George Ellington, con su voz resonante, no tardó en tocar el punto sensible.
-Julian, tu hermana y Liam son la pareja más sorprendente y, debo decir, más consumida que hemos visto en años. Parece que se han aislado del mundo.
Serena, con esa sonrisa calculada que a Elara le resultaba tan familiar, intervino con un tono meloso, supuestamente encantador: -Sí, nos sorprendió la noticia. Dicen que el amor verdadero aparece cuando menos lo esperas, ¿no es así, Julian? Un torbellino...
Julian Vance tensó la mandíbula, cortando su filete con una violencia innecesaria. -La pasión juvenil siempre ha sido un riesgo en nuestra familia, Serena. Me temo que Elara tiene un historial de priorizar sus... pasiones efímeras sobre el buen juicio corporativo.
El golpe fue directo, una referencia sutil pero devastadora a la humillación que le costó su herencia. Elara sintió el ardor de la ira, la vieja herida abriéndose. Su puño, bajo la mesa, se cerró.
Liam, percibiendo su tensión, intervino sin mirarla. Su voz, tranquila y peligrosa, captó toda la atención de la mesa.
-Si estás haciendo referencia al tiempo en que Elara se permitió sentir, Julian, te aseguro que ahora no hay falta de juicio. Hay convicción. Y ella es la mujer más sensata y calculadora que conozco, en todos los aspectos de su vida. Excepto, tal vez, cuando está conmigo.
La defensa de Liam no fue tierna; fue una declaración de propiedad y una burla al control de Julian. George rió, incómodo.
-¡Basta de negocios! Hablemos de la fascinación, jóvenes. Los vi a los dos en la terraza esta tarde. Absolutamente embelesados. George parecía que le estaban susurrando secretos. Tuve que disimular para no interrumpir.
La mención directa de la escena íntima de la terraza golpeó a Elara con la fuerza de un hecho consumado. Estaban siendo vigilados. La necesidad de la "Inmersión Total" no era una exageración de Liam; era una realidad.
Liam, actuando como si la vigilancia le encantara, apretó la mano de Elara y la guio.
-Ven aquí, Elara. Este asiento es demasiado frío para ti, y mi atención está dividida.
Sin darle tiempo a replicar, Liam la tomó de la cintura y la levantó suavemente. Elara se encontró sentada en el regazo de Liam, justo en el centro de la mesa. El contacto era íntimo, cálido y su cercanía, casi asfixiante. Elara sintió las miradas de todos clavadas en ellos, especialmente la mirada de fuego de Julian.
Forzada a la actuación, Elara puso un brazo alrededor del cuello de Liam, apoyando su cabeza ligeramente en su hombro.
-Liam se pone muy posesivo cuando la conversación se vuelve aburrida -dijo Elara, su voz era un susurro seductor que sonó extrañamente ajeno a ella misma-. Necesita tenerme a una distancia... accesible.
La jugada fue tan descarada que Julian se atragantó con su vino.
-Esto es inaceptable -siseó Julian.
-Es amor, Julian -terció Serena, aunque sus ojos brillaban de envidia-. Un amor con un apetito... insaciable.
Liam aprovechó el momento para asestar el golpe final. Su mano, que hasta entonces había estado fija en la cintura de Elara, se deslizó por el costado, encontrando el muslo bajo la tela del vestido. La caricia fue descarada y pública.
-¿Te imaginas, Julian -dijo Liam, mirando a su cuñado con una sonrisa depredadora-, la suerte que tengo de tener una mujer tan abierta y apasionada? Hace que cada momento valga la pena.
La cena terminó con Julian saliendo abruptamente, incapaz de soportar más la humillación. La victoria era de ellos, pero Elara sentía que el precio estaba escrito en la piel de su muslo, donde el tacto de Liam aún ardía.
La Imposición de la Realidad Sónica
De vuelta en la suite, la puerta se cerró detrás de ellos y el silencio se apoderó del espacio. Elara se levantó del regazo de Liam de inmediato, buscando la distancia.
-Tuvimos éxito -dijo Elara, respirando profundamente-. Se fue furioso. Mañana estará demasiado distraído para concentrarse en la solicitud de préstamo.
Liam se sirvió un vaso de agua, la frialdad volviendo a su expresión.
-El éxito de la noche fue puramente visual. Pero tenemos un problema sónico, Elara. George y Serena mencionaron la intimidad de la terraza. No solo nos están mirando, sino que están escuchando. O George tiene empleados increíblemente chismosos.
Elara se puso tensa. -Micrófonos en la suite.
-Lo más probable. O al menos, en las áreas comunes cercanas, con el personal reportando cualquier cosa que parezca "anormal". Piensa en el panorama, Elara. Si alguien está espiando, ¿qué es lo más normal que esperan escuchar de una pareja que se comporta como nosotros, en una isla privada, después de una cena de humillación pública?
Se acercó a ella, sus palabras eran una lógica de acero.
-Esperan pasión desenfrenada. Esperan el sonido de un romance tórrido. Si no proporcionamos ese sonido, si la suite permanece en un silencio de tumba, la narrativa se rompe inmediatamente. El silencio es la prueba de que estamos fingiendo. Y entonces Julian sabrá la verdad y la adquisición será inviable.
Elara tragó saliva. Lo que él insinuaba era una violación total de su espacio personal, una intrusión que la hacía sentir desprotegida.
-No. Liam, la Regla Cinco es sobre mantener la credibilidad del afecto, de la pasión. No es sobre... la representación explícita de la intimidad.
-Es exactamente sobre eso, Elara. La Inmersión Total. No podemos arriesgar la adquisición porque te niegas a proporcionar el ruido de fondo necesario. Si hay micrófonos, necesitamos cubrir los silencios. Y en una suite de luna de miel, los silencios se cubren con suspiros, jadeos, y el eco de la cama.
Liam la acorraló contra la pared, su cuerpo no tocándola, pero su presencia era una presión física inescapable.
-Elegiste la venganza total. Yo voy a ser el director de esta obra de arte. Y si necesitas gemir para Julian y la junta directiva, lo harás en mi hombro. Y yo no dudaré en usar mi cuerpo para hacer que esos sonidos sean convincentes. Es la única manera de asegurarnos de que la atención de Julian esté completamente enfocada en nuestra supuesta indiscreción y no en su balance de pérdidas y ganancias.
Elara sintió la humillación arder en su pecho, pero debajo, una chispa de sumisión al poder de él. Él la estaba venciendo con su propia arma, la necesidad de la venganza.
-Y si no hay micrófonos -preguntó ella, desafiante, buscando una fisura en su lógica.
-Entonces solo serás más convincente para mí, lo cual facilitará nuestra actuación pública mañana. Es ganar-ganar. Y si dudamos, perdemos millones y tu hermano se queda con todo.
Liam tomó su rostro entre sus manos. Sus ojos eran oscuros, implacables.
-Te recordé que no debes enamorarte. Ahora yo te recuerdo: no debes tener miedo de tu propia obra. Si la intimidad sonora es el costo de Vance Pharma, lo pagarás. Y esta noche, me aseguraré de que tu hermano escuche exactamente lo que espera de dos amantes recién obsesionados.
Sin dar margen a la duda, Liam la tomó en sus brazos. El beso que siguió no era un arrebato, sino una declaración de intenciones. Sus labios se movieron sobre los de ella con una firmeza que exigía sumisión, desmantelando capa a capa su resistencia. Elara se permitió ceder, su mente obsesionada con la imagen de Julian humillado.
La mano de Liam se deslizó por su espalda, encontrando la cremallera del vestido de seda esmeralda y bajándola con un susurro que se perdió en el beso. La tela fina cayó de sus hombros. Liam no la ayudó a quitarse el vestido; la levantó en sus brazos, sin romper el contacto de sus bocas, y la depositó suavemente en la cama.
El vestido se abrió, la seda revelando su cuerpo a la luz tenue de la suite. Elara estaba completamente expuesta, su piel nívea contrastando con el colchón oscuro.
Liam se deshizo de su propia ropa con una rapidez eficiente. Sus músculos eran cincelados, duros, la definición perfecta del poder contenido: hombros amplios, un torso firme y un vientre plano, cubierto por una leve sombra de vello oscuro que descendía hasta la cintura. Él no se veía como un amante, sino como una fuerza de la naturaleza.
Se arrodilló sobre ella, su peso contenido, dominándola con la vista.
-Esta noche, no hay CEO ni inversionista -murmuró él, su voz ronca con el inicio de la actuación-. Somos dos personas que acaban de humillar a su enemigo común y ahora tienen que celebrarlo, y hacer que el mundo lo escuche. ¿Entendido?
-Entendido -logró articular Elara, con la garganta seca, hipnotizada por la intensidad de su cuerpo sobre el suyo.
Liam la besó de nuevo. El beso se hizo más profundo, más urgente. Su boca exigente exploraba la de ella, y sus manos se movieron sobre la piel de Elara con una posesividad total, recorriendo la curva suave de su cintura y el firme arco de su cadera.
-Tenemos que darles una narrativa convincente, Elara -le susurró en el oído, su aliento caliente-. Que piensen que no pudimos esperar. Que piensen que no hay control.
Su mano bajó, deteniéndose justo donde su muslo se unía a su cuerpo, y luego continuó, encontrando el centro de su feminidad. El contacto la hizo jadear, una mezcla de sorpresa y necesidad. Él no buscaba afecto, sino la reacción física que serviría a su propósito.
Con una precisión calculada, Liam comenzó a guiarla hacia el placer. Sus dedos eran expertos, metódicos, ignorando su mente y apelando directamente a su cuerpo. Elara sintió el calor aumentar, una presión dulce y explosiva que amenazaba con desintegrar su resolución.
-Te necesito... -dijo él, su voz era un gemido, perfectamente modulado para un posible micrófono. Pero sus ojos seguían fijos en ella, exigiendo la respuesta que aseguraría la credibilidad.
Elara se aferró a su hombro, sintiendo la dureza de sus músculos. Su mente luchaba; su cuerpo se rendía. Él estaba manipulando su deseo para crear el ruido de fondo.
-Ahora, Elara. El sonido -ordenó él.
Liam la besó con una intensidad brutal, y ella, perdida en la vorágine de sensaciones, respondió con un gemido que resonó en la suite. El sonido era real, arrancado de ella por la habilidad controlada de Liam.
Él sonrió, un destello de victoria en sus ojos oscuros. Había conseguido quebrar su barrera inicial.
Se movió sobre ella. El peso de su torso era un ancla, su cuerpo atlético en perfecta sincronía con el de ella. Al entrar en ella, fue un acto de posesión total.
Elara sintió la explosión de sensaciones. Cada embestida era un golpe de martillo en el contrato que habían firmado. Él se movía con una fuerza y un ritmo controlado, buscando la cadencia que generaría los sonidos necesarios para sus oyentes invisibles.
-Más fuerte -murmuró Liam, su rostro contra su cuello-. Piensa en Julian. Piensa en el imperio que vas a recuperar. Canaliza la rabia.
Elara cerró los ojos, visualizando la expresión de humillación de su hermano. La rabia se mezcló con el placer, creando una sinergia explosiva. Ella empujó hacia él, sus uñas clavándose en sus anchos hombros.
Liam intensificó el ritmo, sus caderas musculosas marcando el compás de la pasión. Él no solo la estaba llevando al clímax; la estaba llevando a la destrucción controlada, asegurándose de que el resultado sonoro fuera innegable.
El sonido que siguió fue un grito ahogado, un abandono total de control. Liam la besó en ese instante, absorbiendo el ruido, el acto consumado con la urgencia que la Regla Cinco demandaba.
El acto terminó en una ráfaga de jadeos, sus cuerpos bañados en sudor, el de Liam pesado y satisfactorio sobre el de ella. Se movió a su lado, su brazo se posó inmediatamente sobre su cintura, una posesión que continuaba.
Elara se quedó sin aliento. Se había vendido por la venganza, y el precio había sido pagado en la pérdida momentánea de su voluntad.
-¿Suficientemente convincente? -preguntó Elara, su voz era un hilo, la honestidad del placer traicionándola.
Liam besó su hombro, un gesto que parecía íntimo.
-Perfecto. Mañana, la noticia no será el colapso financiero de Julian, sino nuestra lujuria descontrolada. Julian no pensará en el préstamo. Pensará en lo que acaba de escuchar.
Elara se acurrucó contra él, sintiendo la necesidad de su calor como un refugio. Tenían toda la noche. Y si Julian estaba escuchando, necesitarían más de una escena para convencerlo de la verdad de este "Contrato de Cristal".