Capítulo 8 || CORTE ||

Había personas a las que les gustaba el exterior, la sensación de la tierra bajo sus pies, del frío contra su piel, el olor de la naturaleza en su nariz, el panorama grabado en sus retinas. Pero yo prefería verlo todo desde el interior.

Con frecuencia, durante las largas y extenuantes reuniones a las que me arrastraban o durante mis horas de insomnio, mi vista se fijaba en el cristal para admirar el exterior. Como la futura reina, no podía simplemente ignorar mis responsabilidades para tomar un poco de aire fresco, así que cuando la situación era tediosa mis ojos se dirigían al cristal, no para contemplar lo que había afuera sino con el único propósito de ver una ventana. Ver una salida imposible.

Ahora que había pasado varias horas contemplando el exterior desconocido de un palacio que no había querido visitar, había una verdad innegable: El jardín oeste era admirable.

El largo terreno que lo rodeaba tenía el césped perfectamente recortado, dos caminos rectos de piedra conducían a las demás partes del jardín mientras que ambos caminos cercaban una especie de fuente. Al costado izquierdo de los caminos, que era lo que alcanzaba a ver desde mi ventana, comenzaba una especie de laberinto de arbustos cortos, apenas lo suficiente para llegar al torso de cualquier persona que quisiera cruzar a través de él. Era hermoso porque era un arbusto de flores rosadas que contrastaba a la perfección con las estatuas que decoraban el jardín.

Escuché unos golpes suaves y solté un suspiro. Sabía que no podía pasar todo el día encerrada en la habitación ya que, a final de cuentas, me habían vestido hace horas para la presentación con la corte de Aphud.

-Entra, Bastian.

-Majestad.

No necesitaba girarme para saber que se había inclinado como siempre, Bastian seguía el protocolo todo el tiempo como si no nos conociéramos lo suficiente para que eso dejará de importar.

-¿Qué pasa?

-El Rey Deizon solicita su presencia en el comedor.

Claro que la solicitaba. Si había algo que adoraba el rey además de las mujeres que le calentaban la cama, era dar la imagen de una familia perfecta y unida, cosa que no podía estar más lejos de la realidad.

Y había tenido tiempo para pensar, no me interesaban los intereses del rey pero a él definitivamente iban a empezar a interesarle los míos. Después de todo, el rey dependía de la alianza con Aphud, la necesitaba para mantener su reino y yo era el medio para ese fin.

-No me presentaré-informé sin dejar de ver la ventana-. No me apetece aguantar hipocresías antes de mi presentación con la corte de Aphud, así que el rey puede meter su solicitud donde desee.

-Entiendo, Majestad. Me encargaré de comunicar su decisión.

Pero había algo más. Bastian no era de los que desconocían la mitad de mis deseos y él definitivamente sabía que desayunar con el rey no entraba en ellas, él sabía que decir para excusarme y aun así...

-¿Qué no me estás diciendo, Bastian?-pregunté en un susurro-, ¿Por qué has venido?

-Dinrya me ha dicho que la han preparado desde la salida del sol-murmuró Bastian dando pasos en mi dirección-, ¿Pasa algo, Majestad?

-Nada diferente al insomnio, Bastian-me giré para verlo acercarse lentamente a mí con el rostro lleno de preocupación-, pero eso ya lo sabías así que responde.

Bastian apretó los labios y me tendió un papel mediano y blanco perfectamente doblado a la mitad que seguramente traía información que yo necesitaba saber pero que él no podía decir sin temor de que las paredes llevarán la información a los oídos del Rey Kalias o del Príncipe Ascian.

Tomé el papel para leer el interior, donde reconocí la caligrafía de Bastian:

«Hemos conseguido la información que pidió antes de salir del palacio. Hay un solo hombre viviendo en esa ubicación, parece que llevan mucho tiempo viviendo juntos, como amantes»

-Qué curioso-susurré divertida, alcé la vista a Bastian que me miraba atento-, envía a alguien a recogerlo necesito hablar con él para cuando volvamos.

-Como ordene, Majestad.

-Asegúrate de no dejarlos en la misma habitación, no quiero malentendidos.

Bastian asintió y me tendió otra nota, tomé el segundo papel para leer el interior:

«La señora Greft ha venido en calidad de amante del Rey Deizon, el cual planea anunciarlo de manera oficial dentro de poco»

Miré de nuevo las 22 palabras en ese papel con una caligrafía perfecta. La amante del rey.

Una situación interesante para todo el mundo, ya podía visualizarla arrastrando sus cosas al palacio. No podía negar que era cuestión de tiempo antes de que algo como eso pasará, lo sabía, pero eso no hacía que me molestará menos.

-¿Quién te lo dijo?

-Ezla-susurró Bastian-. Pensé que necesitaría saberlo-susurró con arrepentimiento-, lamento haberla molestado.

Apreté con fuerza los papeles en mi mano mientras trataba de tranquilizarme para alejar el cosquilleo que comenzaba a recorrerme el cuerpo.

Pasaría en algún momento, lo había sabido siempre, incluso podía imaginarme la sonrisa de satisfacción de la mujer cuando diera el rey la noticia, podía imaginar la mirada de superioridad y la victoria en su odioso rostro.

Pero ella nunca sería una reina y mucho menos tendría más poder que yo en mi propio palacio. A lo mejor, ella ahora creía que podía estar sobre mí solamente por meterse en la cama del rey, pero yo estaba muchos escalones más arriba y si hacía falta, le recordaría la diferencia entre su posición y la mía.

-No me has molestado Bastian-aseguré-, gracias por la información.

A pesar de la molestia, esa era la última preocupación en mi lista de prioridades, aunque era odiosa y deseaba acariciarle el cuello con el filo de una daga, tenía que dejar esa situación para otro momento.

Ahora lo verdaderamente importante era encontrar a la persona que había enviado aquella desagradable nota, terminar mi interrogatorio y plantear una amistad con los Portadores y visitar al nuevo Mortificador para ponernos al día.

Suspiré y le tendí la bola de papel arrugado a Bastian que la recibió antes de guardarlos en el interior de su chaqueta negra. Lo vi tensarse antes de dirigir una mirada a la puerta, como si escuchará a alguien acercarse, no me molesté en comprobar aquello.

No tardaron en escucharse dos golpes firmes en la puerta, Bastian se encaminó a la puerta para abrirla mientras yo me limité a mirar la tela blanca que me cubría el cuerpo.

El vestido era completamente blanco con dos enormes trozos de tela que salían de mis hombros cubriendo las mangas que se ajustaban a mi piel. Los bordados negros hacían ver el vestido mucho más elegante de lo que en realidad podía ser, el cuello lo traía cubierto y en el pecho bajan líneas negras delgadas horizontales dándome un aspecto más formal. El vestido parecía ser cubierto con una capa que se abría mostrando la falda de un tono más clara bajo el cinturón negro y mostrando lo mismo en el cuello y el pecho.

Todo el vestido parecía traído de Kashyer, una nación vecina de Aphud y Khelvar.

-Le preguntaré a la Princesa Dayra primero-escuché a Bastian decir con voz firme-, así que le pido que esperé.

Bastian no se dirigía de esa manera a mi hermano o al rey, de hecho, lo único que haría sería retirarse para dejarnos hablar. No necesitaba mirar para saber que su tono firme y formal se debían a que el Príncipe Ascian se encontraba al otro lado de la puerta.

Bastian se giró luego de cerrar la puerta, me ofreció una mirada de disculpa antes de confirmar la información.

-El Príncipe Ascian quiere hablar con usted, Majestad.

¿Qué podría querer hablar conmigo?, anoche apenas si podía hablar dada la tensión en su cuerpo por las palabras de una falsa vidente. Yo no tenía intención de hablar de nada con él, a final de cuentas no había nada de qué hablar.

-Que siga-suspiré rendida-. No olvides comunicarle al rey mi decisión respecto a su petición.

-No lo olvidaré, Majestad.

Bastian abrió la puerta por completo y se retiró un poco para dejar espacio al Príncipe Ascian para que se adentrará en la habitación. Solo cuando lo vi me di cuenta de porque llevaba este vestido en específico.

Su boca me ofreció una sonrisa cargada de diversión, como si anoche no hubiera tenido un extraño comportamiento y todo hubiera vuelto a la normalidad. Miré a Bastian que se alejaba silenciosamente.

-Princesa Dayra-saludó el Príncipe.

-No se te olviden las otras peticiones-advertí a mi consejero ignorando al Príncipe-, Bastian.

Bastian se detuvo a medio camino de cerrar la puerta, el Príncipe Ascian se giró a verlo como si mi consejero le debiera una explicación. Bastian palideció ligeramente por lo que debía ordenar.

-Eso nunca podría olvidarlo, Majestad.

Sin nada más que decir al respecto cerró la puerta dejándome completamente a solas con el Príncipe Ascian, que ignoraba mis últimas palabras hacia mi consejero y se sentaba en otro sillón alejado del mío.

-Veo que su consejero y usted son muy unidos, princesa.

-¿Debería ser de otro modo?-cuestioné-, se supone que le di esa posición porque confió plenamente en él y sus habilidades.

-Y no lo discuto-sonrió divertido el Príncipe Ascian-, se ve que es una mujer demasiado cauta así que su consejero, bastante joven si puedo decir, debe de tener habilidades que otros candidatos no presentaban.

Me senté más derecha en la silla y acomodé mi cuerpo para darle al Príncipe Ascian mi total atención.

-¿Está insinuando algo, Príncipe Ascian?

-Por supuesto que no, princesa-mintió descaradamente-. Solo digo que cualquier otra persona, no yo, podría pensar mal al darse cuenta de la confianza que existe entre su consejero y usted, dado que pueden estar en la misma habitación sin ninguna compañía adicional.

Ya. Entendía claramente lo que estaba insinuando y si bien, no debía molestarme por eso, el simple hecho de que me acusará abiertamente de meterme en la cama con mi consejero me afectó. No por mí, podía tolerar esos comentarios, sino por Bastian, que de escuchar tales acusaciones comenzaría a alejarse por el bien de mi reputación.

-¿Pensaría lo mismo si mi consejero fuera un hombre de 70 años?-acusé con frialdad-, ¿O si tuviera a una mujer en lugar de a un hombre en esa posición?

-No planeaba molestarla, princesa-ironizó-, le aseguro que esa no era mi intención.

-No me molestan las acusaciones de personas que se apresuran a juzgar sin pensar en los hechos-puntualice con calma-. Así que para tranquilizarlo, si le preocupa que la virtud de su prometida esté afectada, le aseguro que este no es el caso.

-Un alivio sin duda-se burló-, pero no me refería a eso.

-Seguro-ironicé-, además no entiendo qué le importa si mi virtud está o no intacta si ya le deje muy en claro las condiciones de nuestro matrimonio.

Eso lo hizo sonreír abiertamente, se recostó tranquilamente en el sillón como si estuviéramos hablando del tema más trivial del mundo.

-Esa es otra situación de la que debemos hablar, princesa, ¿No cree que es algo injusto que yo deba aceptar su palabra sin más?, me parece que merezco la oportunidad de decir como espero que sea nuestra relación en el matrimonio.

Miré al Príncipe Ascian, que lucía muy tranquilo y relajado con el tema, como si de verdad fuera algo banal y no nuestra convivencia durante el resto de nuestras desdichadas vidas.

¿Por qué insistía tanto en hablar de nuestro matrimonio?, si yo había dejado muy claro el tema en primer lugar, pero dudaba en serio que el Príncipe Ascian decidiera que quería que intentáramos funcionar como pareja. Tenía otras formas más entretenidas de perder mi tiempo.

-¿Nuestra relación?-cuestioné-. Aquí no hay ninguna relación, Príncipe Ascian, hay una alianza que es completamente diferente.

-¿Qué tan diferentes pueden ser?

-Lo suficiente para que le aseguré que no seremos más que dos extraños que tendrán que verse las caras ocasionalmente fingiendo que en realidad deseaban una unión forzada por una necesidad.

El Príncipe dejó de sonreír para verme como si estudiará un problema.

No era mi culpa que él no quisiera entender la verdad, yo no había querido comprometerme con nadie, menos por la necesidad de hombres en esta guerra, pero los reyes no siempre pueden obtener lo que quieren y, a veces, la necesidad de un pueblo es más pesada que la necesidad de tu corazón.

-¿Y si no tuviera que ser así?-susurró con convicción-. Le propongo algo, Princesa Dayra.

¿Una propuesta para que cambiará de opinión?, lo veía difícil.

-¿Cuál es su propuesta, Príncipe Ascian?

-Permítame negociar-aseguró confundiéndome-. Quiero entablar una negociación con usted, Princesa Dayra.

-¿Una negociación sobre qué?

-Sobre nuestro matrimonio-aseguró con tranquilidad-, quiero la oportunidad de que arreglemos las bases y las conductas dentro de nuestra alianza.

-¿Eso qué significa?

-Significa-sonrió ligeramente-que usted ya tuvo la oportunidad de decir cómo quería que fuera nuestra convivencia durante nuestro matrimonio, le aseguro que dejó en muy en claro esas intenciones.

No tenía que decirlo para que yo supiera exactamente a qué se refería. El regalo de compromiso le había pintado el panorama muy claramente de lo que esperaba y quería para nuestro matrimonio.

-Y he tenido tiempo para analizar su propuesta...

-No hice ninguna propuesta-puntualicé.

-Así que-continuó ignorándome como hice en un principio-, he aquí mi propuesta al respecto: Iniciemos unas negociaciones donde podamos quedar satisfechos ambos con los acuerdos dentro de nuestro matrimonio.

No había negociado nada en mi vida antes, ni siquiera con guerra, yo no pude estar presente en los intentos de negociación que se trataron de entablar con Morthem. Siempre supe que mi palabra se respetaba y se escuchaba, por lo tanto no tendría que escuchar una respuesta al respecto.

Pero el hombre frente a mí también era un príncipe, y yo estaba en sus tierras, su palabra se escuchaba y se respetaba tanto como la mía.

-¿Por qué se esfuerza en que tengamos otro tipo de relación?-pregunté confundida-, estoy segura de que ni usted ni yo queríamos esta alianza aunque debimos aceptarla por la situación.

-Tiene razón, yo no buscaba comprometerme a los 22 años con una extraña-asintió dándome la razón-, pero me parece una forma muy triste de pasar mi vida concederle lo que pide.

-¿Cómo más pretende pasarla?-cuestioné-, si espera algo diferente su única forma de conseguirlo es rompiendo el compromiso y buscando una nueva prometida.

-¿Tan difícil es pensar que podemos llevarnos bien?-parecía genuinamente curioso por la respuesta-, yo creo que podríamos ser grandes amigos si lo permite.

-Podría tener razón en eso último-aunque no lo creía-, pero no aspiré a nada más.

-¿Tan difícil sería alcanzar su amor?

-¿Qué importa eso?-bufé-, el amor en la posición en la que nacimos no existe, Príncipe Ascian.

Eso lo hizo silenciar lo que fuera que iba a decir. Lo miré detenidamente, parecía analizar cada palabra que había soltado con anterioridad.

No mentía cuando decía que el amor entre la realeza no existe, nunca existiría algo como el sentimiento que describen en las historias o leyendas. El amor era algo que no sabía de política, economía o título, pero para un rey o reina eso no era posible. Antes del corazón iba una nación, un pueblo entero lleno de necesidad.

Nadie se casaba por amor en la realeza, pero los pocos que ignoraban esa normal... solo causaban más dolor. Y yo estaba harta de la mentira barata de que el amor todo lo puede, el amor no es más que una distracción en esta posición.

Me levanté del sillón escuchando los pasos de Bastian, que seguro volvía para informarnos a ambos que la corte ya estaba reunida para mi presentación.

-Acepto las negociaciones, Príncipe Ascian-murmuré encaminándome a la puerta-, pero tenga en cuenta que hay situaciones en las que no voy a ceder.

-No podría esperar menos de usted, Princesa Dayra.

Abrí la puerta y vi a Bastian que respiraba rápidamente como si hubiera corrido por su vida, en lugar de caminar como una persona normal.

-La corte los está esperando en el salón del trono-informó Bastian, por la forma en la que habló, el Príncipe Ascian debía de encontrarse detrás de mí-, el Rey Kalias y el Rey Deizon solicitaron su presencia de inmediato.

No quería una presentación, música, bebidas, charlas con la nobleza e imaginar un matrimonio que no había pedido.

Solté un bufido y no me permití esperar a ver si el Príncipe Ascian caminaba a mi lado o no, sólo quería volver a casa para encargarme de mis asuntos, hacer mis habituales visitas a las familias y poder volver a la tranquilidad que llevaba.

Bastian se apresuró a caminar frente a mí para guiarme dado que yo definitivamente no deseaba conocer el plano de este lugar, porque hacerlo significaba directamente que yo esperaba volver algún día y si podía evitarlo eso no pasaría.

El salón del trono era similar al que había en mi palacio: completamente amplio, de grandes ventanales que iluminaban todo, columnas talladas con detalles en oro que seguramente representaban una historia que no me interesaba conocer en lo absoluto, un enorme trono negro que resaltaba por sus figuras también grabadas en la estructura.

Había un montón de personas perfectamente vestidas, peinadas y que agacharon la cabeza en el momento en que entramos al salón. Sentí la mano del Príncipe Ascian tomar la mía con firmeza para llevarme entre las personas que se habían movido para dejar un camino hacia el trono.

El Rey Kalias estaba sentado allí, por supuesto, porque ese era su lugar. El rey Deizon y ese odioso ser humano estaban al lado izquierdo del Rey Kalias como sus invitados. El Príncipe Ascian nos posicionó a ambos a la derecha del Rey, donde se supone que va la familia.

-Bienvenida sea la familia real de Khelvar-anunció el vocero-. Bienvenida sea la prometida del Príncipe Ascian.

Nuevamente, todos en el salón repitieron en un grito sincronizado las palabras del vocero. Miré tantos rostros como pude, no había nada especial en ninguno, salvo el hecho de que Bastian había desaparecido abiertamente del salón y Caius no estaba junto al rey.

-Están aquí-habló el Rey Kalias con voz firme-para conocer a quien pronto será parte de nuestra familia y reino. Quiero que todos la traten de la misma manera en que me tratarían a mí, porque cualquier ofensa realizada a la Princesa Dayra, prometida de mi hijo, será castigable como si se tratará de una ofensa a mí mismo.

No pude decir que no me sentía satisfecha con las palabras del Rey Kalias, pero, no podía dejar de pensar en donde podía encontrarse mi hermano. No era normal que no estuviera al lado del rey con lo mucho que lo quería y respetaba, no debía tratarse de mi desagrado con esa mujer, era algo más, ¿Pero qué?

Luego de las palabras del Rey Kalias, la música ligera comenzó y el Príncipe Ascian me llevó de círculo en círculo presentándome a la nobleza, obligándome a soportar conversaciones sobre las actividades a las que se dedicaban dichas familias junto a miradas que examinan y juzgan cada parte de mí.

Pero no podía dejar de pensar en la ausencia de mi hermano, si Caius no estaba aquí era porque no deseaba estarlo. ¿Pero por qué?, ¿Qué podría ser más importante?, ¿Qué requería de su atención más que la presentación a la corte?, porque aunque la presentación era principalmente para mi, como prometida del Príncipe Ascian, también era una presentación de la familia real a Aphud.

Ni siquiera intenté concentrarme en la conversación que el Príncipe Ascian mantenía con la marquesa Alicia sobre unos bienes que ofrecían al palacio porque no me interesaba, además el Príncipe Ascian sólo necesitaba un bonito adorno que presentar a su corte.

-¿Pasa algo, Princesa Dayra?-me preguntó en un susurro el marqués Philips-, luce distraída.

Sus ojos castaños me miraban como si supiera que algo me rondaba por la cabeza como para no decir absolutamente nada mientras que el Príncipe Ascian hablaba sin parar.

-No, no pasa nada-mentí y miré la mesa con bebidas-, sólo deseo algo de beber.

-Si gusta puedo ir a-

-No hace falta-lo interrumpí de inmediato-, solo será un momento.

El marqués me miró con cautela, como si supiera que había algo más. Pero no insistió, respetó lo que había dicho y me ofreció una sonrisa abierta y sin restricciones.

-Entonces aquí la esperamos, Majestad.

Me giré sin despedirme o decir nada más, a final de cuentas solo el marqués Philips estaba prestándome atención. Me acerqué a la mesa de bebidas y espere a que un sirviente me llenará un vaso con agua, como le había pedido.

Necesitaba asegurarme de que Caius estuviera bien, no podía creer que el rey lo hubiera enviado a inspeccionar el palacio o, a realizar alguna tarea que pusiera en riesgo la alianza que tanto se había esforzado por conseguir, esa idea seguía sin tener sentido.

Había algo más..., pero no podía descubrir que era. No al menos, hasta no encontrarme de cara con mi hermano para asegurarme de que estaba bien y no estaba cometiendo alguna estupidez.

-Princesa Dayra.

Respiré profundo al escuchar su irritante voz detrás de mí y tuve que reunir toda mi fuerza de voluntad para no lanzarla al suelo de una patada. Tomé el vaso que me tendía el sirviente y me giré para ver al perro faldero del rey.

Llevaba su cabello rubio suelto en ondas, un vestido azul zafiro que se acentuaba a su pecho casi uniforme, a su vientre menos regular que la última vez que la vi y con una falda esponjosa que seguramente yo no llevaría en la vida.

-Señora Greft-la salude con frialdad-, ¿Qué quiere?

-Empiezo a creer que vamos a tener que trabajar en la manera en la que me hablas, querida-sonrió con hipocresía-, después de todo pasaremos mucho tiempo juntas.

-No me diga-ironicé-, ¿Acaso aprecia tan poco su existencia?

Eso la hizo soltar una carcajada como si le hubiera dicho la cosa más graciosa del mundo, o, como si fuéramos dos grandes amigas. Dio un paso en mi dirección manteniendo esa sonrisa mientras ladeaba ligeramente la cabeza.

-Estoy segura de que has imaginado ese suceso.

-He fantaseado con ello-aseguré-, porque en el momento en que la conocí supe que la forma en que partiría de este mundo sería muy dolorosa.

Eso la hizo volver a reír abiertamente. Empezaba a considerar cortarle esa odiosa lengua para no tener que volver a escuchar su timbre de voz en mi vida, pero eso no fue lo peor.

Lo peor fue que, como si fuera la dueña y ama de todo el mundo, se acercó a mí lo suficiente para tomar mi muñeca como si estuviera por darme el consejo de la vida. Ahora también quería arrancarle su odioso brazo por atreverse a tocarme.

-Profesa todas esas cosas, Princesa Dayra, como si las consecuencias por ello no fueran a afectarle.

Me estaba comenzando a molestar, por sentir su mano alrededor de mi muñeca, por su tono de superioridad, por su sonrisa burlona, por el hecho de no saber dónde demonios estaba Caius y tener que perder mí tiempo con esa asquerosa rata de alcantarilla.

¿Quería enfrentarse a mí?, bien. Era hora de dejarle las cosas claras porque no estaba dispuesta a soportar un momento más de esto sin lastimarla de alguna manera física que me dejará satisfecha.

Di un paso en su dirección, quedando frente a ella con sus ojos al nivel de los míos, lo suficiente para ver toda su superioridad temblar.

-Se confía en el hecho de que ser la amante del rey la protegerá de algo.

El hecho de que ella no pudiera usar ese dato para desestabilizarme, la sorprendió y la dejó sin armas. Su mano soltó mi muñeca y me miró como si fuera un fantasma.

Estaba harta de esa mujer y si sumaba todo el tiempo que la había visto o le había dicho algo, apenas si sumaba una hora. Pero ya era momento de que supiera que aunque se metiera en la cama con el rey, aunque se mudara a mi palacio, aunque subiera la montaña más alta o se pusiera los tacones más altos del reino, yo era muy superior a ella.

-¿Cómo?-preguntó sorprendida.

A lo mejor y así se daba cuenta que en Khelvar no se movía una sola aguja sin que yo estuviera entrada de quien eran las manos que la sostenía. Khelvar respondía ante mi, el palacio es mío y sobre todo, el poder me pertenece solo a mí.

-Yo no respondo ante usted, mucho menos debo darle explicaciones-espete con fastidio-. Ahora que quiso sacar el tema a la luz, me parece que tengo que dejarle unas cosas en claro.

-Princesa Dayra-susurró con un falso tono de firmeza que perdía credibilidad por su rostro lleno de nerviosismo-, no puede hacerme nada porque Deizon le haría pagar por ello.

¿Qué no se daba cuenta que eso no me importaba?, si me importará lo que haría el rey Deizon cuando se enterará que amenace a su amante, no lo habría hecho para comenzar. Solté un bufido ante su patético intento de buscar protección con ese hombre, me moví hasta quedar a su lado, detrás de ella, con mi boca a la altura de su oído.

-No, señora Greft-susurre con malicia-. Podría cortarla en pedacitos frente al rey y él no movería un solo dedo para ayudarla.

-No puede estar segura de ello-susurró asustada-. Soy la mujer que ama.

Esas palabras me molestaron mucho más. Ella no era más que la mujer que él deseaba, dudaba que el rey Deizon conociera el verdadero significado del amor, y, aunque lo hiciera está sucia mujer no era la merecedora de ese afecto.

-Es la mujer que le calienta la cama, que es distinto-enfaticé-. Yo soy la heredera al trono de Khelvar, prometida del Príncipe Ascian, heredero del castillo que ahora usted está pisando y eso me da mucha más importancia que usted.

-Deizon me ama-susurró tratando de convencerse a ella misma-, no permitiría que me hiciera daño.

-A lo mejor se equivoca-susurré divertida-, ¿Cree que el rey Deizon pondría su seguridad primero que la estabilidad de su reino?

Tal vez el rey Deizon sería capaz de hacer aquello solamente para irritarme, pero a la larga, lo pensaría mejor. El reino estaba condenado a su destrucción sin la ayuda de Aphud, por mucho que me irritará aceptarlo, así que el rey no era tan estúpido para perder esta alianza.

La mujer jadeo asustada antes mis palabras, dirigí una mirada discreta a nuestro alrededor solo para asegurarme que nadie nos prestaba tanta atención.

-Solo le voy a decir esto una vez si no pretende comprobar esta teoría, señora Greft. El título que le conferirá el rey no es suficiente para que pase sobre mí. El palacio es mío. Los sirvientes y guardias responden ante mí. El palacio mismo responde ante mí. Usted es solo la amante del rey y me encargaré de que todos en mi palacio-puntualicé-la traten como tal.

Esa mujer tomó la sabía decisión de permanecer en silencio, considerando tal vez a la adversaria que tenía enfrente. Ella a estas alturas se hacía una idea de lo que yo llegaría hacer de ser provocada.

Odiaba a esta mujer, no quería verla en mi palacio pero ahora tenía otras preocupaciones mucho más importantes que su irritante ser.

-Disfrute de la fiesta, señora Greft-susurré con malicia-, y espero de corazón no tener que recordarle nada de esto de vuelta en mi palacio.

Me alejé de la mujer bebiendo de mi vaso, me satisfacía ganar porque eso reafirmaba mi superioridad ante todos y todo bajo mi reino. Salude a las personas que me reverenciaban, que se detenían para saludar y presentarse aunque no recordaría ni uno solo de sus nombres luego.

Vi a Bastian entrar al salón y de inmediato me di cuenta que se había retirado para cambiarse de ropa para llevar ahora un traje grisáceo con bordados negros que lo hacían lucir más mayor de lo que en realidad era y resaltaban su posición como consejero real.

Me acerqué a él entregando mi vaso a un sirviente en el proceso, al tenerlo frente a mí hizo una reverencia antes de ofrecerme una sonrisa amistosa.

-Majestad-saludó.

-Bastian.

Miré a mi alrededor para darme cuenta que nadie nos prestaba atención ahora que el Príncipe Ascian había llevado al centro del salón a la marquesa con la que había estado hablando para bailar.

-Voy a sentirme menos indignada por el hecho de que me dejaste sola en este lugar, solo si me dices dónde está mi hermano.

Aunque entendía su ausencia. Su ropa de antes, aunque formal, no era la que exigía el protocolo dado que debía llevar el "uniforme" que todos los consejeros del reino debían llevar.

Bastian me ofreció una sonrisa abierta y divertida mientras negaba con diversión. Bastian antes que mi consejero era mi amigo pero eso no hacía que dejará de ser suspicaz, él había visto la molestia que guardaba y estaba ayudándome a tranquilizarme para no cometer alguna estupidez.

-Le aseguro que mi intención nunca fue ofenderla-susurró divertido.

-Oh, estoy segura de eso-le seguí el juego-. ¿Cómo podrías ofender a tu futura reina?

-Eso nunca podría pasar por mi cabeza-asintió con esa sonrisa dulce-, mi único propósito en la vida como su súbdito es protegerla y servirla en todo lo que desee.

Y lo había hecho en el pasado y estaba segura de que lo haría durante toda su vida. Bastian era una maravillosa persona y a veces ese hecho... me dolía. Me lastimaba porque sabía que Bastian no merecía cargar con la mitad de secretos que guardaba sobre mí, las cosas que había hecho porque yo lo había pedido y las que seguramente seguiría haciendo.

Aunque no era lo correcto, me aliviaba que Bastian hubiera aceptado hacerlo, hubiera decidido quedarse cuando le ofrecí la opción de irse como si nada hubiera pasado esa noche.

-Basta ya-pedí divertida-. Dime donde esta Caius.

-Según sus propias palabras, esta mañana en el comedor avisó que se sentía un poco enfermo y lo mejor sería quedarse en su habitación.

Eso de inmediato encendió todas las alarmas dentro de mi cabeza. ¿Estaba bien?, ¿Cómo se sentía?, ¿Necesitaba un médico?

-¿Lo has visto mal?-pregunté preocupada-, ¿Mareo, debilidad, somnolencia, sudor frío?

Bastian adoptó una expresión seria mientras veía lo que esa información había causado, pero ese era el menor de mis problemas. No podía permitir que Caius se enfermará y no me informará.

Los hombres de la montaña blanca lo habían sanado en el campamento, Bastian me lo había asegurado, ¿Entonces que le pasaba?, ¿Acaso esos hombres hicieron mal su trabajo?, porque de ser así me encargaría de recordarles lo que pasaba cuando me molestaban.

-No se veía mal, Majestad-me informó Bastian tranquilizándome un poco-. Solo tenía una ligera capa de sudor en su frente, nada más. A lo mejor era cansancio por el viaje.

-Ya me encargaré yo de decirlo-iba a verlo ahora mismo-. Encargate de que no se note mi ausencia mientras tanto.

Bastian asintió una sola vez y yo me encaminé a la salida. Había un guardia afuera que me reverenció antes de que le ordenará con poco tacto que me llevará a la habitación de Caius.

A lo mejor estaba exagerando, pero Caius era uno de los que bombardeaba de preguntas a Bastian cuando yo me reportaba enferma. Ambos sabíamos los recuerdos que esa palabra desencadenaba en nosotros.

Podría no ser nada o podría ser algo importante y de atención, fuera cual fuera la respuesta en este caso, quedaría más tranquila si me aseguraba personalmente de la situación Caius.

Caminé detrás del guardia que me guiaba por pasillos, escaleras y salones. El palacio era enorme, mucho más que el mío así que las habitaciones, los salones y todo lo demás quedaban verdaderamente lejos.

-Es esa habitación, Princesa Dayra-informó el guardia.

Él se había detenido al final del pasillo, a varios pasos de la puerta que señalaba, seguramente para darme privacidad para lo que quisiera decirle a Caius, pero para mantenerse alerta en caso de ser requerida su presencia.

Asentí y me alejé del guardia para acercarme a la puerta completamente negra que era iluminada por la ventana detrás de mí. Puse mi mano sobre el pomo cuando escuché un ruido en el interior de la habitación, como si algo se hubiera quebrado contra el suelo al ser lanzado.

Ni siquiera me giré a ver si el guardia se acercaba ante el sonido alarmante, después de todo yo no necesitaba ayuda para encargarme de la pobre alma que se había atrevido a luchar con mi hermano.

Abrí la puerta de inmediato pero me quedé congelada. Un segundo me tomó procesar la escena antes de cerrar la puerta con fuerza.

El guardia se detuvo a varios pasos de mí, para verme con absoluta confusión. Solté el maldito pomo de la puerta y me alejé caminando a paso rápido.

-Lléveme de vuelta al salón-ordené-, de inmediato.

-Es mi trabajo asegurarme de que todo esté en orden, Princesa Dayra-explicó el guardia frente a mí-. Si mi Rey se entera de que no lo he hecho tendré problemas.

-No pasa nada dentro de esa habitación-expliqué rápidamente-. Mi hermano se ha golpeado accidentalmente con la cómoda y ha tirado al suelo unos libros que había encima-mentí-. Ahora lléveme al salón ahora.

El guardia miró por un segundo la puerta con preocupación antes de asentir y girarse para comenzar a caminar de vuelta al salón.

Caius era un maldito imbécil, descuidado y definitivamente más estúpido que ayer. ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza para hacer algo como eso?

Se estaba arriesgando mucho, muchísimo y al final no podría protegerlo cuando su maldito secreto le explotará en la cara. ¿Quería arriesgarse?, pues iba a hacerlo como los ancestros mandaban. Iba a dejar de protegerlo en este mismo instante.

-¡Dayra, espera!

Su grito lejano hizo que el guardia se detuviera, como si le hubiera hablado a él. Yo definitivamente no tenía ganas de escucharlo, ahora si que me apetecía escuchar al duque Thomas hablar sobre la importancia del azúcar en una nación.

-Siga avanzando-ordené.

El guardia asintió y comenzó a caminar de nuevo, estábamos relativamente cerca del salón porque ahora pasábamos por el pasillo que comunicaba al salón con vista al jardín este.

Nunca había deseado tanto conocer el mapa de un lugar, como cuando escuché los gritos de Caius acercándose mientras corría y yo deseaba simplemente alejarme de él tanto como fuera posible hasta no querer estamparle la cabeza repetidas veces contra el suelo.

-¡Dayra déjame hablarte!

Solté un bufido y me detuve, cosa que el guardia notó e imitó. Me giré para verlo correr con una camisa blanca apenas puesta sobre su cuerpo, arrugada y con los lazos sueltos, su cabello hecho un desastre, sus mejillas sonrojadas junto a sus labios hinchados y rojos por lo que había estado haciendo.

-Lo siento, no quería preocuparte de esa manera.

-Muy considerado de tu parte-ironicé-, aunque algo tarde para ello.

-Déjame hablar, por favor-suplicó arrepentido-, yo-

Lo interrumpí mirando al guardia que estaba a unos cuantos pasos haciendo su mejor intento por no escuchar lo que mi hermano, en esas condiciones, estaba diciéndome.

-Déjenos-ordené al escuchar a lo lejos la música-, desde aquí se cómo volver al salón.

El guardia ni siquiera dudó cuando asintió marchándose del pasillo luego de ofrecernos a mi hermano y a mí una reverencia.

Llené mis pulmones de aire mientras me tranquilizaba, no podía olvidar el lugar en donde estábamos y a quien servían las personas que nos rodeaban, incluso, para quien servían las paredes que escuchaban nuestra conversación.

-Tengo que volver al salón del trono-miré a mi hermano que se frotaba el cabello frenético-, al parecer tú tienes cosas que hacer así que lo mejor será que cada uno vuelva a sus asuntos.

-Lo siento mucho, Dayra-me miró arrepentido-, sé que la reunión de hoy es importante para todo Khelvar, pero yo...-lucía confundido, afectado, nervioso-, no sé...

No podía imaginar lo que pasaba por esa cabeza, aunque quisiera, lo mejor era no arriesgarme dado que el cuerpo comenzaba a dolerme un poco menos que ayer.

Caius tenía sus problemas, sus necesidades y yo no podía pretender que las ignorará, pero tampoco podía dejar que él se encargará de formar un maldito escándalo solo por su imprudencia.

Mi deber como reina no era solamente cuidar de mi pueblo, era mantenerlos a salvo. Cuidar y proteger a mi familia de todo, incluso de sus impulsos.

Incluso de mí.

-No es asunto mío lo que hagas con tu tiempo libre, Caius-murmuré con toda la tranquilidad que podía reunir-, ni siquiera lo que hagas con tu vida. Sólo le pido que recuerdes muy bien que esto no es Khelvar y que aquí no tengo poder para protegerte.

Ni siquiera su nerviosismo, confusión y el peso que cargaba sobre sus hombros fueron suficiente para que Caius me permitiera hacerlo entrar en razón.

-No necesitas protegerme, Dayra, ya no soy un niño-se defendió-, ni siquiera tienes que preocuparte por mí, yo no pensé que todo-

-Ese es tu problema-puntualicé ganándome una mala mirada de su parte-. Tú no piensas Caius, permites que tus impulsos y deseos te sobrepasen, no consideras a las personas que te rodean y como ceder a eso impulsos pueden afectarte.

Caius apretó los puños y soltó un suspiro de molestia. No le gustaba que lo corrigieran, siempre lo había odiado, no era capaz de ver sus errores y aprender de ellos. Se limitaba a negarlos y empeorar por ello

-Sólo fue esta vez-se defendió-, ni siquiera debías haber salido de ese salón para empezar.

Su tono brusco me afectó, incluso más que sus palabras. Caius era una de las pocas personas a las que les permitía afectarme con sus palabras, aunque como siempre, había aprendido a lidiar con ellas. A lidiar con el dolor.

-Tienes razón, preocuparme por ti fue un error-él me miró dolido-pero te aseguró que no sucederá de nuevo. Solo me queda decirte que tengas cuidado Caius, porque no voy a protegerte más, como dices ya no eres un niño, eres un hombre y un príncipe.

Caius apretó los labios con frustración y volvió a sacudirse el cabello frenético, más confuso y nervioso que antes.

-Cómo eres consciente de lo que significa ese título, eres capaz de asumir las consecuencias de tus impulsos. No olvides que esto no es Khelvar y las paredes no responden ante nosotros-le advertí-, cuida mucho de que el rey no se enteré de lo que haces porque sabes que tomará cartas en el asunto.

-Lo dices como si nuestro padre fuera un monstruo.

-¿No lo conoces tú mejor que yo?-él apartó la mirada, suspiré-. De vuelta en el palacio, retiraré todas mis órdenes en cuanto al comportamiento de la guardia y sirvientes del palacio.

Caius sabía lo que eso significaba, ni siquiera tenía que enfatizarlo. Fue por eso que me miró como si lo hubiera golpeado.

-No puedes hacerme esto.

-Has dicho que no necesitas mi protección, así que la estoy retirando-me giré para volver al salón-. Si deseas continuar con lo que haces, vas a tener que buscar tu propia protección y te deseo la mejor de las suertes con eso, Príncipe Caius.

Me alejé por el pasillo escuchando la maldición que murmuró junto al golpe en la pared.

Caius había elegido mal sus palabras y estaba harta de que, cada que trataba de hacerle entender sus errores, que cada vez que me preocupaba y lo protegía solo conseguía me atacará. Así que era momento de que se las arreglará solo.

Volví al salón cansada, irritada y molesta por todo lo que había pasado hoy. ¿Qué le había hecho a la vida para que me castigará así?, bueno, no íbamos a engañarnos porque sí que sabía lo que había hecho.

Al llegar al salón vi a Bastian hablando con algunos nobles que seguro, buscaban hacerse con información importante de Khelvar, sabía que eso podía manejarlo él solo. Luego vi al rey y a su perro faldero bailar tranquilamente y con unas enormes sonrisas, me entraron ganas de golpear a ambos.

-Empezaba a creer que tendría que buscarle por todo el palacio-su voz detrás de mí no me sorprendió-, ir a su rescate.

Eso último lo susurró casi en mi oído. Respiré profundo mientras me giraba para encararlo, tenía una sonrisa enorme y burlona en su odioso rostro.

-Yo no necesito que me rescaten, que lo piense solo hace que las ganas de cortarme las venas en la bañera de la habitación aumente-ironicé.

Él, por supuesto, soltó una gran carcajada abierta y divertida, como si le hubiera contado el chiste de su vida. Me crucé de brazos por su actitud tan ridícula.

-Supongo que me alegra no haberme quedado sin prometida-bromeó divertido-, ¿Puedo preguntar a qué se debió su ausencia?

-Ya lo hizo-puntualicé-, pero no tengo por qué responder ante usted.

El Príncipe Ascian sonrió, como se le sonríe a un desafío estimulante antes de tenderme su mano como un ofrecimiento que definitivamente no pensaba aceptar.

-Es hora de pasar a las competencias en el jardín, princesa-explicó burlón.

-Competencias-repetí hastiada.

Lo último que me faltaría ahora, era una demostración de hombría de toda su corte porque sabía cómo eran esas competencias: Tiro con arco, lucha, justas o algunos juegos para demostrar quién era mejor hombre.

-Deme el honor de acompañarla-se burló.

-Como si tuviera otra opción-murmuré de mala gana-. Si lo que iba a ver eran competencias-me quejé tomando su maldita mano, él sonrió victorioso-, me hubiera quedado en mi palacio.

-¿No disfrutaría de recibir la atención de todos los hombres de mi corte?

No necesitaba girarme para saber que todos se estaban preparando para salir detrás de nosotros. El Príncipe Ascian me guío fuera del salón, con su mano sosteniendo la mía mientras que las ganas de lanzarle alguna sustancia corrosiva en la piel por encontrar excusas para tocarme aumentaban.

-No necesito una competencia para tenerla-obvié-, ¿No lo demostró bien su amigo Dixon Morgen?

Si lo que el Príncipe Ascian quería descubrir era el alcance de mi ego y vanidad, le iba a enseñar que tan hinchado y grande era. No era la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra, pero definitivamente resaltaba, a lo mejor era mi posición, mi rostro o los rumores sobre mí, pero resaltaba.

El Príncipe Ascian soltó un bufido antes de indicarme por qué pasillo girar. Empezaba a odiar que una cosa quedará tan alejada de la otra, ¿Quién demonios había diseñado este palacio?

-¿Así que disfruta de la atención especial de mi amigo?-cuestionó divertido-, de ser así me encargaría personalmente de llevar ese mensaje a Dixon.

-Así que un príncipe puede jugar a ser mensajero si así lo deseo-me burlé-. No se preocupe Príncipe Ascian, si en algún momento deseará aclarar mis intenciones, lo haría personalmente. Siempre ha sido así.

Agradecí que, por primera vez el Príncipe no replicará nada.

El jardín estaba lleno de juegos, todos enfocados a demostrar quien salía victorioso en cada uno de los juegos. Respiré profundo para no irritarme mucho más.

Pasamos las siguientes horas viendo las justas, el Príncipe Ascian no participó pero sí que se divirtió cuando uno de los ganadores se encamino a donde yo estaba sentada fingiendo que veía la competencia y me ofreció una rosa blanca. Lo acepté aunque el hecho me incomodó lo suficiente para sonrojarme.

-Ahora sé que lo único que tengo que hacer para sonrojarla es ofrecerle una rosa frente a todos. Claro que la mía si sería roja.

Solté un bufido y mire la delicada flor. En Khelvar, cuando un vencedor ofrecía una rosa era de color rojo y generalmente la daban a las mujeres que pretendían o amaban ya fuera una pareja, hermana, madre o amante.

-¿Por qué esta es blanca?

-Una rosa roja representa el amor y deseo-explicó el Príncipe Ascian todavía divertido con la situación-, pero a una mujer prometida con alguien de la nobleza no puede ofrecérsele eso, así que como muestra de respeto y admiración ofrecen una rosa blanca.

Tenía lógica que no quisieran perder su cabeza por ofender al Rey Kalias o al Príncipe Ascian por pretender a la prometida, así que era una buena opción para mostrar respeto. Imaginaba que el Príncipe Ascian se sentiría satisfecho de que su pueblo sintiera interés por su prometida.

Era casi tan orgulloso y vanidoso como yo.

A la hora del almuerzo, Caius apareció sin mirarme una sola vez. No esperaba menos luego de la conversación que habíamos tenido, no iba a negarme mi ayuda si él la pedía pero solo si se disculpaba.

Comimos escuchando historias de un noble a otro, la verdad, comenzaba a aburrirme muchísimo de toda la conversación de cómo una familia logró volverse parte de la nobleza hace muchos años luego de que su ancestro ayudará al entonces rey.

Bastian, que estaba sentado a mi lado soltó un suspiro de cansancio que me hizo girar a verlo. Tenía la mirada fija en el hombre que hablaba mientras su rostro parecía expresar sus ganas de lanzarse de lo alto del palacio.

-A que no es la plática más aburrida en la que hemos estado-susurré divertida.

-Tiene razón, Majestad-Bastian soltó una risa baja-, ¿Recuerda la reunión en la casa de la marquesa Felixia?

Me tomó un segundo volver a ese recuerdo y una mueca de fastidio llegó a mi rostro involuntariamente. Esa sí que había sido la tarde más aburrida de toda mi vida.

-La conversación de los barcos-suspiré divertida-, nunca en mi vida había deseado tanto arrancarme las orejas.

-Concuerdo-se rió Bastian por lo bajo-, casi tuve ganas de lanzarme de lo alto de la mansión, como dice usted todo el tiempo Majestad.

Negué divertida y tomé mi copa para beber algo antes de considerar ahogarme con el líquido.

-¿Recuerda lo que pasó esa tarde?-continuó en un susurro Bastian-, cuando se quiso levantar de la mesa pero el Príncipe Atlas y el hijo de la marquesa le habían atado las cintas del vestido a la silla. ¿Recuerda que cayó de cara al-

Bastian se silenció cuando me atoré con el vino por la risa. Recordaba que la marquesa se levantó de la mesa para ir a por un modelo a escala de los dichosos barcos de los que no había parado de hablar, pero mi hermano se había entretenido atando las cintas del vestido de la marquesa y termino de cara con la torta que tenía frente a ella.

Bastian se rió por lo bajo y yo tosí ligeramente para ocultar su risa. Todos en la mesa nos miraban y en ese momento quise golpear a Bastian por haber tenido la idea de recordarme algo gracioso cuando yo estaba bebiendo de la copa.

-Lo siento-me disculpe con el ardor en mi garganta-, no era mi intención interrumpirlos.

Apreté los labios con fuerza porque Bastian seguía riendo por lo bajo mientras se burlaba de mi desgracia. Oh, esta me las iba a pagar.

El rey Deizon retomó la conversación que llevaban y yo golpeé con fuerza la pierna de Bastian.

-¿Debería preocuparme de que mi prometida se atore tomando vino?-bromeó el Príncipe Ascian sentado a mi otro lado.

-Por supuesto que no, la próxima vez que lo haga será cuando desee ahogarme por nuestro desastroso matrimonio-ironicé-, nada más.

El Príncipe Ascian sonrió abiertamente antes de inclinarse en mi dirección, solo se detuvo cuando su respiración me golpeaba la mejilla y sus labios rozaron mi oreja.

-Todavía me debe una negociación, princesa.

-No lo olvido-me aparté irritada-, para recordarlo no necesita acercarse tanto.

-¿Le incomoda mi cercanía?-preguntó divertido.

-Me irrita-puntualicé-. No ponga a prueba mi tolerancia, Príncipe Ascian, porque la próxima vez me encargaré de apartarme sin importar lo que su corte piense al respecto.

Eso dio por zanjada la conversación el resto del día. Al iniciar el camino de regreso a Khelvar, la noche estaba pintando el cielo y en mi carruaje iba Bastian, Caius no tenía la valentía de verme a la cara al parecer porque viajó con el rey.

El Rey Kalias y el Príncipe Ascian prometieron volver a mi palacio pronto y yo desee que los asuntos en su reino los retuvieran por mucho tiempo, no por el Rey Kalias por supuesto.

Ahora, solo podía pensar en ese asunto sin resolver que me esperaba en el palacio. Ese hombre fue fuerte, valiente y se negó a decirme nada, lo que era verdaderamente admirable, pero siempre había formas de conseguir lo que quería. Si había una forma de quebrar a una persona de esa valentía era usando a las personas que amaba en su contra.

Y eso era justo lo que haría.

~ 🧚‍♀️ ~

Nota de autora: En este capítulo quería presentarles un poco más la relación que tiene con Bastian y los conflictos que siempre ha tenido con Caius. Ahora, lo más importantes es: ¿Listos para conocer el lado oscuro de la Princesa Dayra?

            
            

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