El Precio de la Humillación
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Capítulo 2

Me quedé mirando la pantalla del cajero, incapaz de procesar la cifra. 500,00 €.

"¿Lina? ¿Qué pasa?", la voz de Sylvia me sacó de mi trance.

"No está", susurré. "El dinero no está".

Le enseñé el recibo. Sylvia lo cogió, lo leyó dos veces y su expresión se endureció.

"Esto no tiene sentido. Vamos a llamar a Máximo".

Saqué el móvil. Mis manos temblaban tanto que casi se me cae. Marqué su número.

"Cariño, ¿qué tal? ¿Has encontrado el vestido de tus sueños?", su voz sonaba alegre, despreocupada.

"Máximo, el dinero... no está en la cuenta. Solo hay 500 euros".

Hubo un silencio al otro lado. Un silencio demasiado largo.

"¿Cómo que no está? Eso es imposible. Yo mismo vi a mi madre hacer la transferencia. Debe ser un fallo del sistema. Inténtalo más tarde".

"No es un fallo, Máximo. Lo he comprobado. Faltan 19.500 euros".

"Bueno, no te alteres. Lo hablaré con mi madre esta noche. Tranquila".

Colgó. No me dio tiempo a decir nada más. La palabra "tranquila" resonó en mi cabeza, pero me sentía de todo menos tranquila. Me sentía humillada, confundida y una rabia fría empezaba a crecer en mi interior.

Esa noche, fui a casa de los Castillo. La madre de Máximo me recibió con su sonrisa ambigua de siempre. Máximo estaba a su lado, con cara de preocupación fingida.

"Lina, querida, Máximo me ha contado lo de la tarjeta", dijo su madre, sirviéndose una copa de vino. "El dinero se te dio para gastar. Si ya lo has usado, no pasa nada".

Me quedé helada.

"¿Usado? ¿Cómo iba a usar 19.500 euros en una semana sin que ni siquiera te hayas dado cuenta?", pregunté, mirándola directamente a los ojos.

Ella se encogió de hombros. "Bueno, cada uno tiene sus gastos. Quizás te emocionaste un poco, es comprensible. No tienes que avergonzarte".

Máximo intervino. "Cariño, a lo mejor hiciste algunas compras online, reservaste algo para la luna de miel... A veces uno no se da cuenta de lo que gasta".

Me estaban acusando. Sutilmente, con palabras amables, pero me estaban llamando ladrona o, en el mejor de los casos, una manirrota descontrolada. Una pobretona que nunca había visto tanto dinero junto y se había vuelto loca.

"Yo no he gastado ese dinero", dije, con la voz firme.

La tensión en la sala era palpable. La madre de Máximo dejó su copa. "Bueno, si tú lo dices... Pero el dinero no se evapora, Lina".

            
            

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