La señorita Ross me indica avanzar al interior del edificio y comienza a hablar sobre la distribución del edificio, la ubicación del comedor, la hora de inicio de clases, el uniforme y muchas otras cosas que parafrasea. En un movimiento veo un libro que identifico como el reglamento del colegio que lo extiende a mis manos como respuesta a mi clara falta de atención tratando de captar todos los detalles del nuevo mundo que me rodea.
Caminamos hacia el ala de los dormitorios. Me indica que me mostrará mi habitación y a medida que avanzamos noto que varias personas nos observan; a juego con mi paranoia, mis pensamientos redundan en que es claro que mi olor y aura las debe atraer. He olvidado que las lobas alfas no son para nada comunes y es sobre todo más raro que yo sin ser una primogénita, posea un aura tan fuerte como la de un heredero. Con esto en mente, llevo mi mano a mi cuello y enseguida me doy cuenta de que olvidé colgarme mi amuleto de olor.
Busco en mis bolsillos, lo encuentro y lo coloco rápidamente. Tal vez sólo llame la atención cuando sintieron mi poderoso aroma a alfa. Es algo que mis padres no han sabido explicarme. Mi padre, mi tío y hermanos son lobos alfa, su olor debe ser potente para marcar el territorio y ayudar a que los lobos sepan cuando ellos se están movilizando a lo largo del territorio. Las hembras son impregnadas del olor de los machos, aunque tienen un olor propio no es tan potente como el de un hombre. En cambio, conmigo se rompe la regla de las hembras. Tengo un olor tan fuerte que debo usar estos amuletos para minimizar su potencia y permanecer, digamos, oculta de los curiosos.
Llegamos a mi habitación, que se ubica en el segundo nivel y sonrió aliviada que los dormitorios son individuales y tendré privacidad si deseo ocultarme del mundo. La señorita Ross menciona perezosamente que el dormitorio cuenta con su propio baño y vestidor, y como mobiliario aparte de la cama, cuenta con un lindo escritorio y estante para libros. De inmediato gira y hace entrar a un tipo con mis cosas, veo que son todas las cajas y maletas que he traído. Las coloca cerca de la puerta y ambos salen.
Dedico las siguientes horas en acomodar mi ropa, los libros y artículos de papelería que pensé me servirán. Cuando me disponía a probar que tan cómoda es la cama, escucho por el altavoz que la cena estará lista en veinte minutos y todas las estudiantes debemos dirigirnos al comedor. De inmediato me coloco mi sudadera y salgo de mi habitación. Hago el trayecto en modo automático, a pesar de que la señorita Ross debió pensar que no presté atención cuando me mostraba el edificio.
Al entrar veo que el comedor es una serie de mesas dispuestas frente a un área de bufe con bandejas de comida de diferentes tipos, lo que debe cubrir todas las costumbres alimenticias de cada manada que se representan en el instituto. Tomo lo necesario y me dispongo a buscar la mesa más alejada y vacía del lugar. El salón es un avispero de alrededor de cien chicas de entre los dieciocho y veintitrés años, con diferentes rasgos, color de piel y cabello. De acuerdo con lo que la abuela me explicó, por cada manada se admiten de tres a cinco chicas. Si es la primera vez que una manada envía a sus miembros, sólo se permite una y esta chica debe ser familia cercana del alfa como signo que confía en el cuidado que las autoridades del instituto tendrán. De Luna Negra, son tres chicas aparte de mí, y arribarán después de la cena. Este es el segundo año para ellas y si llegamos juntas fácilmente se sabrá que pertenecemos a la misma manada.
Me entretengo viendo cada rostro e imaginando qué historia debe haber detrás de cada una de ellas. Antes de que las primeras chicas se marchen, el altavoz avisa que nuestros uniformes y nuestros horarios de clases con nuestros respectivos libros han sido colocados en nuestras habitaciones y debemos estar en el auditorio puntualmente a las nueve de la mañana para la inauguración del nuevo periodo académico.
Camino sin distraerme a mi habitación, aun puedo pasar desaperciba en medio de las chicas, que buscan llegar a sus dormitorios. Tengo curiosidad por conocer las materias que me han sido designadas.
Escruto el sobre que han dejado sobre mi escritorio y sólo encuentro una nota que detalla que, debido al extenso programa diseñado por mi manada para mí, deberé presentarme un periodo de una semana en la mayoría de las clases que se componen el programa de Lunas de tres años, sólo para lograr un manejo adecuado en el trato con las otras potenciales lunas y que me permitirá desarrollar mis habilidades de líder. El primer mes repasaré resolución de conflictos, microfinanzas, psicología y anatomía. Se me indica además que mis uniformes han sido colgados en mi vestidor y debo respetar las indicaciones de uso para cada día de la semana que ha sido colocado en la puerta del vestidor. En mi vestidor encuentro cinco uniformes de camisa blanca y falda a cuadros más dos sudaderas de tono gris y ropa deportiva, algunos pantalones cortos y camisetas blancas, todos con el logo del instituto.
Cansada del largo viaje y lo abrumada que mi cabeza se encuentra, me pongo mi pijama y voy directo a la cama a dormir, esperando que esta noche pueda ver la cara del lobo que se esconde mantiene oculto en mis sueños.