Un contrato para amarte (Casada con el CEO)
img img Un contrato para amarte (Casada con el CEO) img Capítulo 8 No habrá noticias para dar
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Capítulo 10 Odio a esa chica img
Capítulo 11 Se los debo img
Capítulo 12 Una deuda que pagar. img
Capítulo 13 La cruda realidad. img
Capítulo 14 Vas a terminar cediendo img
Capítulo 15 Un año. img
Capítulo 16 Estare bien. img
Capítulo 17 El recuerdo de Leandro img
Capítulo 18 Me estas rompiendo el corazón img
Capítulo 19 Incómoda cena de compromiso img
Capítulo 20 Debemos hablarlo img
Capítulo 21 Los preparativos para la boda img
Capítulo 22 La boda será mañana img
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Capítulo 8 No habrá noticias para dar

Había pasado mucho tiempo desde que Leon había sentido el famoso dolor de cabeza, este causado por la resaca. Apenas estaba borracho, pero sentía que había pasado su punto habitual y bebía un poco más de lo que debería, ya que todavía iba a trabajar y ni siquiera podía enfrentar la luz del sol que entraba por las cortinas de su habitación sin sentir millones de agujas perforando su cerebro.

Se dio la vuelta en la cama varias veces y tuvo que presionar los párpados cuando escuchó sonar el despertador de su teléfono. Trató de alcanzar el dispositivo al lado de la cama y suspiró enojado cuando escuchó que caía al suelo. Se sentó en el borde de la cama y agarró su teléfono del suelo y luego apagó ese ruido perturbador.

Se llevó la mano por el cabello y vio su camisa en el suelo, recordó a la chica que le había dejado caer bebida y suspiró por tercera vez. Solo podía ser una broma, nunca había visto a la hija del Sr. Bustamante en ningún sitio y casualmente estaban en el mismo lugar después de que su padre le advirtió sobre la boda.

Quería desesperadamente terminar esa historia para siempre y seguir adelante con su vida. Salió de allí y fue directamente al baño, se quedó bajo el agua durante unos minutos con la esperanza de que pasara el mal presentimiento.

Dios, necesitaba un medicamento para el dolor de cabeza.

Después de terminar su ducha, regresó al dormitorio y se puso la ropa, se puso un par de jeans negros y una camisa de vestir azul marino. Cuando pensó en irse, escuchó sonar su teléfono. Se acercó al dispositivo en la parte superior de la cama y cerró los ojos con impaciencia cuando vio el nombre de su padre brillar en la pantalla.

No iba a responder, estaba agotada y tenía dolor de cabeza, no quería discutir con él. Tomó su teléfono en la mano y salió de la habitación, el timbre de la llamada resonó por el pasillo y no se detuvo. Su padre no iba a darse por vencido.

-Hola -respondió.

Sabía que el dolor empeoraría escuchando ese sonido por más tiempo. Bajó las escaleras y fue directamente a la cocina.

-Hijo, ¿estás bien?- le preguntó su padre.

El joven apoyó el dispositivo entre su hombro y su mejilla izquierda y abrió el cajón de la medicina, arrugó las cejas cuando escuchó la pregunta de su padre. No era asunto del mayor llamar casi a las siete de la mañana para preguntarle cómo estaba.

-Si -dijo sin siquiera mirarlo. Seguía muy enfadado.

-No te preocupes por las noticias, lo arreglaré. -Escuchó la voz preocupada de su padre hablar desde el otro lado de la línea.

¿Noticia? Leon desplegó las cajas de medicamentos y colocó el dispositivo en su mano.

-¿Qué dices? -preguntó.

El viejo Montenegro, al otro lado de la línea guardó silencio, se congeló. Juraba que su hijo sabía lo de los rumores; sin embargo, parecía no ser así.

-Papá -el anciano volvió a la realidad cuando él lo llamó con firmeza. - ¿Qué novedades? ¿Se filtró algo de la compañía? ¿Fue por el error del Sr Diaz?

Eso era imposible, Leon nunca se equivocó. Nunca dejó que un error de sus empleados se "filtrara" de la empresa.

-¿Señor Min? No hijo, no es eso -respondió su padre y en ceirto modo lo tranquilizó, pero si no era eso, ¿qué era?

Su hijo estaba perdiendo su escasa paciencia y el dolor en su cabeza parecía aumentar lentamente.

-Dilo sin rodeos -insistió.

-Creo que es mejor que enciendas el televisor y velo por ti mismo- dijo temerario el viejo.

Sin esperar más tiempo, se apresuró a ir a la sala de estar, giró varias veces buscando el controlador del televisor y cuando lo vio en el sofá, lo recogió rápidamente y la encendió.

Todo a su alrededor parecía perder el sonido, el ruido de su acuario, los autos que pasaban por la avenida de abajo, todo, solo la voz del reportero que hablaba sin parar resonaba en ese apartamento. Enfurecido apretó el teléfono en su mano y depositó todo su nerviosismo allí. Su rostro estaba estampado en la esquina inferior del televisor y la palabra "boda" era lo más destacado en esa oración.

"Leon Montenegro, el hijo del de uno de los empresarios más influyentes en la industria automotor, se casará con la única hija de los Bustamante, Ayme"

Cerró los ojos y respiró lentamente. Quería y no quería saber cómo había terminado en los medios. Se llevó el teléfono a la oreja y notó que su padre todavía estaba allí.

Al escuchar la respiración pesada de su hijo junto al teléfono habló rápidamente-: Hijo, no sé cómo terminó esto en los medios, ¡lo juro!

El anciano no podía entender nada, no tenía idea de cómo sucedió. Él y el Sr. Bustamante acordaron decirle a los medios después de convencer a sus hijos de casarse, incluso tuvieron una idea, pero aún no tuvieron tiempo de decírselo a su hijo.

-Quiero eso fuera de la televisión -habló con calma, sintiendo la ira correr por las venas de su cuerpo, hasta que por fin explota - ¡Yo no me voy a casar!

-Lo sé, me encargaré de eso -el viejo respondió desesperadamente. - Íbamos a esperar para dar a conocer la noticia.

-¡No habrá noticias para dar! - respiró hondo para no perder la razón. - Ya dije que no y es mi última palabra.

-Pero hijo, esto es necesario y lo sabes -insiste.

-Papá, no quiero perderte el respeto y soy lo suficientemente adulto como para decidir qué ahcer con mi vida. No voy a casarme y no insistas más.

Leon colgó el teléfono antes de que su padre intentara cualquier otra cosa, agarró el controlador del televisor y lo apagó. Arrojó el objeto en el sofá y se despeinó con los dedos. Eso solo podía ser una broma, proque jamás se ataría a ninguna mujer y mucho menos a una como Ayme que era despistada.

            
            

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