El llegar a tener este tipo de comentarios hizo que mi loba se molestara conmigo. Su nombre es Snow. Su pelaje es de un blanco tan puro. Siempre se dice que el temperamento de nuestros lobos complementa nuestra personalidad humana y en nosotras esa regla persiste. Su llamativo color resalta con el negro profundo de mi padre y mis hermanos, y en todos los machos Blackwood. Mi madre, por ser de otra manada, es de color marrón con un tono grisáceo en sus patas.
Pero no se debe pensar que la blancura de su pelaje es sinónimo de un carácter dulce y delicado. Si alguien nació para ser impertinente, osada y refunfuñona es Snow. No duda en empujarme a poner a prueba los límites de mi padre si ella quiere que mantengamos nuestra postura. Es una loba alfa en todo el esplendor de la palabra. Creo que papá, muchas veces cede porque que en el fondo se siente preocupado porque no poseo la libertad como el resto de las chicas de mi edad, pero no duda ejercer dominio y sólo basta un gruñido para hacerme saber que no está de acuerdo.
Algo similar ocurre con mi madre. Si bien, no es un alfa como mi padre, el hecho de ser Luna le da suficiente autoridad para imponerse sobre cualquiera, aún sobre mis hermanos. Además, su sagacidad en el tema de los negocios la ha hecho destacar. Es una experta diseñadora de modas, con un gran reconocimiento, aunque le gusta mantenerse en anonimato. Su nombre sólo es reconocido en el mundo humano por su seudónimo. Esta discreción ha permitido que haya establecido una gran industria de confección en nuestra manada, fabricando toda clase de prendas con un gusto tan exquisito. El desarrollo de este imperio ha favorecido a otras manadas, siendo la razón que esas pequeñas manadas se han fortalecido y han hecho ganar el respeto de la nuestra, ya que mamá ofrece oportunidad de generar ingresos y papá puede brindarles seguridad. Sus principales beneficiarios son las mujeres y jóvenes solteras, y como regla deben trabajar con horarios flexibles y bien remunerados que les permita estudiar, cuidar de su familia o ambas.
Por ello, me siento fuera de lugar cuando veo a mi madre y a mi abuela. Ellas son la elegancia y seguridad personificadas. Se mueven con tanta gracia. Admiro como mi madre se desempeña como Luna de la manada y empresaria, no limitándose a ser una consumidora más o una dama sin ocupaciones como muchos podrían pensar. Aunque, para mi madre, su mayor obsesión es atiborrar mi guardarropa con prendas de moda de la temporada, muchas de las cuales no logro usar cuando hay otras más nuevas. No soy de usar maquillaje ni ropa llamativa. Unos jeans, una camiseta, un par de zapatillas deportivas, sin maquillaje y con una coleta alta representan mi vestuario diario. Amo usar ropa que me permita moverme y poder jugar con los cachorros o entretenerme en la cocina sin preocuparme de ensuciarme de harina o salsa.
Aunque debí aprender a maquillarme, usar tacones y a peinar mi cabello, todo por orden de mi madre y especialmente mi abuela. Nunca lo he admitido en público, disfruté aprender sobre ello y aún más cuando debo poner en práctica; moriré guardando ese secreto, ya que siempre pretendo actuar como si nada de ello será parte de mi vida cotidiana. En más de una ocasión, me ha pedido ser su modelo para la imagen de una nueva colección, ocultando mi rostro usando antifaces o no enfocando mi cara. Sé que eso las enorgullece.
Volviendo a mí, debo comentar que mi cumpleaños es dentro de dos lunes por lo que me encontraré en clases en el instituto. Mi madre se siente mal ya que será el primer cumpleaños de uno de sus hijos que no celebraremos en familia, y debe sentirse más fatal por ser yo la menor y su pequeña niña como suele llamarme.
Para calmarla, le pedí que celebremos mi cumpleaños el sábado por la noche y así tendremos más calma ya que el domingo al mediodía debo estar en el colegio. Mamá y la abuela organizan una fabulosa y muy suntuosa cena familiar, obligándonos a vestir formal. Sólo seríamos mis padres, la abuela; mis hermanos y sus parejas, ya que ninguno tiene hijos aun; mi tío, quien es el beta de mi padre, junto a su esposa; su hijo, nuestro único primo, acaba de ingresar a la academia de lobos, así que no se encuentra presente.
Los hombres visten trajes sin corbata y las damas nos decidimos por vestidos sencillos de cóctel. Como siempre ocurre en este tipo de reuniones, me obligan a vestir así para que no pierda la práctica de arreglarme, según mi madre. Mis cuñadas siempre alaban mi figura, eso me causa un poco de timidez. Ellas son las que parecen perfectas modelos de revista y siempre se ven tan presentables para mis hermanos. Después de terminada la cena y de degustar un delicioso pastel de chocolate, todos se despiden a sus casas, mis padres se acercan y me abrazan ya que mañana por la mañana parto al instituto.
Las lágrimas no se hacen esperar. Mi padre sólo logra pronunciar: "Sabes que, al partir al instituto, tardarás un año o menos en encontrar a tu pareja. Es un nuevo inicio para ti ". Mi réplica no se hace esperar: "¡Oh vamos papá! ¡No me atormentes! Ahora deberé angustiarme toda la noche pensando qué tipo de monstruo será mi pareja". Es inevitable no mostrar cara de aflicción a su comentario. Mamá no dice nada, sólo seca un par de lágrimas que no pudo evitar que cayeran de sus ojos.