Capítulo 2 Juramentos Rotos

El amanecer en Nymira no trajo consuelo.

El cielo aún arrastraba sombras, y el puerto olía a sal, hierro... y pasado. Desde el balcón del viejo faro, Lyra sostenía el mapa entre sus dedos como si ardiera. Y quizás lo hacía. No con fuego, sino con algo más profundo: un recuerdo que no era suyo, pero que palpitaba como si lo fuera.

Ezra había vuelto.

Cassian lo había visto.

Y ella... aún no sabía a quién le pertenecía el temblor en su pecho.

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-¿Esto es tuyo? -preguntó Cassian, al encontrarla en el taller, el mapa aún desenrollado.

Lyra dudó. Pero no mintió.

-Era de mi padre. Aunque... siento que siempre estuvo conmigo.

Cassian frunció el ceño. En el pergamino, las líneas parecían respirar, moverse apenas. Como si el mapa supiera que estaba siendo observado.

-No es un mapa cualquiera -dijo él-. Tiene... memoria.

-Y sangre -susurró Lyra, sin querer decir más.

Cassian dio un paso atrás, herido sin razón visible. Entonces lo comprendió.

Ezra.

El mapa.

Ella.

-¿Él ya lo sabe?

Lyra bajó la mirada.

-Ezra siente cosas. Desde que volvió, camina como si llevara al mar entero encima.

-Y tú... ¿todavía lo amas?

La pregunta no era justa, pero tampoco podía esquivarla.

-Yo no estoy hecha para elegir -respondió ella-. No entre ustedes dos. No entre el deber y la memoria.

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Esa noche, en las Grutas del Silencio, Ezra se encontró solo.

O casi.

El mapa colgaba frente a él, anclado con pesas y piedras de río. Bajo la linterna de aceite, brillaba con un tono turquesa que no debía estar allí. Las líneas ondulaban, y entre ellas... se dibujaban símbolos nuevos. No tinta. No carbón.

Sangre.

La suya.

La marca en su antebrazo sangraba sin herida. No corría: se dibujaba. Formaba espirales y glifos idénticos a los del mapa, como si su carne recordara lo que su mente aún temía pronunciar.

Ezra cayó de rodillas. El aire se volvió espeso, como agua. Y entonces, lo escuchó.

> "Tus pecados no se hunden...

Te los llevarás contigo hasta el fin del mundo..."

Una voz entre olas y huesos.

El Nómada.

Ezra gritó, pero no hubo eco.

Solo el crujir del mapa... como si respirara miedo.

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Horas después, Ezra apareció en el taller. Mojado por el sudor, el mar o ambos.

-Lyra -dijo, apenas en un susurro-. El mapa está vivo. Se mueve con mi sangre. Y con la tuya.

Ella lo miró, trémula. No por miedo, sino por reconocimiento.

-¿Qué viste?

-Una sombra sin nombre. Que conoce el mío.

Ella quiso tocarlo, detener el temblor en su voz. Pero fue Cassian quien apareció primero. Con su uniforme intacto, su expresión hecha de muros.

-¿Qué le estás haciendo? -dijo él, espada al cinto-. ¿Qué traes contigo?

Ezra lo miró, sin rabia.

-Traigo lo mismo que tú: un juramento roto.

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Los tres callaron. El mapa, en la mesa, brillaba como una herida abierta.

Y entonces...

Se agrietó.

No el papel. No la tinta.

La realidad.

Una línea negra, imposible, cruzó el mapa desde el centro hacia los márgenes. Y de su interior, se filtró un murmullo.

No era palabra.

Era un nombre... olvidado.

Lyra retrocedió, como si lo hubiera oído en sueños. Cassian desenfundó. Ezra cerró el puño sobre su marca sangrante.

> "Cuando despierte...

Solo uno de ustedes seguirá respirando."

No fue una amenaza.

Fue una promesa.

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Epílogo del capítulo:

En lo alto del faro, el viento arrastró una gaviota muerta sobre las olas.

La noche ya no era solo noche.

Era preludio.

El mapa tembló.

Y desde el trazo más oscuro...

el Nómada sonrió.

            
            

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