Capítulo 7 Martina Crembell

Me llamo Martina Crembell, mi vida hasta ahora estaba llena de pobreza, crecí en el barrio más peligroso y triste de la ciudad, mi padre me abandono a penas se enteró de mi existencia, un cobarde, típico de esos hombres que son buenos para follar y malos para responsabilidad.

tengo solo veintidós años y no pude terminar mis estudios, debido a que mi madre fue diagnosticada con cáncer... Una mierda de enfermedad, lo descubrimos cuando un día dejó de comer como antes; dejó de hablar, respirar e incluso mirar como antes; como si ella supiera que está pasando por algo horrible. Se desmayó en la cocina y no fue si no hasta la noche que termine mi jornada laboral rutinaria, que la encontré tendida en el suelo.

La lleve a un hospital público dónde me dijeron que tiene cáncer... La quimioterapia y radioterapia son tan costosos, que ni vendiendo todas las frutas del mercado del señor José podía costearlo. Necesitaba un puto milagro, si es que esa clase de cosas existen.

Valía la pena intentar vender el doble de mercancía en las calles, en las autopistas. Mi amiga Julia también vendía junto a mi, pero en su caso para ayudar a su hermanita para que estudiara, cada una tenía su causa importante para luchar por sus problemas y vender la fruta en la calle con ánimo. Al menos nuestras causas es lo que nos mantenía con la esperanza, por más pequeña que fuera, de que algún día todo mejorará.

Así era mi vida de rutinaria, despertar temprano, bañarme, a veces no poder comer porque no alcanza, prefiero darle lo que hay en la nevera a mi madre, paso por la tienda del señor José, él me da parte de su mercancía en frutas para que las venda y me quedo con el 30% de lo que yo haga en el día. Llega la noche, regreso a mi casa y atiendo a mi madre con lo que sea que necesite de mi.

Todas las noches me pregunto si esto va a cambiar, si solo me quedará mirar el rostro desvanecido de mi madre con el paso de los días. Si su enfermedad la quitará de mi; ella es lo único que me queda, me dió todo lo que pudo, trabajo hasta que su enfermedad no le permitió más, en la tienda del señor José. Es un hombre amable, con sus propios problemas, sin embargo da todo lo que puede, a sus vecinos, fué el primero en tocar la puerta de mi casa cuando se enteró de la enfermedad de mi madre, ofreciendo su apoyo, yo solo le pedí más trabajo, mientras más trabajo más paga. No soy de las que pide por caridad o de la lástima.

Julia y yo nos encontrábamos en la vía, con nuestras bolsitas con frutas como manzanas y fresas para venderlas a las personas que pasen por ahí, cuando Julia me interrumpe mi lluvia de pensamientos clásicos de rutina "lo mucho que odio mi vida y lo que desearía que mi madre sanara".

-¡oye!- me mira fijamente mientras sostiene un periódico.

-¿Qué traes?- pregunto detallando lo que tiene en su mano.

-esta mujer se parece muchísimo a ti...

Yo sujeto el periódico, leo un poco el anuncio, "buscamos a chica para vientre en alquiler".

-¿Vientre en alquiler?- pregunto asqueada.

-ofrecen muchísimo dinero por estás cosas, y fíjate es para hoy... No estás tan lejos del lugar, deberías participar.

-ay Julia... Reacciona, yo jamás en mi vida he estado embarazada, es imposible.

-¿A caso no te ayudaría ese dinero para salvar a tu mamá?

Quedé en silencio. Quizás no era la mejor idea que había tenido Julia desde que la conozco pero tampoco es algo que esté descabellado.

Pensé por unos minutos mientras me senté en la acera del suelo, ella se sentó junto a mi.

-oye, no quise mencionar a tu mamá, es solo que te pareces un poco a esa mujer...-mirandome con tristeza.

-somos muy diferentes, a demás, no hay tiempo, en caso de que quisiera aceptar.

-claro que si hay tiempo, son las once de la mañana y ahí dice que a las dos. Puedes ir a tu casa y bañarte para que estés más presente.

La empujó por el hombro con el periódico por su comentario tan ofensivo, pero me sonrio ya que ella es así.

-vamos amiga, te acompaño si quieres, es solo intentar, tampoco es que vas a perder algo por intentar.

Los intentos Julia para animarme son constantes, por supuesto que es una locura imaginar que yo aceptaría quedar embarazada de un extraño. Por otra parte el dinero podría ser la esperanza para mi madre, eso es lo único que veo de importante.

-¿Y qué opinas?-insiste nuevamente Julia mirándome con ojitos de esperanza, como si yo fuese a quedar seleccionada.

-Ashhh- dejo salir una bocanada de aire con molestia-, está bien, lo haremos.

-¿¡En serio!?- pregunta con exceso de emoción.

-pero... Vendes por mi el resto de fruta que me queda, en lo que esté en la entrevista.

Ella acepto con toda la alegría del mundo. ¿Qué mierda? Había aceptado por la insistencia de ella, pero sé que no voy a quedar, ni van a mirarme tan siquiera.

Nos fuimos a mi casa, si es que se puede llamar casa cuatro paredes de cartón reforzado con latas y un techo de a punto de caerse.

Mi madre se encontraba durmiendo, las medicinas que le pude conseguir la hacían dormir mucho, una manera de aliviar su dolor.

Le acaricie el cabello, dándole un beso en la frente. Me bañé rápidamente mientras que Julia me espera en la sala.

-apúrate-susurraba Julia con desespero, ya eran casi la una de la tarde.

Yo me puse a toda marcha, no sé porque rayos estoy haciendo esto, no examine bien las opciones en caso de que si pase, pero sé que no pasará, termino de vestirme, un jean, el más decente que tenía, una blusa azul claro con mangas y recogí mi cabello con una cola de caballo, lo bueno de tener el cabello liso es no tener que peinarlo demasiado.

Fuimos hasta dicha dirección, nos quedaba a unos diez minutos caminando, si que es cerca.

-¿Te imaginas que te paguen mucho dinero? - continuaba preguntando Julia llena de emoción, en serio, no entiendo su actitud.

-voy a hacer esto para que veas que las cosas no suceden así de fácil en la vida, Julia.- digo con fuerza para bajarle dos rayas a su excesiva felicidad.

-ya verás que si...

Nos detuvimos en seco al ver que la fila estaba larguísima. "Mierda" pensé.

-voy a perder todo el día en esta estupidez.

Julia me toma por el brazo y continúa diciendo mientras me lleva al final de la fila.

-va a valer la pena, ya verás.

Un grupo de mujeres con rasgos muy finos y mirada prepotente nos miran de reojo, como si fuese mis algunas vagabundas pidiendo para comer.

Julia que no se reserva comentario alguno les hace un gesto de desapruebo con los hombros y la mirada. Yo aguante la risa, a pesar de todo estaba siendo divertida la situación.

Luego de un par de horas, quizás menos, la fila había bajado en su totalidad, solo faltaba yo por entrar, los nervios comenzaron a recorrer mi cuerpo y no tiene sentido alguno que lo sea, porque yo no tengo ni la mínima esperanza de quedar.

El vigilante de la entrada me hace señas de que pase y mi amiga cruza sus dedos y me hace una seña en forma de cruz, como lo solía hacer mi madre.

Yo entré dejando a Julia afuera, no podía pasar, pero dijo que me esperaría con calma.

Al entrar me sorprendió ver un espacio vacío, una silla en el medio de la sala y justo en frente de esa silla, un pequeño escritorio donde se encuentran un grupo de personas cuyos rostros jamás he visto.

Dos mujeres, muy bien vestidas por cierto, y dos hombres.

Me piden que tome asiento y sin más obedecí.

-¿Cómo te llamas?- me pregunta una voz del grupo que no logro distinguir por el exceso de luz en el cual aún no estaba acostumbrada mi visión.

-Martina Crembell.

-¿Edad?- esta vez es la voz de una mujer.

-veintidos.

-¿Hijos?- un hombre.

-no.

Se quedan un segundo en silencio, luego comienzan a murmurar entre ellos.

Empieza?- un hombre.

-no.

Se quedan un segundo en silencio, luego comienzan a murmurar entre ellos.

            
            

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