El plan de Sylvia era simple, pero brillante.
Al día siguiente, llamé a Máximo. Puse mi voz más dulce, la voz de la novia ilusionada que él esperaba.
"Cariño, he estado mirando unos pendientes para la boda. Son preciosos. Cuestan 450 euros. ¿Te parece si los compro con la tarjeta? Como solo quedan 500, es perfecto".
Hubo un silencio al otro lado de la línea. Pude oír su respiración agitada.
"¿450 euros? ¿En unos pendientes?", su tono ya no era dulce. Era tenso, nervioso. "Lina, ¿no crees que es un gasto innecesario ahora mismo? Podemos buscar algo más económico. O usar los de tu abuela".
"Pero me hacen mucha ilusión, y es con el dinero que me dio tu madre para estas cosas", insistí, disfrutando de su incomodidad.
"Sí, pero... piénsalo bien. Es casi todo lo que queda. Mejor guardarlo para imprevistos. No los compres, por favor. Ya veremos qué hacemos".
Bingo.
Si él realmente creyera que yo había gastado los 19.500 euros, ¿qué más le darían 450 euros? ¿Por qué se pondría tan nervioso por agotar un saldo que, según él, ya estaba prácticamente vacío por mi culpa?
Se puso nervioso porque sabía perfectamente que esos 500 euros eran lo único que había habido en esa cuenta desde que él mismo la vació.
Le colgué. La rabia que sentía era tan intensa que tuve que sentarme. No era solo el dinero. Era la mentira, la manipulación, la humillación. Me había hecho dudar de mí misma, me había enfrentado a mis padres. Todo por su avaricia y su cobardía.
Llamé a Sylvia inmediatamente.
"Lo tenemos. Ha picado el anzuelo".
"Lo sabía", dijo Sylvia, con una satisfacción sombría. "Ese cabrón ha sido. Ahora, ¿qué quieres hacer? ¿Dejarle y ya está?"
"No", dije, y mi propia voz me sorprendió por su dureza. "No voy a irme como una ladrona. No voy a dejar que su madre le cuente a todo el mundo que su hijo me dejó porque era una aprovechada. Quiero que todo el mundo sepa la verdad. Quiero una exposición pública".
Sylvia se quedó en silencio un momento. Luego soltó una carcajada.
"Esa es mi chica. Me encanta. Tengo una idea. ¿Siguen con la idea de la 'pedida de mano' oficial en ese tablao flamenco?"
"Sí", respondí. "Insistieron. Para impresionar a sus amigos y familiares".
"Perfecto", dijo Sylvia. "No hay mejor escenario para un drama. Mi primo es DJ y organizador de eventos. Sabe cómo montar un buen espectáculo. Déjame hacer un par de llamadas".
La venganza empezó a tomar forma. Ya no se trataba de recuperar mi honor. Se trataba de destruir el suyo.