Capítulo 3 Voces Desde El Abismo

La noche se había posado sobre Nymira como un manto de ceniza.

Las estrellas colgaban en un cielo tan quieto que parecía a punto de romperse.

Y en la cubierta del Sombra del Leviatán, Ezra no podía dormir.

El mapa estaba extendido frente a él, bajo la luz temblorosa de una linterna de aceite.

Las líneas danzaban sobre el pergamino como si respiraran. Como si escucharan.

No viento. No marea.

Algo más antiguo.

-¿La has sentido también? -preguntó Ivy, apareciendo sin sonido, sombra entre sombras.

-Desde que puse un pie en puerto -respondió Ezra sin apartar la vista del horizonte-.

Algo viejo... algo que me recuerda.

Ivy no preguntó más.

Ella también había sentido el susurro. La advertencia.

Ezra cerró el mapa con suavidad, pero sabía que no era suficiente.

Lyra aún no sabía que ese papel maldito llevaba la sangre de su linaje.

Que los Venn eran más que constructores de barcos o cartógrafos olvidados.

Eran guardianes. Y prisioneros.

Y que el nombre real del mapa estaba escrito en el reverso con tinta que cantaba.

O lloraba. A veces era difícil saber la diferencia.

Y eso no era lo peor.

El mapa ya había empezado a cantar.

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En el taller vacío, Lyra colocó el mapa sobre la vieja mesa de su infancia.

Sus dedos temblaban.

Las líneas no tenían sentido lógico, pero su sangre respondía a ellas como si recordara.

Un murmullo la rodeaba. No palabras. Un eco. Una lengua que no había oído nunca, pero que entendía de forma instintiva. Como si su alma la hubiera hablado antes.

-Esto... fue hecho por mi padre -susurró-. El mapa que cantaba con las mareas...

Cassian apareció en la puerta. Su silueta recortada por la luz del farol.

Lyra ocultó el mapa como una niña atrapada en secreto.

-No tienes que mentirme -dijo él con voz tranquila-. Solo dime que sabes lo que haces.

-No. Pero si no lo descubro yo... lo hará Ezra.

Cassian frunció el ceño.

-¿Y si él ya no es el mismo?

Lyra lo miró.

Y su silencio fue la respuesta.

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Lejos, en la Isla de los Susurros, las antorchas formaban una corona de fuego.

Los acólitos de la Sangre Silente entonaban un cántico bajo, casi reverente.

En el centro, un estanque de agua negra burbujeaba, aunque no había calor.

Solo poder.

-El mapa ha despertado -declaró Mara de la Marea, su voz multiplicada en la caverna.

Un joven cayó de rodillas. Su sangre se esparció en espiral sobre la piedra.

La Marca brilló.

El precio fue pagado.

-El hijo pródigo porta la maldición del Nómada -susurró una máscara.

Y como si el mar respondiera, un rugido surgió desde el abismo.

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Esa noche, Ezra soñó.

No con el mar que conocía, sino con otro más oscuro.

Silente. Espeso como tinta.

Y en él, una figura emergía entre los restos de barcos hundidos.

Tenía rostro... pero sin ojos.

Tenía voz... pero sonaba como metal bajo el agua.

-Estás marcado, Ezra Drake...

Tus pecados no se hunden.

Te seguirán hasta el fin del mundo.

Ezra despertó jadeando.

En su antebrazo, la espiral ardía.

Una espiral como la que Elira Venn había grabado en el mapa siglos atrás.

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Desde la colina, Selene la Rompejuramentos observaba Nymira con un catalejo de obsidiana.

A su lado, un joven con máscara de hueso escupía hacia el mar.

-¿De verdad crees que ella aún lo ama?

Selene sonrió con lentitud.

-No me importa si lo ama.

Me basta con que aún le tema.

El Lamento del Sol cortaba las olas, veloz y silencioso.

Y con él... venía una tormenta que ni el mapa más antiguo podría predecir.

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Epílogo del capítulo

El mapa vibraba con un pulso que no era humano.

Las líneas se retorcían como serpientes atrapadas.

Y el cuervo.

El cuervo negro que solo visitaba los sueños de Ezra... graznó.

Una vez.

Dos.

Tres.

El Nómada ya no dormía.

Y el mar... el mar recordaba.

            
            

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