Capítulo 6

*POV de Aria:*

El silencio en el jardín era pesado, presionándonos como un peso físico. Los globos coloridos y las serpentinas ahora se veían grotescos contra la sombría realidad del momento.

Me paré junto a Jaime, mi columna recta, mi rostro desprovisto de emoción. Por dentro, era un cementerio, pero por fuera, era hielo.

-¿Qué... qué quieres decir? -La voz de Teo temblaba. Miró de mí a su madre, Lidia, quien se estaba poniendo de un tono gris enfermizo-. ¿Madre? Dijiste... dijiste que el bebé murió por causas naturales. Dijiste que Aria era débil.

Lidia agarró su collar de perlas, sus ojos moviéndose nerviosamente alrededor de la multitud de miembros de la manada. -¡Está mintiendo! ¡Está histérica! ¡Seguridad, sáquenlos!

-Nadie se mueve -ordenó Jaime.

Su Aura de Alfa se desplegó en una ola sofocante. No era solo miedo; era un imperativo biológico. Cada lobo en la vecindad, excepto yo y sus propios élites, bajó la cabeza, sus lobos interiores forzándolos a someterse a un Rey.

Metí la mano en mi bolso. No tenía un arma. Tenía algo mucho más destructivo.

Saqué un pedazo de papel arrugado. Era una copia de una prueba de ADN. Jaime tenía recursos en todas partes -el dinero compra lealtad, y una enfermera en el hospital de la ciudad había estado más que feliz de intercambiar un vial de sangre por el salario de un año.

-¿Quieres la verdad, Teo? -pregunté, mi voz plana-. Ten.

Le arrojé el papel. Revoloteó en la brisa antes de golpear su pecho.

Teo se apresuró a atraparlo. Sus manos temblaban tanto que casi lo deja caer. Elena, todavía sentada en su trono, palideció. Trató de ponerse de pie, pero el peso del aura de Jaime la inmovilizó en la silla.

-¡Teo, no leas eso! -chilló Elena-. ¡Es una falsificación! ¡Están tratando de engañarte!

Teo la ignoró. Sus ojos escanearon el documento. Vi la sangre drenarse de su rostro.

-Exclusión de paternidad -susurró, leyendo la jerga médica-. 0% de probabilidad.

Levantó la vista, sus ojos muy abiertos y llorosos. -¿Este... este no es mi hijo?

-Por supuesto que no -dije fríamente-. Elena se ha estado acostando con un Rogue de las Tierras Salvajes del Norte durante un año. Todos sabían que era una cualquiera. Todos excepto tú.

-¿Y mi bebé? -Teo dio un paso hacia mí, el papel arrugándose en su puño-. ¿Mi hijo?

-Tus padres lo mataron -dije. Señalé con un dedo a Lidia-. Ella usó guantes espolvoreados con plata. Me pateó en el estómago. La plata nos quema, Teo. Detiene nuestra curación. Envenenó la placenta. Mi bebé se asfixió dentro de mí mientras yo suplicaba por su vida.

Un jadeo colectivo recorrió la multitud. Dañar a un cachorro era el pecado máximo en nuestra cultura. Usar plata en una hembra embarazada era un crimen de guerra.

Teo se volvió hacia su madre. La mirada en su rostro era aterradora. Era la mirada de un hombre cuyo mundo entero acababa de romperse.

-¿Madre? -logró decir-. Dime que está mintiendo.

Lidia abrió la boca para hablar, para tejer otra red de mentiras, pero el peso de su culpa -y la furia del Rey Alfa parado a mi lado- fue demasiado.

Se agarró el pecho. Su rostro se torció en agonía. -Yo... lo hice por la manada... por el linaje...

Se desplomó.

-¡Lidia! -Marcos, el padre de Teo, rugió. La atrapó antes de que golpeara el pasto.

Pero Teo no se movió para ayudarla. Se volvió hacia Elena.

Elena estaba sollozando ahora, agarrando al bebé que lloraba en la tensa atmósfera. -¡Teo, por favor! ¡Estaba sola! ¡Siempre estabas trabajando! El Rogue... ¡él me hizo sentir especial!

-Me hiciste echar a mi Compañera -gruñó Teo. Su voz se profundizó, sus dientes caninos extendiéndose mientras su lobo luchaba por el control-. Me hiciste matar a mi hijo.

-¡No quise que pasara! -gritó Elena.

El sonido de una bofetada resonó en el jardín. No fue Teo.

Fue Marcos. Había dejado a su esposa inconsciente en el pasto y había irrumpido hacia su hijo. Golpeó a Teo directamente en la mandíbula, enviándolo a revolcarse en la tierra.

-¡Imbécil! -bramó Marcos, pateando a su propio hijo-. ¡Dejaste entrar a una zorra a nuestra casa! ¡Destruiste nuestro legado! ¡No eres ningún Alfa!

La Manada Rosa Negra estaba en caos. Los líderes estaban peleando, la Luna estaba inconsciente y el heredero era un fraude.

Lo vi todo. Vi a Teo sangrando en la tierra, mirándome con ojos suplicantes.

*Aria,* su voz resonó en mi cabeza, débil y desesperada. *Ayúdame.*

Lo miré. Recordé cómo solía abrazarme. Recordé cómo prometió protegerme.

Luego recordé la tierra fría del cuarto de servicio.

*No puedo oírte,* envié de vuelta a través del vínculo, mi voz mental afilada como una cuchilla.

Me volví hacia Jaime. -Terminé aquí.

Jaime asintió, envolviendo un brazo protector alrededor de mis hombros. Nos alejamos, dejando los gritos y la ruina detrás de nosotros. No me sentí feliz. No me sentí triste.

Solo sentí el primer movimiento de algo nuevo. El deseo de quemarlo todo.

                         

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