Capítulo 2 PRÓLOGO

ABBY KING

–¡No quiero que nadie me toque!– El cabello me golpea el rostro, pero lo aparto de un tirón. Más hombres llegan al lugar.

La única arma que tengo para defenderme es un cortaúñas. ¿Es en serio Abby? No pudiste encontrar algo mejor. Es todo lo que vi para defenderme.

–Señorita necesitamos que nos acompañe, el señor..– mi rabia crece por mucho cuando percibo que se atreven a llamarlo "señor" en mis narices.

–¡No me voy a ir a ningún lugar! Así que díganle a su señor que se puede pasar su rango por el culo– Los hombres intentan dar un paso, pero soy más astuta al saltar por encima de los muebles. No pueden hacerme daño, lo sé, y eso juega algo a mi favor.

No llevan armas porque saben que no pueden hacerme daño. ¿Por qué?, es Simple. Soy una princesa de la mafia. Abby King, hermana del nuevo capo de la mafia de New York, Salvatore King. Mi hermano mayor y el más grande hijo de...

Solo han pasado 15 minutos desde que recibí la noticia de que me llevarán a un internado, Dios sabe dónde, porque el bueno para nada de mi hermano lo demandó.

Al parecer le queda grande cuidar a una niña de 11 años. Padre fracasó al criarme y mi hermano sigue sus pasos. Y mi madre, bueno, ella murió cuando me dio a luz o esa es la historia que me han contado.

Pero descubrí a los 8 años que en realidad a la mujer que llamaba madre en fotos, no lo es, porque ella murió cuando mi hermano tenía 9. ¿Cómo lo supe? En una de las tantas borracheras de mi padre.

Así que solo soy una King a medias, ahora entiendo por qué Tore y yo somos tan distintos.

Mientras él tiene la piel más morena, el cabello y ojos oscuros, yo soy un fantasma de piel pálida de ojos azules. Lo único que compartimos igual es el color del cabello, ngro oscuro. Al igual que padre.

La mujer a la que llamaba madre era de cabello castaño y ojos color miel.

–Señorita por favor– entiendo la preocupación en sus miradas. Pero no me importa. Es mi vida de la que estamos hablando.

Me detengo observando la salida. Respiro lentamente.

–Bien– dejo el corta uñas a un lado.

Se relajan. Camino hacia ellos levantando el mentón, así como me lo enseñó la mujer que fracasó enseñándome algo de etiqueta.

El hombre extiende su mano y estoy a nada de alcanzarla pero levanto el pie propinado un rodillazo en su entrepierna y emprendo la huida hacia mi libertad. Comeré basura, pero en un internado jamás.

Cuando estoy cerca de la puerta algo sujeta mi brazo. Vuelvo a intentar conectar el mismo golpe, pero de un solo movimiento soy inmovilizada en el piso, pero qué.

Levanto la cabeza para insultar al imbécil que se atrevió a agredirme.

–Al parecer aún no estás lista– escupe la persona que menos quieres ver en este momento. Mi hermano me observa desde arriba y aunque trato de liberarme de su agarre, es imposible.

–¡Suéltame! ¡Suéltame, carajo!-- me libera pero me sostiene del brazo. Esa mirada oscura me recuerda tanto a padre. La misma expresión dura e intimidante. No me da miedo.

–¡Para ya! el auto está esperando. Es una orden Abby– me suelto y caigo al piso aterrizando de trasero.

–¡No me puedes obligar a ir a ese maldito lugar! Eres un bastardo– golpeo con las palmas de las manos la baldosa, una y otra vez. Las ganas de llorar me vencen, pero ni con eso el rostro de mi hermano cambia. Un maldito bloque de hielo.

–¡Es una orden! Soy tu hermano mayor y harás lo que yo diga, maldita mocosa– da un paso, me limpio las lágrimas con el dorso de la mano.

–¡Te odio! ¡Te odio!– pataleo cuando me levanta y coloca en su hombro.

–Puedo vivir con eso–espeta.

Araño su espalda y golpeo con los puños cerrados, pero nada lo hace detener. Me entrega a uno de sus hombres.

Me escabullo tomando la vela que está a un costado.

–Muérete– aviento la cera en su cara. El hombre que me llevará al internado me sostiene fuerte.

Solo escucho el grito de mi hermano.

Sonrío para mis adentros. Al menos sentirás mi ausencia.

Me suben al coche y mientras entran mis maletas puedo ver la silueta de la persona de la que estoy perdidamente enamorada. Stefano Harrison. Nuevo subjefe de la mafia y mejor amigo de mi hermano.

Y ya no lo volveré a ver. Es lo único que lamento.

Las horas en el avión son eternas. Suspiro y me concentro en encontrar un nuevo insulto para mi hermano. Me abandonó, se deshizo de mi. Solo era una carga, algo que le hacía estorbo.

Abrazo mi cuerpo y me reclino viendo la vista. Viviré años en una prisión llamada convento. Una lágrima solitaria se desliza por mi rostro. Te voy a extrañar Stef.

***

La vida aqui no ha sido mala pero el tiempo ha sido mas que suficiente para vivir aqui, 7 años para ser exactos. Ahora tengo 18 años. No hay fiestas ni celebraciones. Qué novedad.

–Señoritas necesito que estén lista antes de las ocho, hoy vendrán los estudiantes del internado masculino, todo vamos a orar por el alma de los pobres en desgracias, y además, recuerden que hoy a la 10 tenemos que ayudar en el taller de arte y costura– la mujer con la sábana en la cabeza nos levanta como todos los días. Una monja cuyo nombre siempre olvido.

Es gracioso ver que mi hermano me mandó a un internado de monjas, mientras que él es un capo da la mafia. Dios se ha de estar riendo.

El primer día lo pasé encerrada en mi habitación, pero luego descubrí que aquí también hay chicas que han sido obligadas a dejar sus hogares.

El padre de Linda es empresario petrolero, El padre de Mía es modelo. Nadie sabe que ella existe. Y yo, soy una princesa. Eso es lo que les he dicho.

Todas se quedaron sorprendidas. Por eso mi apodo es Princess. Omití, de la mafia. Palabras más palabras menos, qué importa.

–Ví a los chicos y son hermosos. ¡Por Dios Abby, soy capaz de perder mi pureza con cualquiera!– Mía chilla de emoción. Miro a través de la ventana. Sí, son atractivos, pero en mi mente solo aparece un hombre. Stefano.

Recuerdo haberlo visto haciendo ejercicio y Dios, su cuerpo era perfecto. Una fantasía hecha hombre, solo hay un hombre con quien quiero perder la virginidad y es con él.

–Si, pero son solo niños– dos chicos son los últimos en bajar de una camioneta y hablan con la madre superiora. Estos son más grandes. Tal vez 18 o 19 años. El rubio sonríe de forma cálida mientras que el castaño mira hacia arriba. Nuestras miradas se conectan.

Mía y Linda se esconden pero yo no dejo de verlo. Noto una ligera sonrisa.

Todas bajamos al comedor y grata es nuestra sorpresa cuando vemos a los estudiantes del internado masculino. El castaño y el rubio están junto al padre Jeremias quien de seguro les está hablando de su colección de estampillas.

Oramos por las almas de los pobres en desgracia y luego salimos al taller. Camino sola por los pasillos. Voy tan distraída en mi mundo que no me percato de la persona que tengo enfrente.

Levanto la mirada para encontrarme con el castaño. De sus labios brota una sonrisa.

–Lo siento– lo ignoro.

–Soy Saul– me toma de la mano, la aparto. Qué le pasa a este.

–Abby Miller– respondo cortante.

–Pensé que sabías sonreír, te vi en el comedor– me mira de arriba abajo. Se detiene a mirar mis senos que, aunque están cubiertos por una blusa de botones, son evidentes. Mi cuerpo se desarrolló a los 10 años, aunque no soy alta tengo un cuerpo envidiable, dicho por Linda. Tal vez mi verdadera madre era modelo. Trato de no pensar en ella a menudo.

–Mi rostro está arriba, y sé sonreír pero no lo hago con cualquiera– vuelve a sonreír como si mis palabras hubieran sido un cumplido. Él es mucho más alto que yo.

–Yo no soy un cualquiera, ya te he dicho mi nombre. Podemos ser amigos– se acerca tomando una hebra de mi cabello. La huele, no me muevo.

–Si ya terminaste de olfatearme como un perro en celo entonces me voy–- doy media vuelta alejándome de ese extraño chico. Giro la esquina topándome con el rubio. Este se detiene y sonríe.

–Has visto a mi hermano– ¿son hermanos? no se parecen en nada.

–Me estuvo olfateando como un perro– señalo detrás de mí.

Sus ojos se abren con sorpresa.

–Lo lamento, él a veces es algo..– se lleva la mano en la nuca.

–Raro– termino por él.

–Discúlpalo, solo lleva un año en el internado- yo solo llevo 7 años y no me comporto como una puta.

Se aleja. Me encuentro con Mía y Linda. Hacemos las tareas y asistimos a clases. Cae la noche y estoy a punto de dormir hasta que Mía levanta mi cobija.

–No es momento de dormir, tenemos que salir– chilla de emoción. Reparo su vestimenta que consta de una falda y una blusa de tiras.

–¿Tenemos?– se coloca brillo labial. Linda se quita su brasier sin relleno y se coloca uno blanco tal vez una talla más grande. ¿Qué está pasando?

–Una chica le dijo a otra, que le dijo a otra– se une Mía

–Que le dijo a otra– suspiro.

–Corten– ambas se rie.

–Habrá una fiesta en la antigua capilla, todos los chicos irán y unas cuantas de nosotras- la verdad no me apetece ir a una fiesta en estos momento.

–Cool, vayan– me recuesto boca abajo.

–¡Tú también vas a ir! no podemos ir solas– después de insistirme por media hora decido ir. Me coloco una blusa de tiras blancas y una falda de tablones color café. No me maquillo, dejo mi cabellera oscura suelta.

Mis amigas se reúnen con uno que otro chico y empiezan a besarse, es asqueroso verlo. A lo lejos observo a los hermanos, cosa 1 y cosa 2. Los ignoro, tomo un vaso de limonada y me siento observando el paisaje oscuro. Tal vez Stefan esté reunido con mi hermano.

–Hola de nuevo– cosa 1 aparece amargándome la noche.

–Vete– es lo único que digo. Como el insistente que es, se sienta a mi lado empezando hablar, no respondo a ninguna de sus preguntas. No debí venir.

Se escucha la música y mis amigas empiezan a alocarse y cuando digo alocarse lo digo en serio. Linda se va de la mano con un chico y Mía se está besuqueando con otro que le estruja las tetas.

Me levanto queriendo salir. No me despido de nadie. Camino por un camino de tierra. Sabía que era una pérdida de tiempo asistir. Pateo una lata.

Si me hubiera comportado mejor tal vez Salvatore no me hubiera mandado a un convento.

Camino en silencio hasta que algo sujeta mi brazo causando un dolor instantáneo, pero que..

–¿Te vas y me dejas?–reconozco esa voz. Cosa 1

–¡Qué te pasa! suéltame- intento alejarlo pero su agarre se vuelve más duro.

–A mí nadie me ignora y menos una niñata malcriada como tú– sostiene mi cabello halándolo fuerte. ¿Qué está pasando? En cuestión de segundos me arrastra hacia lo oscuro de los arbustos. Intento gritar pero es imposible, tapa mi boca.

Esto no está pasando, no está pasando. Me lleva a una cabaña pequeña y avienta mi cuerpo al suelo. Respiro por la boca y aunque me esté cagando de miedo no lo demuestro.

–¡Qué mierda te pasa! Acaso tiene piedras en el cerebro– intento llegar a la puerta pero de una bofetada me lanza al piso. El golpe me nubla la visión por segundos. Mi labio inferior tiembla y el miedo envuelve todo mi cuerpo.

Empieza avanzar y retrocedo. Mi blusa se mancha de polvo.

–Esto es solo tu culpa. Te has creído una perra altiva y orgullosa todo este tiempo. Te mostré mi amabilidad y me pagas con tu indiferencia– escupe al suelo y se acerca cada vez más. Mis manos tiemblan al imaginarme lo que este lunático podría hacerme.

–Vete.. – es lo único que puedo decir. Su rostro se vuelve más sombrío.

Mueve la cabeza y empieza a desabrocharse la camisa. Esto no está pasando, es mentira.

–Ahora vas a abrir las piernas como una buena chica– observa mi falda que se ha levantado un poco. Su camisa cae al suelo mostrando un cuerpo nada fornido, se hace un hueco en mi estómago cuando se abalanza sobre mí sujetando mis muñecas.

–¡No me toques! por favor– empiezo a gritar pero el silencio de la noche es el único que me acompaña. Saul me sostiene el rostro e impacta su boca con la mía. El asco y la repulsión es lo primero que siente mi cuerpo, y no me detengo, lucho por quitármelo de encima.

Peleo e intento liberarme pero es inutil. No está pasando, no está pasando.

Quiero ser fuerte, pero mi cuerpo no puede procesar lo que está sucediendo, su toque es como el de un animal, me asquea, me repugna.

Desgarra mi blusa y desliza sus asquerosas manos por mi pecho presionando fuertemente mis senos. El dolor es insoportable. Grito más fuerte pero soy recompensada con una bofetada que me voltea el rostro. Me toma del cuello impidiendome respirar.

–¡Perra barata! cierra la puta boca– estampa mi cuerpo en el suelo dos veces. Intento extender la mano para tomar algo con lo que defenderme pero fracaso. Mis dedos se manchan de polvo pero lo que mas me causa repulsión es saber que estoy siendo violentada por un total desconocido. Un ser al que nunca le hice caso.

Mis lágrimas se deslizan y vuelvo a pedir ayuda. Saul impacta su asquerosa boca, sabe a licor mezclado con cigarros. Asquerosa combinación.

Esto no me puede estar pasando, tengo miedo. Tore, hermano. Por favor ven por mi. Stef, por favor. Me ahogo en mi llanto. Que alguien me ayude. ¡Por favor!

La puerta se abre de golpe.

–¿Saul?– su hermano llega visualizando la escena y su asombro es mayor cuando ve mi cuerpo casi desnudo. Pido ayuda con los ojos.

–¡Cierra la puta puerta!- grita su hermano.

–¡Acaso te volviste loco, es una chica inocente! – Saul me suelta y se pone de pie. Mi corazón se acelera.

–¿Ese culo te parece el de alguien inocente?– me volteo tapando mi cuerpo. Me arrastro por el suelo intentando huir. Ambos hermanos empiezan a discutir y yo solo pienso en salir de este infierno. Mis rodillas se raspan en el proceso pero no me importa.

¡¡Corre Abby!! ponte de pie y corre.

Algo me sujeta del tobillo y soy arrastrada como un animal listo para el matadero.

–¡Por favor!– imploro clemencia.

–Sostenla bien– Saul empieza a gritarle a su hermano. El corazón se me rompe en mil pedazos cuando el castaño baja su cierre mostrando su asquerosa cosa.

–Lo siento– me susurra el rubio. Sus manos presionan las mías y lo siento temblar.

–Es mejor que la sostengas bien o te juro que me vuelvo a follar a tu maldita hermana, Así que cierra la puta boca– el rubio presiona mis muñecas. ¿Pero qué mierda es esto?

–Su hermana era así de buena, como tú. El orfanato del que los trajeron ha de sentirse feliz, porque le di el amor que tanto se merecía– empieza a reírse como un maldito loco.

–Ahora sostenla bien porque voy a disfrutar de este delicioso manjar. Y es mejor que cierres la puta boca o le diré a padre que te mande a la calle con tu hermana–

–Ahora sí preciosa voy a poder disfrutar mejor- se relame los labios. El cierre de mi falda se desliza al igual que mi ropa interior. Respiro por la boca.

El rubio vuelve a repetir un lo siento. Lo que más siento en la vida es no poder haber huido de esa asquerosa mansión. Lejos de padre, lejos de Salvatore.

Saul desliza su lengua en mi parte baja y reprimo el vómito. Mis lágrimas siguen saliendo, una parte de mi se rompe cuando Saul inserta su asquerosa cosa dentro. El dolor es tan inmenso que mi garganta duele. Todo se vuelve borroso después. Solo escucho sus gemidos y el olor de su sudor. Son minutos en los que no dejo de sentir un dolor insoportable en mi parte baja. Siento su tacto, la presión de su pecho creando un calor que me repugna. Se ríe y creo que recordaré aquello hasta el día de mi muerte. Estoy rota.

Son minutos en los que soy sometida por aquellos monstruos, porque aunque el rubio no participa aún así es cómplice. Maldita vida, la odio.

Cuando me levanto no hay nadie. Cierro mis piernas y mi llanto es descomunal. Me derrumbo en ese mismo lugar. La sangre en el suelo evidencia la pureza que una vez prometí dársela a un solo hombre. Lentamente cojo los pedazos de mi ropa. Cojeo y camino como puedo.

No sé como llego a mi habitación.

Me doy la ducha más larga y restriego mi cuerpo una y otra vez intentando quitar el olor de ese hombre. Me recuesto en mi cama y lo que se repite en mi mente es la escena, una y otra vez. Siento a mis amigas llegar pero no respondo cuando me preguntan cuando llegué. No quiero hablar con nadie.

Amanece y me mantengo en mi cama arropando mi cuerpo.

–La fiesta estuvo increíble, los chicos eran una divinidad. Pero es una lastima que partieran en la madrugada– Linda conversa con Mía. Mi labio inferior tiembla y cierro mis párpados.

–Viste a Saul, tenía un golpe en el rostro– escuchar su nombre pone en mi cabeza las malditas escenas.

–Abby Miller– se escucha mi nombre.

–Abby Miller– vuelven a repetirlo pero no muevo ningún músculo.

–Que sucede Eva– escucho a Mía hablar.

–La buscan– no me interesa quien sea. No quiero ver a nadie. Presiono mis piernas aun con el dolor latente.

–La esperan en la entrada de la puerta. Un tal Stefano Harrison– me levanto de golpe empezando a correr tropezando con las personas que están a mi paso. El dolor entre mis piernas es más fuerte pero lo ignoro. Mi corazón se acelera y las lágrimas vuelven a salir. Vino, vino por mí.

Las puertas se abren y no me importa saltar a sus brazos tomándolo completamente desprevenido.

–¿Abb?– rodeo su cuello con mis brazos y rompo en llanto. Lo abrazo mas fuerte y tiemblo. Él llegó, está aquí. Respiro su colonia. Casa, huele a hogar. Mi hogar.

–¿Qué pasó?– me sostiene con un brazo como si fuera una niña pequeña. Las escenas se repiten. Con mi mano temblorosa toco su mejilla, su rostro está cubierto por un pequeño moretón en la mejilla.

–Te extrañé–sus ojos se suavizan y acaricia mi mejilla.

–Yo también te extrañé pequeña Abby– deja un beso en mi mejilla.

            
            

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