Mi relación con Mateo comenzó en un foro de flamenco.
Él era "Duende", un guitarrista anónimo de Granada. Yo era "Luz de Luna", una estudiante de Bellas Artes en Sevilla.
Durante meses, solo existimos a través de la música que me enviaba y las largas charlas nocturnas.
Su forma de tocar la guitarra me conmovía profundamente.
Me enamoré de su alma antes de conocer su rostro.
Hoy, por fin, nos íbamos a encontrar.
"Ya tengo el billete, Sofía. Llego a Santa Justa a las cinco de la tarde. No sabes las ganas que tengo de verte".
El mensaje de Mateo iluminó la pantalla de mi móvil, junto a la foto del billete de tren. Mi corazón se aceleró, pero no solo de emoción.
El pánico me invadió.
Miré mi reflejo en la pantalla oscura del teléfono: pelo castaño, liso y sin gracia, una cara demasiado común, ropa sencilla. No era la chica que él imaginaba. No era la "Luz de Luna" apasionada y misteriosa.
Mi compañera de piso, Isabella, entró en la habitación. Era la chica más popular de la facultad, con una belleza que deslumbraba y una confianza que yo nunca tendría.
"¿Qué te pasa, Sofi? ¿Por qué esa cara?"
Le hablé de Mateo, de nuestro encuentro.
"¿Un chico de internet? Ten cuidado, Sofía. Esos artistas bohemios son todos iguales, poco fiables. Déjame ir a mí primero, así lo evalúo por ti y me aseguro de que no es un bicho raro".
Su tono era protector, pero sus ojos brillaban con una luz extraña.
En ese instante, algo cambió.
Unas líneas de texto brillante aparecieron flotando ante mis ojos, como los comentarios de una retransmisión en vivo.
<"¡Qué lista es Isabella! Así es como se protege a una amiga tonta.">
<"Seguro que el tal Mateo es un bombón. Isabella lo conquistará en cinco minutos.">
<"Pobre Sofía, siempre tan insegura. Va a perder al hombre de su vida por cobarde.">
<"Jajaja, cuando vea lo guapo que es, intentará recuperarlo, pero él ya solo tendrá ojos para nuestra reina Isabella. ¡Qué patética!">
Me quedé helada.
Así que eso era. Yo era solo un personaje secundario en la historia de Isabella, la heroína. Mi inseguridad era el trampolín para su romance perfecto.
Una rabia fría y desconocida recorrió mi cuerpo.
No. No esta vez.
Miré a Isabella y forcé una sonrisa temblorosa.
"Tienes razón, Isa. Me da mucho miedo. ¿De verdad harías eso por mí?"