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una ráfaga de puñetazos y patadas. Una patada alcanzó al asesino y lo arrojó contra la mesa. -No es tan fácil cuando tu presa se defiende, ¿verdad? -dijo Mav. -Siempre gano, señor Rivera. - Yo también. Los hombres se atacaron entre sí. Dios, ¿dónde estaba la policía? Tuve que ayudar a Mav. Miré a mi alrededor y lo único que vi fueron mesas vacías.