Engaño Mortal: La Venganza de Luna
img img Engaño Mortal: La Venganza de Luna img Capítulo 2
3
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

"¡Insolente!"

La voz de mi suegra, La Doña, resonó como un látigo en la sala principal. Su rostro, normalmente impasible y severo, estaba contraído por la furia.

"Las reglas de la familia son claras. Guardarás luto por un año. ¡Un año entero de respeto por el hombre que te dio todo!"

Se refería a su hijo, el verdadero líder, el que ahora todos creían que era mi esposo muerto. La ironía era tan amarga que casi me hizo sonreír.

"Con todo respeto, Doña," respondí, mi voz deliberadamente calmada, "las reglas también dicen que la viuda de un líder no puede permanecer sola. Es una cuestión de seguridad y estabilidad para el cártel."

Era una regla antigua, casi olvidada, pero existía. La había descubierto en mi vida pasada, leyendo viejos libros de la familia mientras esperaba inútilmente a Ricardo.

"¡Silencio!" gritó ella, golpeando la mesa con la palma de la mano. "¡No me hables de reglas que tú misma estás pisoteando con tu descaro!"

En ese momento, Ricardo, interpretando su papel de cuñado afligido, se acercó. Puso una mano en el hombro de su madre, un gesto de consuelo que era pura actuación.

"Mamá, por favor. Luna no está pensando con claridad. El dolor la está haciendo decir cosas que no siente."

Luego se giró hacia mí, sus ojos llenos de una falsa preocupación que me revolvió el estómago.

"Luna, sé que estás sufriendo. Todos lo estamos. Perder a mi hermano... es un golpe terrible. Pero no puedes reaccionar así. Es una falta de respeto a su memoria."

Sus palabras eran para el público, para los capitanes y miembros de la familia que nos observaban en silencio. Quería pintarme como una esposa infiel e histérica, una mujer desequilibrada por el dolor.

Mi suegro, Don Fernando, el verdadero patriarca del cártel, observaba todo desde su sillón de cuero. Su rostro era una máscara de dolor genuino por la pérdida de su hijo primogénito. Sus ojos, normalmente agudos y calculadores, estaban nublados por la tristeza.

"Luna," dijo con voz grave, "tu comportamiento nos deshonra a todos. Tu esposo era un gran hombre. Merece tu lealtad, incluso en la muerte."

Sentí una punzada de culpa, no por Ricardo, sino por este hombre que había perdido a su verdadero heredero y ni siquiera lo sabía. Pero no podía dejar que eso me detuviera.

En medio del tenso silencio, mi hermana Estrella sollozó suavemente. Ricardo se giró hacia ella de inmediato, olvidándose de mí. La rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia su pecho.

"Tranquila, Estrellita. Todo va a estar bien. Yo estoy aquí para cuidarte," le susurró, acariciando su cabello.

La forma en que la miraba, la ternura en su voz, la intimidad de su gesto... era exactamente como en mi vida pasada. Un veneno lento que me había consumido por dentro.

Recordé todas las veces que Ricardo, mi esposo, me había dejado sola en nuestra cama para ir a "consolar" a mi hermana por alguna tontería. Las excusas, las miradas secretas que compartían, los pequeños detalles que yo, en mi ceguera de amor, había decidido ignorar.

Siempre me decía que era sobreprotector con ella, que se sentía responsable por la hermana pequeña de su esposa. Y yo le creí.

El recuerdo de su traición avivó el fuego en mi interior, quemando cualquier rastro de duda.

Ya no era la mujer ingenua que esperaba en las sombras. Era una sobreviviente.

Me enderecé, enfrentando la desaprobación de toda la familia.

"Mi decisión está tomada," declaré, mi voz sin un ápice de temblor. "Me casaré de nuevo. Y lo haré esta misma semana."

            
            

COPYRIGHT(©) 2022