Y ella, Sofía Vargas, es "La Perla" .
La hija legítima, la princesa del imperio tequilero, la dueña de todo lo que yo debería haber tenido.
Incluido el hombre que ahora mismo me decía que me amaba.
Para llegar a este punto, para tener a Diego comiendo de mi mano, he hecho cosas que la gente llamaría una locura.
Hace años, el día del examen de admisión a la universidad más importante del país, simplemente no me presenté.
Mi maestra, que siempre creyó en mí, me llamó llorando, decepcionada.
"Elena, ¿por qué? Tenías el futuro en tus manos."
Todos en el rancho se rieron.
"Mírala," decía Doña Guadalupe, la madre de Sofía, con su habitual desprecio, "la mosquita muerta resultó ser una tonta. Tanto estudiar para nada. Al final, su lugar está aquí, sirviendo."
Sofía se burló en mi cara.
"¿Creíste que podías ser más que yo? Pobre ilusa. Tu destino es limpiar mis zapatos."
Nadie entendió. Nadie sabía que renunciar a ese futuro era el primer paso de mi venganza.
Necesitaba quedarme aquí, cerca de ellos, cerca de Sofía.
Cerca de Diego.
Porque mi plan no era tener un título universitario, mi plan era despojarlos de todo.
Y esta noche, todo estaba a punto de comenzar.
"Tengo que irme," le dije a Diego, apartándolo suavemente. "Sofía me estará buscando."
Él frunció el ceño, su rostro de galán de cine lleno de una falsa preocupación.
"Que espere. No soporto cómo te trata. Eres demasiado buena para ellos, Elena. Algún día, te sacaré de aquí."
Asentí, fingiendo una gratitud conmovida.
"Lo sé, Diego. Lo sé."
Pero esta noche, la farsa se rompió.
Al menos para mí.
Una hora antes, había visto algo que no debía.
Sofía y Diego, creyendo que nadie los veía, se encontraron junto a los establos.
Yo estaba oculta, como siempre, en las sombras.
Él la tomó por la cintura, la besó con una pasión que nunca me había mostrado a mí.
"Mi amor," le dijo él, con la misma voz con la que me susurraba a mí, "pronto seremos marido y mujer. Y todo este imperio será nuestro."
Sofía se rió, una risa chillona y arrogante.
"Por supuesto, mi vida. Pero, ¿qué hay de esa gata arrastrada de Elena? ¿Ya te la quitaste de encima?"
El corazón se me detuvo por un segundo.
Diego sonrió, una sonrisa torcida y cruel.
"Tranquila, mi perla. La tengo justo donde quiero. La pobrecita cree que soy su salvador. Es tan fácil de manipular, cree que tú eres la mala del cuento y ella la víctima."
"Me da asco que la toques," dijo Sofía, haciendo un puchero.
"Es un sacrificio necesario, mi amor. Con ella de nuestro lado, convenciéndola de que la ayudaremos a vengarse de tu padre, tendremos acceso a todo. Ella es la llave. Una vez que tengamos el control, la desecharemos como la basura que es."
Me quedé helada.
Así que esa era la verdad.
Yo, que me creía la maestra de la manipulación, estaba siendo manipulada.
Diego no era mi aliado.
Era un gigoló, un peón más ambicioso que solo buscaba el poder de la familia Vargas a través de Sofía.
Y yo solo era una herramienta.
Una idiota útil.
El dolor fue agudo, pero duró poco.
Fue reemplazado por una furia fría y cortante.
Más tarde, durante la cena familiar, fingí un terrible dolor de estómago.
Doña Guadalupe me miró con fastidio.
"Siempre arruinando los momentos importantes. Vete a tu cuarto."
Me levanté, pidiendo disculpas con la cabeza gacha.
Al pasar por el pasillo que llevaba a las habitaciones de servicio, me detuve.
La puerta del despacho de Don Ricardo estaba entreabierta.
Escuché las voces de Diego y Sofía.
"Papá, tienes que entender," decía Sofía, "la boda no puede esperar. Unir a los Navarro y los Vargas consolidará nuestro poder en la región."
"El muchacho me agrada," dijo la voz grave de Don Ricardo, "pero algo en él no me convence. Y Elena... esa muchacha está demasiado callada. Las aguas mansas son las más profundas."
"¡Papá, por favor! ¿Sigues pensando en esa bastarda? Es una sirvienta, nada más. Diego solo le tiene lástima, por eso es amable con ella. Es un buen hombre."
Escuché la risa de Diego.
"Señor, no se preocupe por Elena. Es una chica... simple. Sofía es la única mujer para mí. Lo único que me interesa es hacerla feliz y unir nuestras familias."
Una mentira tras otra.
Salí de la casa sin hacer ruido, caminando por el sendero de grava que llevaba a la carretera.
Necesitaba aire.
Mi plan original, usar a Diego para destruir a Sofía, se había hecho pedazos.
Pero uno nuevo, más oscuro y terrible, comenzaba a formarse en mi mente.
Ya no se trataba solo de quitarle a Sofía lo que amaba.
Ahora se trataba de aniquilarlos a todos.
Mientras caminaba, dos de los invitados que salían de la fiesta pasaron a mi lado.
"Pobre chica," dijo una mujer. "Es la hija ilegítima, ¿sabes? Siempre a la sombra de la otra."
"Pues yo escuché que anda de resbalosa con el prometido de la hermana," contestó el hombre. "Esas mustias son las peores. Unas trepadoras."
Apreté los puños.
Me habían subestimado toda mi vida.
Me veían como la sombra, la tonta, la sirvienta, la trepadora.
Perfecto.
Nadie ve venir el golpe de una sombra.
Recordé de nuevo el día del examen.
Todos pensaron que había tirado mi futuro a la basura por estupidez.
La verdad es que lo había tirado para construir uno nuevo.
Uno donde yo no fuera la víctima.
Uno donde los Vargas y los Navarro pagaran por todo el daño que me habían hecho a mí, y a mi madre.
Mi madre.
Su rostro atormentado apareció en mi mente.
Ella fue la primera víctima de Don Ricardo.
Y su sufrimiento era el motor que me había impulsado todos estos años.
Ahora, tenía un nuevo motor.
El veneno de la traición de Diego.
Me detuve al final del camino, mirando las luces del rancho a lo lejos.
Parecía un palacio brillante en medio de la noche.
Pero yo conocía la podredumbre que se escondía dentro.
Y yo iba a ser la plaga que lo consumiría todo.
Respiré hondo, el aire frío de Jalisco llenando mis pulmones.
El juego había cambiado.
Y ahora, yo iba a escribir las reglas.