Mataron a mí compañero,me vengare de todos
img img Mataron a mí compañero,me vengare de todos img Capítulo 4 Bernarda
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Capítulo 6 Confianza,aceptación,valor img
Capítulo 7 Nosotros img
Capítulo 8 Hugo img
Capítulo 9 Lady Mónica img
Capítulo 10 Una noche misteriosa img
Capítulo 11 Superarse img
Capítulo 12 Emociones encontradas img
Capítulo 13 Amor img
Capítulo 14 Cuarta dimensión img
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Capítulo 4 Bernarda

Mientras Bernarda entregaba el chocolate caliente a Silvia, la voz mental de Oliver irrumpió en su mente como un trueno suave pero firme.

-Buenos días, Bernarda. Por favor, ven a mi despacho.

-Buenos días, Alfa. Claro, estaré allí en unos minutos.

-¿Está allí la mujer?

Bernarda miró de reojo a Silvia, que sonreía tímidamente mientras aceptaba la taza humeante.

-¿Silvia? -preguntó con curiosidad.

-Sí. Pregúntale cuál es su intención de venir aquí.

-Lo haré, Alfa. Nos vemos pronto.

Bernarda cerró el enlace mental, intrigada. Sabía que los humanos rara vez llegaban a esas tierras, y si lo hacían, era porque se habían extraviado en las montañas. Pero el interés de Oliver por esa mujer... la forma en que la miró la tarde anterior, con una intensidad casi salvaje, la dejaba inquieta.

¿Qué estaba pasando con Oliver?

Pocos minutos después, Bernarda llegó al despacho del Alfa. Llamó a la puerta, que se abrió de inmediato, revelando el rostro serio de Alex. Sus ojos azules la perforaron con frialdad, como cuchillas heladas.

-Buenos días, Beta Alex.

-Señora Bernarda.

El tono entre ellos era cortante. Jamás se llevaron bien, y Oliver nunca entendió por qué.

Sin embargo, apenas Oliver la vio, su rostro se iluminó. La abrazó con una ternura que derretiría cualquier corazón.

-Mi amado Alfa.

-Mi bisabuela preciosa, ¿cómo estás hoy?

-Bien. Soy una loba vieja de 150 años, pero por dentro una de 18.

Rieron juntos, como si el tiempo no pasara entre ellos.

-Eres toda una belleza -dijo Oliver de corazón, su voz cargada de cariño.

Alex observaba la escena, incómodo, y con una excusa, se marchó hacia la cocina.

Bernarda lo miró alejarse, luego se volvió hacia Oliver, su mirada astuta centelleando.

-¿Hay algo importante que quieras preguntarme? -siseó, ladeando la cabeza como una loba curiosa.

Oliver respiró hondo, intentando no dejar traslucir su emoción.

-La humana. Silvia, ¿verdad?

-Sí, así es. ¿Qué pasa con ella?

-¿Llegó extraviada o tiene otra razón para estar aquí? Los humanos no suelen encontrar nuestro pueblo.

Bernarda cruzó los brazos, observando a su bisnieto con atención.

-Dice que llegó atraída por el destino...

-Atraída por el destino ! repitió Oliver, bajando la voz, como si el destino fuera un susurro que no quería escuchar en voz alta.

Bernarda notó el brillo en sus ojos.

-¿Y se quedará por un tiempo? Pregunto oliver

-Sí... por eso le alquilé mi vieja cabaña.

-¿La cabaña?

Bernarda arqueó una ceja, cruzando los brazos. Oliver carraspeó, incómodo, claramente delatado.

-Es una buena chica, Alfa. No parece tener maldad, pero... aquí, entre lobos, no le irá bien si no tiene protección. Además, me pidió trabajo. No sé qué tan buena idea sea que trabaje aquí si quiere quedarse a vivir.

Oliver se tensó.

-¿De verdad quiere vivir aquí? Alejada de todo el mundo...

Sus ojos celestes se abrieron de par en par, y Shong ronroneó en su interior, feliz.

-Le gustó este lugar, Alfa... y creo que alguien más la impactó.

Oliver se enderezó, su ceño fruncido, los ojos chispeando de celos.

-¿Alguien? ¿Quién?

Bernarda sonrió con picardía.

-Ella es tu compañera, ¿verdad, hijo?

Oliver no se sorprendió. Sabía que su bisabuela era astuta. Desde que dejó a Carol, no había mostrado interés por ninguna otra mujer. Ahora... era evidente.

-Lo supe cuando su aroma me golpeó como un vendaval -admitió, su voz grave y cargada de emoción.

-¿Aroma? -repitió Bernarda, intrigada.

-¿Es posible que una humana tenga un aroma perceptible para mí... para mi lobo?

Bernarda frunció el ceño, pensativa.

-Jamás he oído de algo así. Pero...

En ese momento, alguien golpeó la puerta. Era Alex, trayendo café para ambos.

-Lo investigaré, Alfa -dijo Bernarda en voz baja.

-En cuanto sepa algo, te lo haré saber.

Oliver asintió. Bernarda rodeo el escritorio y lo besó en la frente, luego se retiró, saludando cortésmente a Alex.

Alex, curioso, miró a Oliver, intentando leer su rostro, pero el Alfa era un muro de piedra.

-Vamos al pueblo a ver los puestos y si necesitan algo - ordenó Oliver.

-Sí, Alfa.

Ambos caminaron con paso firme, irradiando poder. Oliver era apenas más alto, pero ambos eran imponentes: fornidos, hombros anchos, pechos esculpidos, cinturas estrechas y piernas como columnas dóricas. Las lobas suspiraban al verlos pasar.

Oliver saludaba con su sonrisa afable y seductora, mientras Alex mantenía su porte serio y distante.

En la tienda, Bernarda regresó y no encontró a Silvia. Frunció el ceño, molesta.

-¿Dónde está Silvia?

-¿Quién es Silvia? -preguntó Andrea, con desdén.

Bernarda la miró, sus ojos encendiéndose de rojo, su tono afilado como una daga.

-Andrea, mi paciencia es poca. No me hagas enojar.

Andrea se estremeció, bajando la cabeza en sumisión.

-No lo sé, Antigua Luna. Solo la vi dirigirse hacia los puestos.

-No quiero enterarme de que la estás atosigando. ¿Entendiste?

-Sí, señora Bernarda.

-Ve a hacer la limpieza. Llegarán los comensales pronto.

Bernarda contactó mentalmente a Oliver.

-Alfa, Silvia está en los puestos del mercado.

El corazón de Oliver dio un vuelco. Ella estaba allí.

Podría enmendar su primera impresión. ¿Cómo la abordaría? Mientras miraba los productos de los puestos, sus ojos recorrían el lugar, buscándola... hasta que un aroma a flores y pino lo golpeó como una ola.

Se giró sobre sus talones.

Y ahí estaba ella.

Silvia.

Tan diferente a todos, tan hermosa... Sus ojos marrones, profundos y misteriosos, lo miraban como si lo vieran todo.

Oliver la miraba desde lejos, con la respiración contenida. Fingía interés en los productos de los puestos o conversaba con los hombres de la manada, pero en realidad, todos sus sentidos estaban fijos en Silvia: en cómo caminaba, en lo que preguntaba, en cómo sonreía. Todo de ella lo tenía atrapado.

Silvia avanzaba distraída, observando los puestos, ajena a la mirada intensa que la seguía. Oliver, cada vez más hipnotizado, se escondía detrás de un poste cuando ella alzaba la vista, con el corazón desbocado, sus mejillas ardiendo.

Alex lo observaba con desaprobación, su mirada azul fulminante se clavó en Silvia, con una mezcla de curiosidad y desdén.

-Esa debe ser la humana... -murmuró Alex para sí, con una nota de desagrado.

Dentro de Oliver, Shong gruñó ansioso.

-¡Avanza! ¡Nuestra compañera está allí!

Respirando hondo, Oliver se armó de valor. Caminó hacia el puesto frente a Silvia, dejando a Alex encargado de los asuntos de la manada.

Silvia, como guiada por un impulso, se dio la vuelta y lo vio.

Ahí estaba él.

Más hermoso que la tarde anterior. Con un traje gris de finas rayas que se ajustaba a su cuerpo perfecto, chaleco con una cadena dorada, y ese aroma... un aroma que la envolvió en un torbellino de lujuria desconocida. Silvia jadeó, incapaz de procesar tanta belleza frente a ella.

Él sonrió, esa sonrisa capaz de derretir montañas, y sus ojos celestes la envolvieron como un manto cálido.

Se quedaron mirando, conectados, como si el tiempo se hubiera detenido. No se soltaban las manos, no existía nadie más. Los lobos alrededor los miraban, sorprendidos, confundidos ante la reacción del Alfa.

Alex, a un lado, los observaba con una mueca de molestia.

-Buenos días, señorita. -La voz de Oliver fue un susurro cálido.

-Me llamo Oliver Smith. Soy el alcalde de Lake. -Dijo, extendiendo su mano.

Ruborizada, con las manos temblorosas, Silvia estrechó la suya. En cuanto sus pieles se tocaron, una descarga eléctrica los sacudió. Shong gimió de placer dentro de Oliver.

-Buenos días... alcalde Smith. Soy Silvia Aton.

-Oliver, por favor.

-Bien... Oliver. -susurró ella, con sumisión en la voz.

Sus miradas se entrelazaron de nuevo. Los ojos celestes de Oliver la penetraban hasta el alma. Silvia se sentía cálida, segura, protegida... como si nada malo pudiera pasarle bajo esa mirada.

-¿Qué la trae a mi pueblo? -preguntó Oliver, intentando no sonar demasiado ansioso.

-Me gustan las montañas... -respondió Silvia en un susurro, perdida en su mirada.

-Mi pueblo tiene las vistas más hermosas de todo el condado de Lake. -Oliver sonrió, y Silvia asintió en silencio, incapaz de hablar.

Su mente era un torbellino. Esa sonrisa, ese rostro, esos ojos... ese cuerpo imponente. Todo en él le hacía perder la cordura.

-Me gustaría quedarme a vivir aquí... si a usted, alcalde, no le molesta. -dijo Silvia, bajando la vista, nerviosa.

Oliver sintió cómo su pecho se inflaba de emoción. Su sonrisa se hizo más amplia, sus ojos brillaban.

-Por supuesto. Eres bienvenida.

-Muchas gracias, Oliver...

-Si gustas, puedo enseñarte el pueblo.

-Claro... muchas gracias. -dijo Silvia, con un rubor intenso en las mejillas.

Cuando se dieron cuenta, aún se sostenían de la mano. La soltaron de inmediato al notar la presencia de Alex, que los miraba con una expresión dura y mirada temeraria. Silvia, intimidada, dio un paso atrás, encogiéndose.

Un gruñido profundo, casi imperceptible, brotó del pecho de Oliver. Automáticamente, los lobos del lugar bajaron la cabeza en sumisión.

-¿Qué quieres? -dijo Oliver, con voz tensa, a Alex.

-Al... Oliver, debemos ir al despacho. Llegará el Sr. Stone.

-Ve tú primero. -ordenó Oliver, con un tono autoritario y molesto.

Alex se marchó, sin decir más.

Silvia, abrumada, sintió el impulso de regresar a la cabaña, tomar sus cosas y salir en el próximo tren. Pero esos ojos celestes, esa sonrisa, esa presencia... la hacían flotar en otro mundo.

Oliver la miró con ternura.

-Debo ir a esa reunión, es importante. Pero me gustaría invitarte mañana por la mañana a conocer Lake.

Silvia, sonrojada, asintió con timidez.

-Estaré encantada... mañana será un día muy especial.

-Por supuesto. El más especial de todos. -dijo Oliver, radiante, como si acabara de recibir un regalo divino.

Se despidió con una sonrisa enorme y salió casi corriendo, como un niño emocionado, hacia la casa de la manada.

Los lobos lo miraban, sorprendidos.

Solo Hugo permanecía alerta, su mirada aguda y desconfiada, analizando cada detalle.

Oliver llegó a la casa de la manada como un torbellino. Su presencia era como la de un colibrí: rápido, hermoso, radiante, con una energía que iluminaba todo a su paso. Al ingresar a su despacho, los tres hombres que hablaban animadamente quedaron enmudecidos al verlo.

Su belleza era deslumbrante, su rostro alegre irradiaba un aura casi irreal. Sus ojos celestes centelleaban, y el aire en la sala parecía cargarse de electricidad.

-Buenos días, Alfa Stone, Beta Red. Bienvenidos a la manada Black Moon. -los saludó Oliver, con una sonrisa afable, profunda, cargada de magnetismo.

Al unísono, los visitantes respondieron, casi como si un hechizo los envolviera:

-Buenos días, Alfa Oliver.

El Alfa Stone, visiblemente afectado por la presencia de Oliver, intentó mantener la compostura. Aun así, un estremecimiento involuntario lo recorrió al estrechar la mano de Oliver. La suavidad de su piel, la fuerza oculta detrás, el calor que transmitía... lo hizo sentirse cohibido, casi avergonzado, como si estuviera ante algo sagrado. Bajó la cabeza, al igual que su Beta Red, evitando mirarlo directamente por temor a quedar atrapado en esa aura de poder y belleza.

-El honor es mío, Alfa Stone. -respondió Oliver con una sonrisa cálida, pero sus ojos, afilados, no perdían detalle de la tensión en sus invitados.

El Alfa Stone suspiró, aliviado por la hospitalidad de Oliver, y reunió coraje para hablar:

-Como ya sabrá, mi manada Shadow está siendo objeto de ataques constantes por parte de los renegados. Mis guerreros son pocos, y los que más están sufriendo son los niños y las mujeres. No entendemos el motivo de estos ataques... no roban suministros, solo los destruyen, matan a los cachorros recién nacidos, torturan a los ancianos...

Stone hizo una pausa, tragando saliva, la voz quebrada por el dolor.

-Si quedamos 50 en la manada Shadow, es mucho decir... necesitamos su protección, un refugio para sobrevivir, Alfa Oliver.

El Beta Red intervino, la voz cargada de desesperación:

-La situación es insostenible. El invierno se acerca, y no tenemos comida, ni casas, ni ropa... nada. Estamos completamente desprovistos.

Oliver y Alex se miraron, serios, con el peso del pasado reflejado en sus ojos. Ambos sabían lo que era vivir bajo la sombra de los renegados. Oliver, especialmente, entendía en carne propia la crueldad que podían desatar.

Tras un instante de silencio, Oliver habló. Su voz era profunda, firme, cargada de autoridad, pero también de compasión:

-A unos cinco kilómetros de Black Moon, hay un asentamiento. Las casas están en buen estado, solo necesitan algunas reparaciones. Pueden instalarse allí, todo el tiempo que necesiten.

Los ojos de los visitantes brillaron con esperanza.

-Con respecto a los suministros... -Oliver los miró con una promesa indestructible en su voz- ...nosotros nos haremos cargo de ellos por ahora. Mi manada los ayudará a recuperarse.

La sala quedó en silencio, cargada de emoción.

Oliver era el Alfa que todos querían seguir.

-Gracias, Alfa Oliver. -susurró Stone, con la voz quebrada y los ojos empañados.

Oliver asintió, con una mirada grave, pero decidida. Alex, aunque serio, bajó la cabeza en señal de respeto por la decisión de su Alfa.

El deber de proteger a los suyos era la esencia misma de un Alfa, y Oliver... Oliver lo llevaba tatuado en el alma.

Pasaron las horas deliberando los detalles del traslado de la manada Shadow. Las decisiones eran muchas: el transporte de los más débiles, el acondicionamiento de las casas en el asentamiento, el suministro de alimentos y ropa, y la seguridad frente a posibles ataques. Oliver, firme y sereno, dirigía cada punto con una claridad asombrosa, delegando tareas a su Beta Alex y otros miembros de la manada Black Moon.

La prioridad era clara: cuanto más pronto, mejor. No podían permitir que el invierno los alcanzara desprotegidos.

Finalmente, cuando todo estuvo decidido, los Alfa y Beta visitantes se pusieron de pie, agradecidos. El Alfa Stone se giró hacia Oliver, y por un momento, sus ojos, que antes destilaban preocupación y miedo, se llenaron de gratitud y esperanza.

Sin pensarlo, como si un impulso ancestral lo guiara, Stone abrazó a Oliver.

Un gesto inusual, inédito entre Alfas, pero que brotó de lo más profundo de su alma.

Oliver, sorprendido por la espontaneidad, correspondió el abrazo con fuerza y calidez, sin ningún atisbo de duda. Sabía que la desesperación y el amor por los suyos podían quebrar cualquier protocolo.

Los ojos de Stone brillaban, humedecidos por la emoción.

-Gracias... Gracias, Alfa Oliver. -dijo con la voz temblorosa, apenas contenida.

-No es necesario darme las gracias. -respondió Oliver con esa calma que imponía respeto-. Hacer lo correcto es lo único que importa.

Se despidieron, con la esperanza renovada palpitando en sus corazones. La manada Shadow tenía un futuro, y era gracias a la generosidad y el liderazgo justo de Oliver.

Cuando el despacho quedó en silencio, Alex se giró hacia Oliver con una ceja arqueada.

-No sabía que ahora los Alfas se abrazaban...

Oliver lo miró de reojo, con una sonrisa apenas esbozada en el rostro.

-Cuando un Alfa protege a otro, no es un gesto... es un vínculo.

Alex asintió, bajando la mirada, comprendiendo la profundidad de esas palabras.

El aire aún vibraba en la sala, cargado de una promesa silenciosa: la manada Black Moon no dejaría a nadie atrás.

            
            

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