Tras la actuación inicial de cuidado, la mayor parte del tiempo lo pasaron en el solárium, conversando y riendo con Javier. Este último, "recuperado" por completo de sus "lesiones", se había convertido en un elemento permanente en la casa de los Garza; un invitado apreciado por las tres herederas.
Desde su cuarto, Damián escuchaba las risas que subían por las escaleras, observándolo todo con una frialdad clínica y distante, como un sociólogo que analiza a una extraña tribu alienígena y sus extraños rituales de adoración.
De vez en cuando, alguna de ellas subía a ver cómo estaba.
Una tarde, Jimena apareció en la puerta y comentó: "Te ves mejor, Damián". Sus ojos recorrieron la habitación, con un leve ceño fruncido. "Tu cuarto parece más vacío, ¿redecoraste?".
Las estanterías personalizadas que Karla le había regalado ya no estaban, y también había desaparecido el globo terráqueo antiguo del padre de Daniela. Poco a poco, todo lo que lo ataba a ellas iba desapareciendo.
"Solo estoy quitando cosas", murmuró él con voz ronca. "No me gusta acumular desorden".
Ella lo miró con cierta sospecha, pero antes de que pudiera decir algo más, la voz de Javier resonó desde abajo. "¡Jimena! ¡Tienes que ver este video gracioso!".
"¡Ya voy!", respondió ella, y su rostro se iluminó de inmediato; le dio a Damián una sonrisa apresurada y distraída y se marchó.
Él era un hombre enfermo, y lo abandonaron por un video de gatos; el pensamiento fue tan oscuro y divertido, que una tos seca y áspera, que podría haber sido una risa, sacudió su cuerpo.
Llegó su cumpleaños, y con él, su salud regresó. La hacienda se llenó de preparativos para la gala, considerada el evento social de la temporada. La víspera de la fiesta, sus padres lo visitaron en el estudio.
"Hijo", dijo su padre cerrando la puerta tras de sí, "mañana por la noche, todo Monterrey estará presente; sería el momento perfecto para dar tu anuncio".
Su madre, con mirada esperanzada, precisó: "Anunciar el compromiso". Todavía no comprendía su elección de Alexia Cantú, pero confiaba en la decisión de su hijo.
Damián simplemente dijo: "Estoy de acuerdo".
Cuando sus padres se marcharon, vio una sombra en el pasillo: era Javier, quien claramente había estado escuchando a escondidas, pues su rostro estaba ceniciento. Entró al estudio y tartamudeó: "Señor Garza... ¿De verdad se va a casar?".
"Sí", contestó él, sin apartar la vista de sus papeles.
"¿Pero con quién?", preguntó Javier en un susurro cargado de desesperación.
Para Damián, él no era más que un insecto molesto del que pronto se desharía para siempre.
La noche de la gala fue un despliegue de lujo y poder. El salón de baile resplandecía con diamantes y candelabros. Karla, Daniela y Jimena eran las estrellas de la noche, luciendo vestidos deslumbrantes y rodeadas de admiradores; se movían entre la multitud con una energía nerviosa, sin dejar de buscar a Damián con la mirada.
Los murmullos seguían al cumpleañero a todas partes.
"Míralas, esta noche debe decidirse por una de ellas".
"Apuesto por Karla de la Torre, sus familias han sido aliadas desde siempre".
"No estoy seguro, Daniela Pérez se ve confiada".
Mientras tanto, él bebía su champán y escuchaba, convertido en un fantasma dentro de su propia fiesta.
Finalmente, las tres lo interceptaron junto a la gran escalera.
"Damián, tienes que decírnoslo", exigió Karla, con voz baja y apremiante. "Tu padre está a punto de subir al escenario, ¿a quién escogiste?".
"El nombre de mi prometida no es asunto suyo", respondió con una escalofriante cortesía.
"¡Claro que lo es!", replicó Daniela, perdiendo la compostura. "¡Tiene que ser una de nosotras!".
La expresión en sus rostros no mostraba afecto, sino puro pánico.
En ese momento, Horacio, su padre, subió al escenario y golpeó el micrófono. De pronto, un silencio cubrió la sala.
"Gracias a todos por venir a celebrar el vigésimo quinto cumpleaños de mi hijo Damián", anunció con voz firme que retumbó por los "Esta noche no solo celebramos un año más de vida, sino también un anuncio crucial para el futuro de la familia Garza".
Una ola de murmullos emocionados se extendió entre los asistentes. Los patriarcas de las familias de la Torre, Pérez y Ponce sonrieron y llamaron a sus hijas para que se acercaran.
Karla, Daniela y Jimena intercambiaron miradas de angustia y triunfo a la vez; seguían convencidas de que todo era parte de un juego y que una de ellas sería proclamada vencedora. Se reunieron con sus familias a regañadientes mostrando una mezcla de miedo y anticipación.
"Y ahora", dijo su padre, sonriéndole a su hijo, "dejaré que Damián mismo comparta la buena noticia". Con un gesto lo invitó a subir al escenario y el reflector lo iluminó; este era el momento, la ruptura final y pública.
Dio un paso hacia el escenario.
Y entonces, todo se salió de control. Un fuerte chirrido de estática llenó los altavoces y la enorme pantalla detrás del escenario, que había estado mostrando el emblema de la familia Garza; parpadeó para dar lugar a una imagen inesperada: el rostro de Javier Cienfuegos. Estaba en una habitación con poca luz, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
La multitud entera jadeó y el video comenzó a reproducirse.