Comparado con eso, su situación era insignificante: un pequeño nódulo de 2.5 milímetros, ni siquiera confirmado como canceroso. Y aun así, Oliver parecía desesperado por deshacerse de ella.
"No hace falta ir a Klenridge. Voy a pedir una cita con un médico local de inmediato. Hacerme la biopsia aquí en Qegan será más rápido", dijo Rosanna, luchando por contener las lágrimas y mantener la voz firme a pesar del torbellino de emociones que sentía.
Oliver le sujetó el mentón con fuerza y, dedicándole una mirada afilada, preguntó: "¿Tan desesperada por librarte de mí?".
"¿No es eso lo que tú quieres?", contraatacó ella, mordiéndose los labios con fuerza.
El sabor metálico de la sangre le llenó la boca y un dolor repentino le quitó el aliento.
Oliver la fulminó con la mirada antes de empujarla contra la pared.
"¿De verdad crees que, después de haber compartido cama conmigo durante tres años, ese tipo te va a querer de vuelta?". preguntó, soltando una risa amarga.
Cada palabra abrió viejas heridas que ella había intentado cerrar.
Él continuó: "No me puedes ni mirar a los ojos porque sabes que eres culpable. ¡Has fantaseado todo este tiempo con engañarme! Él te traicionó hace tres años, ¿y todavía estás obsesionada con él? ¡Qué patética!".
Rosanna no respondió.
Era como si la hubieran vaciado por completo por dentro.
Los labios de Oliver bajaron de su oreja a su mejilla y terminaron presionados sobre los suyos, fríos y pálidos.
Su aliento cálido y demasiado cercano alteraba aún más sus sentidos ya alterados.
Después de tres años a su lado, Rosanna podía leer sus intenciones con claridad.
Antes solía ceder, o simplemente quedarse quieta y dejarlo hacer.
Pero esa noche, le apartó la mano de la cintura y se fue al dormitorio principal sin decir una palabra.
Oliver se quedó solo. El deseo se desvaneció tan rápido como había aparecido.
Pasó de largo por la habitación sin siquiera mirarla.
Fue directamente al estudio, cerró la puerta con llave y se dejó caer en la silla junto a la ventana.
Permaneció un rato en silencio, con los ojos cerrados, hasta que abrió la caja fuerte y sacó tres cajas idénticas y elegantes.
Eran del tamaño de la palma de una mano, hechas con materiales finos y decoradas con grabados delicados.
Las alineó sobre el escritorio.
En la parte trasera de cada una, había una fecha grabada: una de hacía dos años, otra del año pasado y una más reciente, de ayer.
En las tres era la misma: 6 de diciembre. El cumpleaños de Rosanna, que era al día siguiente.
Dentro de cada caja había una perla blanca, del tamaño de un pulgar y de gran calidad.
Desde que se casaron, ella había recibido un paquete como ese exactamente dos días antes de su cumpleaños, cada año.
Lo que desconcertaba a Oliver era que, aunque cada envío estaba dirigido a Rosanna, el número de contacto era el suyo.
El primer año, el paquete contenía una sola perla en una cajita delicada, acompañada de una tarjeta escrita a mano que decía "Feliz cumpleaños". No tenía remitente.
La caligrafía era tan elegante que casi parecía impresa.
Había sospechado de inmediato quién lo enviaba, pero aun así le pidió a Karl que investigara.
Lo mismo ocurrió el segundo año, y ahora volvía a ocurrir.
Rosanna no había vuelto a Jiford en tres años, pero ese hombre le había enviado tres perlas valiosas: primero desde Jiford a Ekadence, y luego a Qegan.
La única palabra que Oliver encontraba para describirlo era amor.
Su esposa no sabía nada de las perlas ni de las tarjetas, y él no pensaba decírselo.
Debió haber tirado la primera en cuanto la recibió, pero por alguna razón, no lo hizo. Ahora, solo verlas lo irritaba.
Mientras Oliver se encerraba en el estudio, Rosanna daba vueltas en la cama hasta que, incapaz de dormir, salió antes de lo previsto rumbo a la estación televisiva.
El bulto, la posibilidad de una enfermedad grave y el divorcio daban vueltas en su cabeza. Casi se pasó dos semáforos en rojo por la ansiedad que le provocaban.
Cada vez que recordaba la frialdad de Oliver, sentía que su amor por él no era más que una broma.
Como era unilateral, decidió dejarlo morir en silencio.
Ya había tomado una decisión: pedir el divorcio primero y hacerse una revisión en un mes, tal como le había sugerido Gregg.
Estacionó el auto, pero no entró a su trabajo de inmediato. Primero llamó a Leah.
Esta se sorprendió cuando su amiga le comentó que quería conseguir un informe falso de cáncer por un bulto en el pecho.
"¿De verdad vas a hacer esto solo para divorciarte de Oliver?".
Rosanna soltó un suspiro y respondió: "Ya tomé la decisión, voy a conseguir un informe falso en el mercado negro. Creo que soy la primera persona en hacer algo así, así que necesitaré tu ayuda para obtener los números de un diagnóstico oncológico.
Tras un momento de duda, Leah dijo: "Si eso te ayuda a alejarte de ese desgraciado, voy a ver qué puedo hacer. Espera mis noticias".
Rosanna se apresuró a responder: "Aun si me quedo atada a Oliver para siempre, no quiero que hagas nada ilegal por mí...".
Pero Leah ya había colgado.
La sola idea de que su matrimonio con Oliver estuviera a punto de terminar le dejó un vacío en el pecho.
Se reprendió una y otra vez por ser tan débil.
Con el fin de año cerca, la industria de los medios estaba en plena actividad y su carga laboral se había triplicado.
Las plataformas digitales habían superado a los medios tradicionales, y la televisora de Qegan hacía todo lo posible por mantenerse relevante, enfocándose ahora en generar más ingresos.
Para muchas empresas importantes, contar con Rosanna, la presentadora estrella, como anfitriona de su evento de fin de año era símbolo de prestigio.
Como los patrocinios publicitarios se estaban reduciendo cada vez más, la estación había implementado un nuevo sistema: compartir las ganancias de esos eventos.
Los presentadores se quedaban con el 60% de sus honorarios, mientras que ellos se quedaban con el 40%.
Rosanna apenas se había sentado en su escritorio cuando Kyle le mandó su agenda, llena de compromisos.
La habían inscrito en siete eventos sin consultarle nada.
Le empezó a doler la cabeza apenas vio que el primero era esa misma tarde: la fiesta de fin de año del Grupo Marshall.
Sabía que varios miembros de esa familia trabajaban allí, incluido Millie, así que no tenía ningún interés en participar.
Llamó a Kyle e intentó rechazar con todo el tacto que pudo.
Pero él, con toda su experiencia, tomó el control de la conversación y la dejó sin margen para discutir.
De doce a doce y media, Rosanna condujo el noticiero "Finanzas Hoy", en vivo. Casi se le quebró la voz al informar sobre la adquisición de Galaxy Media por parte del Grupo Marshall, porque el nombre de Oliver estaba justo ahí, en el guion.
En ese instante, le volvieron a la mente las palabras frías de él: "Nos divorciaremos si resulta que estás enferma de verdad".
A la una en punto, un minibús del Grupo Marshall llegó para llevarla a ella y a varios colegas directamente a la sede de la empresa.
Millie ya los esperaba en el estacionamiento.
Ahora que Oliver era vicepresidente, Millie, su asistente de confianza, se encargaba de recibirlos personalmente como señal de respeto.
Pero la actitud amable de esta era solo una fachada para quedar bien con su jefe; cuando él no estaba, solía ser distante con todos.
Después de saludar brevemente al director del evento con expresión seria, dirigió su mirada hacia Rosanna.