Me Caso Con Tío de Mi Novio
img img Me Caso Con Tío de Mi Novio img Capítulo 3
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Mi amenaza pareció divertir a Alejandro en lugar de disuadirlo, su sonrisa se ensanchó, mostrando una crueldad que nunca antes había visto tan claramente.

"¿Arrepentirme? ¿Tú me vas a hacer arrepentirme a mí?", se burló, "Sofía, sigues siendo la misma ingenua de siempre".

Se giró hacia los dos hombres corpulentos que lo habían seguido en silencio, sus guardaespaldas personales.

"Ustedes dos, quítenle a ese mocoso", ordenó con un gesto displicente de la mano.

Los dos hombres intercambiaron una mirada incómoda, sus ojos moviéndose nerviosamente de Alejandro a mí, y luego al retrato sobre la chimenea.

Conocían esta casa, sabían quién era el verdadero dueño.

Uno de ellos, el más viejo, carraspeó.

"Señor Alejandro, con todo respeto... este es el pequeño Daniel, el hijo del señor...", empezó a decir, pero Alejandro lo interrumpió con un rugido.

"¡No me importa de quién sea hijo! ¡Les di una orden! ¿O acaso también se han vuelto blandos?".

La furia en su voz hizo que los guardaespaldas retrocedieran, pero aún dudaban.

Viendo su vacilación, Alejandro resopló con desdén y decidió actuar por sí mismo.

Se abalanzó hacia mí, sus manos como garras dirigiéndose directamente a Daniel.

Grité y me giré, usando mi cuerpo como escudo para proteger a mi hijo.

Fue en ese preciso instante de caos que Laura ejecutó su plan.

Con un pequeño grito ahogado, se tambaleó hacia un lado y se dejó caer al suelo de manera teatral, acunando su vientre con una expresión de dolor extremo.

"¡Ah! ¡Mi bebé!", gimió, mirando a Alejandro con los ojos llenos de pánico. "¡Alejandro, me empujó! ¡Sofía me empujó!".

La acusación era tan absurda, tan descaradamente falsa, que por un segundo me quedé sin aliento.

Pero Alejandro no necesitaba pruebas, solo una excusa.

Se detuvo en seco, girándose para ver a Laura en el suelo. La mentira de ella fue la chispa que encendió el polvorín de su ira.

Su rostro se contorsionó en una máscara de furia justiciera.

"¡Maldita seas, Sofía!", gritó, su voz rebotando en las paredes de mármol. "¡No solo me traicionas, sino que ahora intentas lastimar a mi hijo nonato!".

Se acercó a mí, su cuerpo temblando de rabia.

Daniel, asustado por los gritos, empezó a llorar en mis brazos.

"¡Arrodíllate!", me ordenó, su dedo temblando mientras señalaba a Laura. "¡Arrodíllate ahora mismo y pídele perdón a Laura, o juro por mi vida que haré que este mocoso pague por tu insolencia!".

Mi sangre se heló.

Miré sus ojos, desquiciados y llenos de una ira irracional, y supe que no estaba bromeando.

Miré a mi hijo, cuyo pequeño cuerpo temblaba de miedo.

Mi orgullo, mi dignidad, mi rabia... nada de eso importaba frente a la seguridad de Daniel.

Con el corazón hecho pedazos por la humillación, pero con la determinación de una madre, doblé lentamente las rodillas.

El frío del suelo de mármol se filtró a través de mi ropa mientras me arrodillaba, manteniendo a Daniel abrazado contra mi pecho.

"Lo siento", susurré, las palabras sabiendo a ceniza en mi boca.

Pero para Alejandro, no fue suficiente.

"¡No te oigo!", gritó. "¡Quiero que le ruegues por su perdón!".

Se acercó y, para mi horror y el de los sirvientes que observaban impotentes, levantó su pie y lo colocó sobre mi hombro, empujándome hacia el suelo.

"Y este bastardo", siseó, su rostro a centímetros del de mi hijo, "va a aprender a no interponerse en mi camino".

Agarró el bracito de Daniel con una fuerza desmedida, y mi hijo soltó un grito de dolor.

El mundo se detuvo.

El único sonido era el llanto aterrorizado de mi hijo, un sonido que desgarraba mi alma.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022