"Perdón, ¿con quién estás hablando? ¿Conmigo o con ella?", pregunté. Al ver su expresión de desconcierto, continué: "Hace solo dos segundos, te oí llamarla 'Nena'".
Sabía que estaba siendo mezquina y por un apodo, pero tras encontrarlo en nuestra cama, cogiéndose a otra tipa, sentí que me había ganado el derecho de ser un poco infantil.
"No, te equivocas", me dijo, restándole importancia al asunto.
Yo me di la vuelta y lo fulminé con la mirada.
"¡¿De verdad está intentando hacerme sentir que me estoy volviendo loca?!", le murmuré a Sage.
"¡Siempre dije que era un imbécil estúpido!", se rio amargamente mi loba. "¿Quieres que le arranque el pene de un mordisco?", preguntó casualmente, haciéndome sonreír a pesar del trauma que recorría mi cuerpo. Aunque Mike y yo no éramos compañeros predestinados, yo lo... amaba. Y su traición me dolía.
"¡Como quieras, nena!", grité, repitiendo lo que lo había oído decir hacía menos de dos minutos a la puta que estaba en su cama... ¡Nuestra cama!
"No es lo que parece, te lo juro".
"¿Ah, sí?", repliqué, poniendo los ojos en blanco antes de clavar los ojos en la mujer que se encontraba envuelta en la sábana con timidez. "¿Se resbaló y aterrizó accidentalmente en tu vagina?".
Al ver que intentaba escabullirse de la cama, sacudí la cabeza y espeté: "¡Quédate! ¡Es todo tuyo!".
Acto seguido, metí en mi maleta de mano todo lo que estaba a mi alcance.
"Charlotte, vamos", insistió Mike, levantándose de la cama, desnudo y sin vergüenza. "El trabajo ha sido duro últimamente, y bueno...".
Antes de que terminara la frase, supe que de alguna manera me echaría la culpa, al igual que sabía que le daría un puñetazo en la cara en los próximos treinta segundos.
"Has engordado un poco y ya no te arreglas para mí", dijo, pegando su cuerpo contra mi espalda.
Me tensé por la ironía, dado el encaje azul que llevaba debajo del vestido. Agarré mi maquillaje y lo metí de golpe junto con el resto de mis cosas. Luego cerré mi bolso con manos temblorosas y traté de mantener la calma, mientras él continuaba.
"Podrías esforzarte un poco más para seducirme. Así no tendría que buscar en otra parte".
Yo me giré sin importarme su agarre, eché el puño hacia atrás y, sin previo aviso, le metí un golpe en el ojo; la satisfacción me invadió al oír que se rompía el frágil hueso de su nariz. La sangre salpicó mi vestido y yo contemplé al hombre, asombrada, antes de soltar una carcajada cargada de incredulidad. Los insultos y gemidos de Mike apenas se oían por encima del sonido de mi sangre corriendo por mi cuerpo.
"Sí, hemos terminado", declaré con decisión y el gruñido que mi loba soltó cuando él intentó agarrarme del codo le dio más peso a mi afirmación.
"Nena...", murmuró mi ex, arrepintiéndose al segundo en que mis ojos brillaron con el azul frío de los iris de Sage, quien había tomado el control.
Antes de que el canalla pudiera jadear, mi loba impartió su justicia. Lo noqueó, y su cuerpo se precipitó hacia atrás y cayó al suelo. El tipo estaba flácido y parecía un pretzel, con sus extremidades y ego magullado.
"¡Cuando se despierte, dile que se mantenga alejado de Lottie!", le gruñó Sage a la temblorosa mujer loba, que asintió, paralizada por el miedo.
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"Otro", pedí, golpeando el borde de mi vaso vacío.
El apuesto camarero nos miró a Lilly y a mí, con preocupación. Al parecer, nuestros padres lo ponían nervioso.
"Acabo de encontrar a mi novio cogiéndose a otra; creo que hace falta otra copa, ¿no crees?", solté, alzando una ceja e ignorando el suspiro de Lilly.
Al ver al empleado llenando mi vaso de mala gana, curvé mis labios en una sonrisa.
"¡Gracias!", hipé, tomando la bebida. Luego, alcé mi copa hacia mi amiga y sonreí. Las dos estallamos en risitas infantiles, mientras el empleado se alejaba, sacudiendo la cabeza para demostrar que no estaba impresionado.
Lilly me recogió en cuanto salí de mi apartamento, me dio pañuelos y me dejó desahogar mi ira; me había pasado las últimas horas embriagándome, bailando y tratando de olvidar mi desamor. Pero al ver a mi mejor amiga contemplando su celular con el ceño fruncido, supe que la noche había terminado.
"Charlotte, tengo que irme a dormir", declaró; solo usaba mi nombre completo cuando intentaba ponerse seria. "Mañana tengo que estar perfecta". Con una sonrisa, me levantó de mi silla y me dijo: "Es hora de irnos a casa".
"No puedo... Yo... No puedo volver allí... ¡Él está allí!", balbuceé, girando sobre mis piernas tambaleantes. Mirándola con impotencia, levanté dramáticamente mis brazos en el aire y pedí: "¡¿Puedo quedarme en tu casa, por favor?!".
"Sí, ¡pero te juro que si roncas te mato!", respondió ella entre risas, empujándome hacia la puerta.
Veinte minutos más tarde, llegamos a la casa de la manada; Lilly le pagó al conductor y me empujó a través de las puertas con un gemido.
"Iré a buscar agua; ¡tú sube!", me dijo entre risas, haciéndome señas para que subiera las escaleras, antes de desaparecer en la cocina.
Sentí que me tardé una eternidad hasta que llegué a su habitación; empujé la puerta y me detuve, mirando alrededor de la recámara.
"No creo haber visto nunca este lugar tan ordenado", comenté con una carcajada, quitándome el vestido por encima de la cabeza, mientras gemía, pues me había dado cuenta de que dejé mi bolso abajo.
Tiré el vestido a un lado, y alisé con mis manos la lencería que mi amiga me había dado, antes de caminar por la habitación. Tomé un portarretratos con una imagen del hermano mayor de Lilly de pie. Orgulloso, tenía su brazo entrelazado con el de su padre y sonreía a la cámara, sin preocupaciones. Esa imagen había sido tomada el día de su graduación. Lo recordaba bien, pues me había hecho llamarlo amo todo el día.
"¡Imbécil!", gemí, colocando la foto boca abajo, pues no quería que sus ojos estuvieran sobre mí mientras dormía.
"¡Parece que esta lencería tendrá acción esta noche!", me reí amargamente mientras me miraba en el espejo de cuerpo entero, pensando en lo diferente que podría haber transcurrido la velada.
Las crueles palabras de Mike sobre mi peso estaban acabando con la poca confianza que tenía. Los hermanos de Lilly me habían hecho la vida imposible mientras crecía hasta que se fueron a entrenar hacía unos años, así que estaba acostumbrada a ser el blanco de las bromas, a que se burlaran de mí y me provocaran, pero las palabras de esa tarde me habían lastimado, pues venían de mi ex.
Inhalé profundamente y me quedé paralizada al escuchar el sonio del agua corriendo. Había dejado a Lilly abajo. Entonces, ¿quién se había colado mientras yo caminaba por su cuarto?
Empujé la puerta del baño y me quedé paralizada; a través del panel de cristal de la ducha, vi al hermano de Lilly de pie, con la mano apoyada contra la pared de azulejos de mármol. Tenía los nudillos blancos por la presión y una complexión más musculosa que cuando se fue. Además, su cuerpo estaba cubierto de tatuajes, que mis ojos recorrieron con vértigo. Me tensé al ver su mano tatuada agarrando su grueso y duro miembro. Fácilmente eran treinta centímetros de puro placer.
Inhalé profundamente y mis ojos se clavaron en su pene mientras él movía su mano de arriba abajo, dándose placer en lo que yo sabía que debía ser un momento privado.
"¡O te unes a mí o te vas!", graznó, mirándome por encima del hombro.
En cuanto nuestras miradas se cruzaron, sentí como si me hubieran dado un puñetazo de la nada, y caí de rodillas. A la distancia, oí el grito de pánico de Knox; su preocupación era genuina, no una risa. ¿Pero por qué?
Estaba muy confundida y, lo siguiente que supe fue que todo se volvía negro.