El apuesto rostro del hombre se llenó de burla mientras encendía un cigarrillo. Luego, con una sonrisa socarrona, dejó que el humo lo rodeara.
Sus rasgos afilados se volvieron aún más marcados en medio de la neblina y sus ojos gélidos no mostraban ninguna emoción.
Reprimiendo la amargura que la embargaba, Rosanna prosiguió: "Lo mejor será que nos separemos ahora, en lugar de seguir atrapados en un matrimonio sin amor".
"Según el acuerdo prenupcial que firmamos, si nos divorciamos, no recibirás ni un centavo". Dicho esto, Oliver le dio una calada larga a su cigarrillo.
La voz de la joven era plana y apenas más alta que un susurro cuando replicó: "Lo sé".
Durante sus tres años de matrimonio fue golpeada por una desilusión tras otra, hasta que en su corazón no quedó nada más que desesperación.
La indulgencia sin límites de Oliver hacia Millie destruyó el afecto que su esposa había comenzado a sentir por él.
"Hace tres años, el proyecto de energías renovadas del Grupo Marshall en Qegan se trasladó a Jiford como dote para tu familia. Esa inversión, valorada en más de cien millones de dólares, ayudó a Preston a convertirse en alcalde de Jiford". Los ojos de Oliver se tornaron fríos cuando añadió: "El proyecto aún no ha generado ganancias, ¿y ya quieres divorciarte de mí?".
El rostro de Rosanna se contrajo; esas palabras tocaron una fibra sensible en ella.
Preston Burton era su padrastro. Tres años atrás, la enorme inversión del Grupo Marshall le había dado el impulso necesario para vencer a tres candidatos más y obtener su cargo actual.
En realidad, tomar la decisión de divorciarse no fue nada fácil para ella; había pensado en ello durante mucho tiempo.
A pesar de que extrañaría las raras ocasiones en las que Oliver la trataba con gentileza, la idea de que este golpeara con saña a alguien por Millie le rompió el corazón.
Incapaz de soportar esa situación por más tiempo, Rosanna dijo: "Ahora, tú y la señorita Rogers pueden estar juntos. No me interpondré en su camino".
La joven logró sonreír, ocultando así toda la reticencia y el dolor que sentía.
"Millie y yo nunca hemos sentido que te interpongas en nuestro camino". Con eso, Oliver sopló casualmente algunas bocanadas de humo.
Rosanna notó que su esposo pronunciaba el nombre de su amante con mucho afecto, como si fuera la persona más importante del mundo.
Sin embargo, ella solo disfrutaba de esa ternura durante sus momentos más íntimos; fuera de eso, siempre la trataba con frialdad.
La joven apretó la mandíbula antes de declarar: "Estoy cansada de vivir sin el más mínimo respeto".
"Parece que has olvidado cómo te convertiste en mi esposa... ¿Realmente crees que tienes derecho a hablar de respeto?", cuestionó Oliver con una mirada irónica.
Fue entonces cuando Rosanna recordó esa humillante noche lluviosa de tres años atrás, y una avalancha de dolor y humillación inundó su corazón.
"A pesar de que desde el principio sabías exactamente cómo sería este matrimonio, tramaste casarte conmigo, y Preston obtuvo su posición de poder gracias a mí. Así que, si no acepto el divorcio, lo único que podrás hacer será obedecerme y soportar todo esto. No me importa si sientes que te trato con respeto o no", añadió el hombre, ante el silencio de ella.
Al oír eso, el cuerpo de Rosanna tembló un poco y su rostro palideció por completo.
Resultó que para Oliver su matrimonio no era más que un negocio.
A decir verdad, al principio ella también había sentido lo mismo. Sin embargo, después de dos largos años, comenzó a creer que podría convertirse en algo real.
En ese momento se dio cuenta de que no debía haber pensado así.
Por suerte, cualquier sentimiento que había comenzado a florecer en su corazón aún podía ser destruido.
Oliver apagó su cigarrillo en el cenicero y se alejó.
Unos momentos después, Rosanna oyó correr el agua de la ducha.
Su corazón se hundió en una inmensa desesperación.
En sus tres años de matrimonio, nunca habían salido a pasear, ido al cine, o incluso a comer tranquila juntos como cualquier pareja normal.
Los únicos momentos en los que había cercanía entre ellos era cuando estaban en la cama.
Los primeros dos años estuvieron llenos de silencio y frialdad.
No fue hasta el tercer año que las cosas cambiaron un poco; Oliver comenzó a mostrarle a Rosanna un poco de paciencia y gentileza, algo que nunca antes había hecho. Le decía algunas palabras amables durante las fiestas o la sorprendía con pequeños regalos.
Lentamente y sin darse cuenta, ella había comenzado a preocuparse por él y a tratar de descubrir las cosas que le gustaban.
A pesar de que no estaba acostumbrada a las tareas del hogar, aprendió a preparar diferentes tipos de desayunos para él.
Dado que sus vidas apenas se cruzaban fuera del dormitorio, el desayuno era la única oportunidad que tenía la joven de retenerlo un poco más.
Aunque sabía que era algo tonto y humillante, no podía evitar hacerlo.
Sin embargo, Millie siempre aparecía y aplastaba sus diminutas esperanzas.
Si a Oliver le importara su esposa siquiera un poco, ¿por qué después de tres años no había hecho público su matrimonio?
Una vez que el hombre salió de la ducha, se dirigió a la habitación de huéspedes contigua para dormir.
A la mañana siguiente, Rosanna se sentía exhausta por la falta de sueño, pero se levantó temprano y, antes de ir a trabajar, preparó el café favorito de Oliver.
Trabajaba como presentadora de noticias financieras en Televisión Qegan.
La televisora no era tan popular como en el pasado, debido a los nuevos medios de comunicación, sin embargo, su programa de entrevistas aún tenía altos índices de audiencia, convirtiéndola en una figura pública local en Qegan.
Después de registrar su entrada y sentarse en su escritorio, comenzó a sentirse débil.
Abrió el cajón, agarró las galletas que había preparado ella misma y guardado ahí y se comió algunas. Poco a poco comenzó a sentirse mejor.
Ganaba peso con bastante facilidad, lo cual sería evidente en sus mejillas.
Para lucir bien ante las cámaras, tenía que seguir una dieta estricta.
Todos los días consumía alimentos bajos en calorías como huevos cocidos, verduras y carne magra. Era muy esbelta para su estatura.
Como sus niveles de glucosa en sangre eran bajos, siempre necesitaba un poco de azúcar para poder realizar sus actividades diarias.
Faltando veinte días para Navidad, su carga de trabajo se había triplicado.
Tenía un programa de transmisión en vivo, Noticias Financieras, el cual se televisaba dos veces por semana, además de un programa de entrevistas que debía grabar con antelación. Ahora, también tenía que participar en los ensayos para la gala de Navidad.
Mientras almorzaba en la cafetería, oyó a algunos compañeros cotillear; se enteró de que la pelea de Oliver en el club se había vuelto viral.
Las manos le temblaban mientras tomaba su celular para revisar las redes sociales.
En las redes, los usuarios habían convertido la relación de Oliver y Millie en un cuento de hadas: él, un encantador y apuesto millonario; ella, la pobre Cenicienta.
Muchas personas que desconocían la verdadera historia ya estaban presionándolo para que se casara con su amante.
El apetito de Rosanna desapareció después de solo unos cuantos bocados de su almuerzo cuidadosamente medido.
Por la tarde, luego de registrar su salida, se detuvo en la farmacia para comprar una píldora de emergencia.
Se tomó su tiempo para elegir la que tenía los efectos secundarios más leves.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de pagar, se encontró con Oliver.
Pero, no iba solo; Millie, su secretaria, estaba con él.
Esta tenía un vendaje llamativo en la frente y costras visibles en una mano.
Su expresión dulce y lastimera era suficiente para despertar en cualquier hombre el deseo de protegerla.
Entraron en la farmacia, riendo y charlando; parecían una pareja muy enamorada.
A pesar de que esa no era la primera vez que Rosanna los veía juntos así, sintió un dolor punzante en el corazón.
"Oliver...", dijo con voz mesurada y rígida, tragándose las emociones que la embargaban.
El hombre apenas la miro, pues sus ojos se posaron en la cajita que llevaba en la mano.
"Tómate más de una; no quiero incidentes".
Esas palabras hirieron a Rosanna como una cuchilla afilada, pero no tuvo más remedio que mantener la compostura con Millie ahí.
"No te preocupes. No habrá ninguna sorpresa", respondió, logrando esbozar una sonrisa forzada.
La gente solía decir que los hijos eran el fruto del amor, pero, para Oliver, no eran más que sorpresas no deseadas.
O tal vez, solo veía de esa manera a los hijos que podría tener con su esposa.
Con su amante, las cosas seguramente serían muy diferentes.
"Señora Williams, qué sorpresa verte aquí", dijo Millie con una dulzura fingida. "¿Sabes algo? Tomar demasiadas píldoras puede alterar tus hormonas. Incluso las mejores marcas pueden adelantar la menopausia".
Millie sabía que Rosanna estaba casada con Oliver, no obstante, cada vez que la veía, la llamaba "señora Williams". Nunca la había reconocido como la señora Marshall.
Rosanna sabía que era su propio esposo quien le daba el valor para actuar de esa manera.
No podía evitar preguntarse por qué si Millie y Oliver eran una pareja tan feliz, este no había terminado su matrimonio para casarse con ella.
Después de todo, ya habían pasado tres años desde que se casaron; cualquier influencia que Preston alguna vez tuvo sobre Oliver hacía tiempo que perdió su fuerza.
Como Rosanna no tenía energías para lidiar con Millie, simplemente se volvió para pagar el medicamento.
"Anoche, Oliver bebió demasiado y hoy se sintió fatal todo el día. Como su esposa, ¿no deberías haberlo cuidado mejor?".
Esas palabras crisparon los nervios de Rosanna, quien se giró lentamente y encontró la mirada petulante de su rival. "¿Así que sabes que soy la esposa de Oliver?".