Ya no había duda, ya no había lugar para la negociación ni para el perdón.
Solo quedaba la justicia.
Una nueva notificación apareció en la pantalla azul.
[Sistema de Justicia Kármica detectado. Anfitrión compatible encontrado: Ricardo.]
[¿Desea vincular el sistema?]
[SÍ / NO]
No dudé ni un segundo.
Mentalmente, o quizás susurrando en la soledad del auto, elegí "SÍ".
La pantalla parpadeó y cambió.
[Sistema vinculado con éxito. Misión principal: Impartir justicia a los transgresores.]
[Herramienta disponible: Intercambio de Almas.]
[Descripción: Permite intercambiar las almas de dos individuos seleccionados por un período de tiempo determinado. Los individuos retienen sus recuerdos y conciencia, pero habitan el cuerpo del otro.]
[Objetivos potenciales para intercambio de almas: Sofía y Mateo.]
[¿Desea iniciar el intercambio de almas ahora?]
[SÍ / NO]
Una sonrisa lenta y fría se dibujó en mi rostro.
Era perfecto. Era poético.
Sofía quería al "verdadero" Mateo, ¿no? Pues lo iba a tener.
Iba a tener su cuerpo, sus deudas, su vida miserable.
Y Mateo, que tanto ansiaba la fortuna de Sofía, también iba a conseguir lo que quería.
Iba a tener su cuerpo, su nombre y el acceso a toda la riqueza que creía poder robarme.
"Sí," dije en voz alta, saboreando la palabra. "Iniciar intercambio ahora."
La pantalla brilló intensamente y luego se desvaneció.
En ese mismo instante, en la suite de un hotel de lujo que Sofía había pagado, la escena era muy diferente.
Sofía, o más bien el alma de Sofía, despertó en el cuerpo de Mateo.
Lo primero que sintió fue el dolor punzante en la espinilla.
Se miró las manos, grandes y callosas, y soltó un grito ahogado.
Vio su propio cuerpo, el cuerpo de Sofía, sentado en el borde de la cama, mirándola con una expresión de pura confusión.
Pero la persona dentro de ese cuerpo era Mateo.
"¿Qué... qué demonios?" dijo Mateo con la voz de Sofía, una voz que sonaba extrañamente aguda y femenina saliendo de sus labios.
Sofía, en el cuerpo de Mateo, se levantó de un salto.
Corrió al espejo del baño y lo que vio la hizo gritar de terror.
La cara de Mateo le devolvía la mirada.
"¡No, no, no! ¡Esto no puede estar pasando!"
En un ataque de pánico y negación, se abofeteó a sí misma con la mano de Mateo.
El dolor fue real, agudo.
"¡Auch!" gritó, su voz sonando grave y masculina.
Mateo, en el cuerpo de Sofía, la observaba desde la puerta, su rostro era una mezcla de terror y fascinación.
"¿Sofía? ¿Eres tú... en mi cuerpo?"
"¡Claro que soy yo, imbécil!" gritó ella. "¡Y tú estás en el mío! ¿Qué hiciste?"
"¿Yo? ¡Yo no hice nada!" respondió Mateo, tocándose la cara, el cabello, el cuerpo que ahora habitaba. "Debió ser... debió ser Ricardo."
Sofía, en el cuerpo de Mateo, se quedó helada.
Ricardo.
Su amenaza en el teléfono resonó en su cabeza: "Vas a lamentar cada palabra que acabas de decir."
Mateo, mientras tanto, comenzaba a procesar la situación.
Miró sus nuevas manos, delicadas y con las uñas perfectamente cuidadas.
Luego, una sonrisa torcida comenzó a formarse en los labios de Sofía.
"Esto es... interesante," dijo con la voz de ella.
Sofía, atrapada en el cuerpo maltratado de Mateo, lo miró con furia.
"¿Interesante? ¡Es una pesadilla!"
Se abofeteó de nuevo, más fuerte esta vez, como si el dolor pudiera despertarla.
"¡Oye, con más cuidado!" gritó Mateo desde el cuerpo de Sofía. "¡Esa es mi cara ahora!"
Y para devolverle el gesto, levantó su nueva mano y le dio una bofetada al rostro de Mateo que ahora habitaba Sofía.
El sonido del golpe resonó en la habitación del hotel, el inicio de su infierno personal.