De Campesina a CEO: Mi Propia Luz
img img De Campesina a CEO: Mi Propia Luz img Capítulo 1
2
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 1

El aire del aula olía a dinero y perfume caro, un aroma que se me pegaba a la piel y me recordaba constantemente que yo no pertenecía a ese lugar.

Mi nombre es Lucía.

Llevaba el pelo recogido en una coleta tirante y un uniforme de segunda mano que me quedaba un poco grande.

Para conseguir la beca, tuve que ponerme de pie frente a toda la clase y explicar por qué la necesitaba.

Hablé de mi padre, un agricultor con una pierna lesionada por un accidente en el olivar.

Hablé de nuestra pequeña casa en un pueblo perdido de Andalucía, donde el olor a tierra mojada era el único perfume que conocíamos.

Mientras hablaba, sentí la mirada de Sofía clavada en mí.

Sofía era la reina de la escuela, la hija de un banquero. Era guapa, rica y cruel.

Se parecía un poco a mí, una versión pulida y brillante de lo que yo podría haber sido en otra vida. Quizás por eso me odiaba tanto.

Cuando terminé mi discurso, con la cara ardiendo de vergüenza, Sofía soltó una risa seca.

"Pobrecita. ¿Necesitas dinero? Toma."

Sacó un fajo de billetes de su bolso de diseño y lo arrojó al suelo, cerca de mis pies.

El dinero se esparció por el suelo de mármol.

La clase entera se quedó en silencio, observando.

Me agaché lentamente, recogí cada billete y se los devolví.

"Gracias, pero no lo necesito."

Mi calma pareció enfurecerla más. Su cara perfecta se contrajo en una mueca de asco.

"Ya veremos qué necesitas al final del semestre, campesina."

Esa misma tarde, en el baño, la oí hablar con sus amigas. Hablaban de un juego.

"El juego del amor ciego."

Así lo llamaban.

Metían los nombres de los marginados en una caja y sacaban uno al azar. El objetivo era enamorar a esa persona y luego destruirla públicamente.

Escuché mi nombre.

Lucía.

La chica becada.

El objetivo de este año.

Mi corazón no se aceleró. No sentí miedo, solo un frío pragmatismo. La vida ya me había enseñado a ser dura. El acoso era algo familiar para mí.

En mi antiguo instituto, me aislaban por ser la lista de la clase. Me escondían los libros, escribían insultos en mi pupitre.

Aprendí a no reaccionar, a convertir su odio en combustible.

Esta vez no sería diferente.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022