Mi Alfa
img img Mi Alfa img Capítulo 5 Regalo de cumpleaños
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Capítulo 6 Prejuicios img
Capítulo 7 Amor fugitivo img
Capítulo 8 Revolución img
Capítulo 9 La vida sin ti img
Capítulo 10 Juntos otra vez img
Capítulo 11 No importa qué, siempre estaré contigo img
Capítulo 12 La chica lobo img
Capítulo 13 No sé si puedo con esto img
Capítulo 14 Lo que realmente importa img
Capítulo 15 Preparando la defensa img
Capítulo 16 La mujer lobo img
Capítulo 17 La batalla img
Capítulo 18 Mi don img
Capítulo 19 La escuela de lobos img
Capítulo 20 Delta img
Capítulo 21 Clase de autocontrol img
Capítulo 22 De vuelta a mi hogar img
Capítulo 23 Alianza img
Capítulo 24 La ceremonia (capitulo final) img
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Capítulo 5 Regalo de cumpleaños

Rosa.

Ya habían pasado varias semanas desde mi interrumpida cita con Diego, no lo había vuelto a ver y lo extrañaba muchísimo, quizás mi mamá lo había espantado, o quizás finalmente decidió que era demasiado inmadura para él... después de todo ¿Quién quiere estar con alguien que tiene que "pedirle permiso a su mamá" para pololear?.

Esa noche salí al jardín "si me necesitas, solo aulla" recordaba sus palabras mientras miraba la luna llena... en serio quería verlo.

-si que te necesito ahora, Diego – susurre y lancé un pequeño aullido "es una locura" pensé enseguida "cómo si en realidad fuera a escuchar mi aullido desde donde sea que esté"

Sin embargo un minuto después el lobo café gigante saltó la reja y se sentó justo al lado mío, el no me asustaba, sabía que la lógica decía que debería querer salir corriendo lo más lejos posible de él, pero por alguna razón, su presencia me hacía sentir segura, quizás era por la forma en que me había salvado la última vez. Pero... ¿Qué hacía él ahí? Él no era Diego ¿o sí?.

-¿Diego?... ¿Eres tú? – él solo se quedó mirándome y sonrió (nunca había visto a un lobo sonreír), entonces me acerqué y lo acaricié, entonces lo supe, no me pregunten cómo, pero sabía que ese lobo y Diego, eran la misma persona – está bien, no le diré a nadie que eres un lobo.

-¿no te asusta que lo sea? – Me respondió confundido.

-¿Debería?

-en realidad no... pero de todos modos...

-tu me salvaste, sé que nunca me lastimarías, al menos no a propósito.

-en serio que eres una chica muy peculiar, pequeña Ro... - dijo él y refregó su hocico contra mi rostro – y... ¿Qué hizo que me llamaras?

-te extrañaba, la verdad, no pensé que funcionaria, pero era la única forma que tenía de decírtelo...

-si tu aúllas, te escucharé aunque este al otro lado del continente.

-¿en serio? ¿Es por tus oídos de lobo?

-es porque eres tú... es algo de lobos, es un poco difícil de explicar...

-inténtalo – lo anime.

-quizás más adelante, pequeña.

-vamos, ¿qué no confías en mi?

-¿Crees que te hubiera mostrado mi forma de lobo si no fuera así?

-tienes un buen punto en eso... bien, lo dejaré así solo si prometes que vendrás a mi cumpleaños, mañana.

-no me lo perdería por nada, pequeña Ro... aunque no sé si tus invitados estén muy contentos de verme...

-no me importa, tu lo digiste... soy tu chica ¿no?, tienes que estar conmigo en mi fiesta, seré mayor de edad y ya nadie me va a poder decir que no puedo estar contigo...

-estás consciente de que eso no es solo un tema de edad ¿verdad?

-¡¡¡no me importa!!!, solo me importa lo que tu opines, así que ¿vas a venir o no?

-como ya dije, no me lo perdería por nada.

Entonces mi mamá prendió las luces y gritó desde dentro.

-¿rosita? ¿Estás bien?, escuché un grito.

-rápido, vuelve a ser humano – le susurre a Diego, luego subiendo la voz agregué – estoy bien mamá, no pasa nada.

-no puedo transformarme, hay luna llena... en noches así no podemos tomar forma humana – me explicó.

-entonces escóndete o algo, no querrás que mi mamá te vea.

Ambos miramos alrededor pero no había ningún lugar lo suficientemente grande como para ocultarlo, a no ser que saltara la mampara y se fuera. Entonces antes de que pudiéramos pensar en nada mi mamá salió y apenas nos vio lanzó un grito de pavor.

-¿qué haces con ese lobo? ¡Entra antes de que te haga algo!

-mamá él no... - quise defenderlo, pero ella tomo una pala y moviéndola en el aire exclamó:

-¡fuchila!, ¡fuchila!, ¡aléjate de mi hija, pulgoso!

-mamá ¡ya basta!

El me cerró un ojo y de un salto cruzó la mampara para luego alejarse corriendo. Suspiré, por lo menos me quedaba el consuelo de que lo vería al otro día... después de volver a la casa me acosté en mi cama, solo entonces fui consciente de lo que había pasado... acababa de hablar con un hombre lobo y, como si fuera poco, ese hombre lobo era mi pololo.

Diego.

Otra noche de luna llena, amaba esas noches cuando podía ser totalmente lobo, bueno, en lo físico ya que mi mente seguía siendo humana, no era como en esas películas de terror en que el hombre lobo se transforma y se olvida completamente de quien es y quienes son sus seres queridos.

A decir verdad, para nosotros era al revés, la luna nos hacía completamente conscientes de quienes éramos, tanto física como espiritualmente, todo se sentía con más intensidad, el aire, la tierra, los sonidos, los sabores, los colores, podía ver mucho más lejos que de costumbre, además los sentimientos también se intensificaban, el cariño, el respeto, el amor, la amistad, lealtad, etc... todo lo que uno pudiera sentir.

Fue por eso que cuando la escuché aullar no pude resistir ir a su encuentro, literalmente, era imposible, por eso en menos de un minuto estaba ahí a su lado. Me sorprendió mucho su tranquila reacción, era casi como si no le sorprendiera que fuera un lobo... bueno... si lo ponía en respectiva, creo que lo sospecho desde el inicio. Lamentablemente no pude estar mucho con ella pues su madre nos interrumpió de nuevo, pero esta vez no tendría que esperar mucho más para volver a verla, estaba invitado a su cumpleaños y no tenía ninguna intención de faltar.

Me hacía feliz que ya no hubiera secretos entre nosotros, no es muy común que un humano rechace a su protector, pero sí era común que se asustasen, entraran en negación o quisieran evitarnos, pero a ella se le hizo tan natural como ver que mi cabello es café.

Ahora tenía que pensar en un regalo... mientras patrullaba alrededor del campamento me puse a pensar en ello, ¿Qué les gustaba a las chicas de 18 años de esta época?...

Decidí que lo mejor sería pedirle ayuda a mi amigo, leo, el hacía joyería de plata, seguro tenía algo lindo para ella. Así que Una vez asegurado el perímetro fui a su taller.

-Como va todo, weon

-acá, una luna llena muy tranquila para mi gusto. ¿Y tu? ¿Qué tal todo?

-bueno... ya que lo preguntas... me invitaron a un cumpleaños, una amiga cumple 18 – le conté, no quise dar grandes detalles al respecto.

-¿sólo amiga?

-no empieces... la cosa es que necesito un regalo, ¿Tienes algo o qué?

-bueno, vendí casi todo el findesemana en la feria, pero me queda un brazalete, que podría servir – dijo, abrió un cajón y sacó una pieza envuelta en un pañuelo de terciopelo. Era un brazalete de unos 5 centímetros de grosor y que tenía un grabado de un lobo aullándole a la luna.

-¡es perfecto! – exclamé.

-vi que cazaste unos conejos en la mañana, dame uno y es tuyo.

-trato hecho – dije tendiéndole la mano, él la estrechó de inmediato y luego fuimos a mi tienda por el conejo.

Con el regalo perfecto en mano me acosté a dormir, mañana sería un día muy interesante.

Rosa.

Esa noche dormí apenas un par de horas, estaba demasiado emocionada, era mi primera fiesta en el pueblo y, aunque no era demasiado popular, iría todo el colegio solo porque eran un montón de curiosos, pero ellos en realidad no me importaban, lo que en realidad me tenía tan emocionada es que Diego estaría ahí eso, de algún modo, lo hacía "oficial"... estábamos recién empezando y no había hablado con nadie sobre él, en parte porque no sabría bien explicar nuestra relación y en parte porque había notado que cada vez que alguien mencionaba algo sobre la tribu las cosas se ponían raras...

Me preguntaba que pasaría cuando todos me vieran con él "no importa" concluí, finalmente, "el me quiere y yo lo quiero, eso es todo lo que importa". Mi mamá me hizo mi ya tradicional "desayuno de cumpleaños"

-espero que no estés "demasiado grande" para tus panqueques con manjar – dijo con una sonrisa poniendo el agua en la mesa frente a un plato con 3 panqueques.

-nunca se es demasiado grande para eso, mamá, gracias – dije sentándome – ah, casi lo olvido, invité a alguien más de último minuto, espero esté bien.

-es tu cumpleaños mija, tus amigos siempre serán bienvenidos.

-genial, se llama Diego... es un poco mayor que nosotros...

-¿no es del colegio?

-no

-¿entonces? ¿Hermano de alguna amiga o cómo lo conociste? – preguntó con suspicacia.

-Algo así... bueno, el es importante para mi ¿si? Así que no hagas show porfa...

-¿show? ¿Yo, cuando? – dijo poniendo una mano en su pecho y echándose hacia atrás con aire de ofendida.

-lo digo en serio – insistí mirándola fijamente.

-esta bien... ¿y que tiene este tal diego que es tan "especial"?

-ya lo verás

-bueno, lo dejaré pasar, solo porque es tu cumpleaños... y... hablando de eso... - dijo, abrió un cajón y sacó un regalo – felices 18 rosita, quería ser la primera en darte tu regalo.

-gracias mamá y... ¿podrías dejar de llamarme rosita? Técnicamente, ya soy una mujer adulta.

-bueno... para mi siempre serás mi bebe – contestó y me dio un toquecito en la nariz.

Yo solo suspiré Y abrí el regalo que me había dado, era una pequeña caja que en su interior tenía un collar con el símbolo del infinito.

-¡está muy lindo!, gracias mami – dije y la abracé.

Luego de eso me dio algo de plata para que fuera a comprarme ropa nueva para la fiesta, así que me arreglé y fui a la única tienda de ropa que había en el pueblo, era bastante surtida, tenia desde ropa interior hasta vestidos de fiesta.

Después de mucho buscar me quedé con una falda a cuadros morada, con una blusa negra y medias de rayas, las cuales combinaban a la perfección con mis converse negras. ¡Era perfecto! En serio esperaba impresionar a Diego con eso, la falda era bastante sexy y la blusa tenía transparencias en la mitad del busto y brazos.

Una vez terminadas las compras fui por un jugo, o como diría Diego, un batido de frutas, a mi cafetería favorita para recuperar fuerzas y luego volví a casa a preparar todo, mi mamá había comprado todo el día anterior, así que era llegar y armar. A las 8 estaba todo listo, los invitados estaban citados a las 10, así que tenía dos horas para arreglarme, me bañé, me puse crema, perfumes, me vestí y alise el pelo, terminé con un toque justo de maquillaje, estaba segura que a Diego no le gustaría algo tan recargado... pero no sería yo sin labial y sombra de ojos.

Poco a poco la gente fue llegando, apenas saludaba, solo estaba pendiente del timbre esperando a mi guapo hombre lobo, era el único regalo que en realidad quería.

Diego.

El día se me hizo eterno, pasé la mañana visitando a mis compañeros de la tribu para ver que todo estuviera bien, luego me perdí toda la tarde cazando, en realidad no necesitaba tanta carne pero necesitaba matar el tiempo en algo, luego le pedí a luna que distribuyera las presas y me arreglé lo más que pude para la fiesta... espera... ¿Qué usan los humanos para una fiesta?, tenía que intentar mezclarme para no llamar la atención... después de mucho pensarlo me puse un jeans u una chaqueta delgada de piel (era casi del grosor de un chaleco pero sin cierre ni botones por lo que quedaba ligeramente abierto), me acomodé el cabello con la mano y corrí hasta su casa. Llegué a las 22:30 pero al ver a sus invitados supe al instante que mezclarme no sería fácil... estuve 10 minutos esperando que se despejara un poco la entrada para hacer mi aparición, una vez que me vi libre de adolescentes prejuiciosos, me acerqué y toqué el timbre, ella abrió enseguida, casi como si hubiera estado esperando al lado de la puerta.

-feliz cumpleaños pequeña Ro – dije con una sonrisa.

-¡viniste! – grito entusiasmada, se colgó de mi cuello y me besó la mejilla.

-claro que vine, no iba a dejar sola a mi chica en su cumpleaños – respondí cerrando un ojo, luego entramos y saqué el brazalete que llevaba en mi bolsillo – feliz cumpleaños preciosa.

-Diego... ¡es perfecto!

-¿no nos vas a presentar a tu amigo? – dijo la madre de Ro.

-este... claro... bueno... todos... él... él es Diego, mi pololo – dijo con nerviosismo, hubo unos minutos de silencio.

-lindo chaleco – se burló un idiota en el fondo con un tono de voz que hubiera sido imperceptible para un humano desde mi posición... lamentablemente con mis oídos de lobo podía oír el aleteo de una mosca, aún a 10 cuadras de distancia.

-Rosita... acompáñame a la cocina ¿si? – dijo su madre entre dientes.

Yo me pare derecho y me senté sin una pizca de timidez en un sofá cerca de una ventana mientras escuchaba la conversación de mi pequeña con su madre.

-¿qué hace ese hombre aquí? – dijo la madre de Ro.

-es el que te dije en la mañana y, como dije recién, es mi pololo.

-¡debe ser como 10 años mayor que tu!

-solo es unos años mayor y, además, ¿Qué importa? ¡Yo lo quiero! – dijo, sonreí al escucharla.

-tu no sabes lo que quieres, ¡eres una niña!

-¿sabes qué? No tengo porque oir esto en mi cumpleaños, ¡Me voy! – exclamó y corrió hasta dónde estaba yo, me tomó la mano y con los ojos vidriosos me dijo – Sácame de aquí, por fa.

Yo sonreí, salimos y una vez afuera la tomé en brazos.

-cierra los ojos, pequeña – le dije, ella obedeció con una sonrisa y corrí hacia el bosque, en 2 minutos estaba en mi lugar favorito, un prado de flores a las faldas del cerro tras el cuál se escondía el campamento – ya puedes abrirlos – bajándola para que se pueda poner de pie.

-wow, esto es muy lindo.

-pensé que podría gustarte, es mi lugar favorito.

Luego nos sentamos en un tronco caído mientras conversábamos, nos besabamos y acariciabamos, al anochecer se recargó en mi hombro casi dormida.

-creo que es hora de llevarte a casa.

-no, quiero quedarme contigo, por favor... - respondió abrazándome.

-sé que estás molesta, pero tu mamá se va a preocupar – ella sacó su celular, envío un mensaje de texto y respondió.

-listo, ya no tendrá que preocuparse – dijo y volvió a abrazarme, poco después se quedó dormida en mi pecho, la tapé con mi chaqueta para que no le diera frío... creo que nunca antes me había sentido tan feliz en mis dos siglos de vida.

                         

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