Isabella sonrió, satisfecha.
"Claro, tonta. Para eso están las amigas".
Se dio la vuelta y empezó a rebuscar en su armario, sacando vestidos y zapatos caros.
"Le diré que soy 'Luz de Luna'. Cuando vea que no es un peligro, te llamo y vienes".
Su plan era perfecto. En su mente, claro.
Mientras ella se probaba un vestido rojo ajustado, yo cogí mi móvil.
Con los dedos temblando, le escribí a Mateo.
"Duende, lo siento muchísimo. Ha surgido un imprevisto familiar muy grave. ¿Podríamos vernos mañana a la misma hora? De verdad que lo siento".
La respuesta de Mateo fue casi inmediata.
"Claro que sí, Sofía. No te preocupes. Lo primero es la familia. Mañana entonces. Un beso muy fuerte".
Respiré hondo. El primer paso estaba dado.
Me volví hacia Isabella, que ahora se estaba maquillando con una precisión milimétrica.
"Mateo me acaba de escribir", dije, intentando que mi voz sonara decepcionada. "Dice que su tren se ha adelantado, que llega a las cuatro".
Isabella ni siquiera me miró.
"Perfecto. Así tengo más tiempo para conocerlo bien".
Se puso su perfume más caro, uno que olía a lujo y arrogancia.
"No te preocupes, Sofi. Te lo dejaré listo para cuando llegues".
Los comentarios volvieron a aparecer.
<"¡Isabella es la mejor! ¡Va a darle una lección a ese guitarrista!>
<"Qué buena amiga, sacrificándose por la sosa de Sofía.">
<"Ya me imagino la cara de Sofía cuando Isabella le diga que Mateo se ha enamorado de ella. ¡Drama!">
Apreté los puños.
Isabella salió de la habitación como una estrella de cine camino de un estreno.
La vi marcharse por la ventana, segura de su victoria.
Esperé.
Pasaron las cuatro. Las cinco. Las seis.
A las siete y media, la puerta se abrió de un portazo.
Isabella entró furiosa, con el maquillaje corrido y el pelo revuelto.
"¡No ha aparecido! ¡He estado esperando como una idiota durante horas!"
Puse mi mejor cara de sorpresa y cogí el móvil.
"¡Ay, Isa, lo siento! Mira, me acaba de escribir. Dice que su tren se canceló en el último momento. Qué mala suerte".
Me miró con los ojos entrecerrados, llena de sospecha.
Pero no podía demostrar nada.
"Mañana... ¿vendrá mañana?", preguntó, con la voz cargada de rabia contenida.
Asentí, fingiendo inocencia.
"Sí, a la misma hora".