Capítulo 4 REGRESO

ABBY KING

UN AÑO DESPUÉS

Me reclino en el asiento del avión tratando de poder descansar un poco. Trato de relajarme pero mi cuerpo se tensa cuando alguien se sienta a mi lado. Respiro profundamente y vuelvo a observar a la persona.

–El asiento ha sido comprado– observo al hombre que de seguro ha de tener unos treinta o tal vez más. Es atractivo pero dicho encanto se fue a pasear cuando invadió mi espacio. Odio que lo hagan.

–Está vacío– levanta una ceja. Estoy tan estresada en este momento pero muestro una sonrisa.

-Lo sé, lo compré, así que recoge tu lindo trasero y vete– su mandíbula se tensa pero se marcha logrando que nuevamente entre aire a mis pulmones. Coloco mi bolso en el lado vacío para no tener más sorpresas.

Con el paso de los años he sentido cierto repudio al tacto masculino. No me gusta, es por eso que he tratado de evitarlo. No era así, pero cuando marcaron mi cuerpo...

Siento cosquilleo que no se va, y mi mente evoca las escenas de esa tragedia.

Es algo que me llevaré a la tumba.

He tratado de llevar mi vida con normalidad, asisto a fiestas e incluso voy a centros comerciales. Trato de comportarme como una persona normal. Muestro una sonrisa que jamás llega a mi rostro.

Trato de descansar pero como siempre las escenas vienen a mi cabeza. Lo odio.

Llego a mi destino y respiro el aire de mi ciudad. Mi hermano va a matarme pero creo que correré el riesgo. Tuve suficiente con un año de pegar palitos, por eso renuncié a mi carrera de arquitectura.

Las edificaciones no son lo mío.

Tomo un taxi conducido por una mujer.

–Oficinas King–observo la ciudad y sonrío.

Lo he extrañado demasiado, las únicas fotos que tengo de él son de cuando tenía veinte años, si así se veía irresistible no imagino ahora. Miro mi aspecto en el espejo, aplico algo de brillo labial. Stefano Harrison, voy por tí.

El auto se detiene.

Tomo mi equipaje que consta de una maleta, lo demás lo dejé en Canadá. Soy millonaria y la ropa se compra.

Camino por la recepción encontrándome a una chica de cabellera castaña. Levanta su mirada y se pone de pie. Lleva una blusa en color perla y el cabello pulcramente recogido.

–Buenos días, en qué puedo ayudarla–tiene una expresión amable.

Me quito los lentes.

--Oficina de Salvatore King- la mujer me mira de forma extraña. Escanea mi aspecto, la sonrisa vuelve a su rostro. Revisa algo en su libreta y luego mueve la cabeza.

–El señor no está ahora en su oficina, pero necesito saber si tiene cita. Me puede decir quien lo busca- es hora de usar mi apellido. Adiós Abby Miller. Ajusto mi bolso.

–Abby King, soy su hermana– su rostro palidece en cuestión de segundos. Tal vez no sabía que el tonto de mi hermano tenía una hermana. Sigues ocultándome Salvatore King, qué novedad

–Bueno... lo que pasa es que..– tartamudea.

La entiendo así que vuelvo a colocar mis lentes.

–Lo espero en su oficina, igual lo acabo de llamar– simulo revisar mi celular.

–Piso de oficina– espeto con poco interés.

Se muerde el labio logrando exasperarme un poco. Paciencia Abby King. Paciencia.

–Último– guardo el aparato en mi bolso

Antes de irme me volteo.

–Sabes si Stefano Harrison se encuentra en su oficina–la mujer se levanta de su asiento. Asiente enseguida.

–El señor Harrison se encuentra en su oficina– muerdo mi labio inferior.

–Gracias–

Emprendo mi viaje mirándome más de una vez en el espejo. El fleco que me hice hace unos meses se ve bien. Linda y Mía me alentaron a hacerlo. Es lo único que extrañaré de Canadá. La salida a pequeños bares era lo único que me hacía sentirme normal.

El ascensor se detiene y observo las dos únicas oficinas en el piso. Una mujer de cabellera castaña se lima las uñas, al verme deja el objeto y se pone de pie.

El vestido azul ejecutivo resalta su figura. La cabellera castaña la tiene suelta. No está muy maquillada pero veo el esfuerzo por estar destacable.

–¿La puedo ayudar en algo señorita?-- es bella, pero es una belleza mas del montón. No es del agrado de Stef.

–Vengo a ver a Stefano Harrison–tomo mi maleta y empiezo a caminar.

La mujer sale de su sitio intentando detenerme.

–Lo siento señorita, pero si no me dice quien es no puedo dejarla pasar– toca mi maleta.

Lo admito, es más alta que yo, pero eso no me impediría apartarla en segundos.

–soy su novia– sonrío.

Sus ojos se abren de golpe y no reacciona hasta que abro la puerta. Me quedo en el umbral y observo la oficina del que será mi futuro marido.

Mi cuerpo se estremece en el momento en que puedo visualizarlo. Mi corazón se acelera y creo que las piernas me empiezan a temblar. Respira Abby.

No levanta la cabeza. Su atención está en su computadora, lleva lentes y no puede verse más atractivo. Las mangas de la camisa se la ha recogido dejando una imagen clara de su antebrazo. El primer botón de su camisa está desabrochado dejándome ver una parte de su pecho. Uno que se ve muy duro.

–Megan, necesito que me traigas los informes del mes pasado. Hay algo que no está claro– su voz es gruesa y muerdo el interior de mi mejilla.

Respiro alisando mi vestido negro que se ciñe a mi cintura de reloj de arena.

–¿Qué es un informe?– mis palabras son suaves.

Stef levanta su mirada y sus ojos se abren de golpe. Creo que no esperaba mi llegada.

Se quita los lentes, su ceño se frunce y puedo ver en el momento exacto en el que escanea mi cuerpo.

Su mandíbula se presiona.

–¿Abby?– sonrío.

Dejo la maleta en el lugar y camino con pasos firmes hasta colocarme enfrente. Creo que aun sigue desconcertado por que no reacciona ni cuando me siento en sus pierna y dejo un gran beso en su mejilla. El olor de su perfume se impregna en mis fosas nasales y no puede verse más sexi.

Su calor calma mi cuerpo. Sí, estoy en casa.

            
            

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