramente el ceño cuando pensaba, cómo sus labios se curvaban en una sonrisa que parecía más genuina que fingida. Era como si aquella mujer escondiera un secreto que no estaba dispuesto a revelar, y eso lo mantenía en alerta.

Durante la reunión privada, Elena mostró una capacidad sorprendente para manejar los asuntos del reino. Había estudiado con ahínco, sí, pero también había algo en su intuición, en su instinto, que la hacía anticiparse a los movimientos políticos, a las palabras que podrían esconder una amenaza o una traición. Darian, acostumbrado a desconfiar de casi todos, se encontró confiando en ella, algo que no había sentido desde hacía mucho tiempo.

Pero no todo era tranquilidad. En su interior, una mezcla de confusión y deseo comenzaba a crecer. La atracción que sentía hacia "su esposa" era peligrosa, porque si ella no era realmente Amara, ¿qué significaba eso para su reino, para su vida, para su futuro?

Elena notó la mirada prolongada del rey y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que no solo debía actuar, sino también proteger esa nueva imagen que estaba construyendo, porque cada gesto suyo era observado con lupa.

Aquella tarde, en la soledad de sus aposentos, Darian se permitió un momento de vulnerabilidad. Repasó en su mente la figura de la mujer que tenía frente a él, preguntándose quién era realmente y qué secretos guardaba. La incertidumbre lo hizo cuestionar todo, desde su deber hasta sus propios sentimientos.

Y mientras tanto, Elena sabía que su juego apenas comenzaba. El rey veía en ella algo más que la imagen de la reina enferma; veía una fuerza nueva que podría cambiarlo todo. Pero también sabía que, en ese mundo de apariencias, cada paso en falso podía ser fatal.