Mataron a mí compañero,me vengare de todos
img img Mataron a mí compañero,me vengare de todos img Capítulo 5 Intersexual
5
Capítulo 6 Confianza,aceptación,valor img
Capítulo 7 Nosotros img
Capítulo 8 Hugo img
Capítulo 9 Lady Mónica img
Capítulo 10 Una noche misteriosa img
Capítulo 11 Superarse img
Capítulo 12 Emociones encontradas img
Capítulo 13 Amor img
Capítulo 14 Cuarta dimensión img
img
  /  1
img

Capítulo 5 Intersexual

Alex acompañó al alfa y al beta de la manada Shadow hasta la salida, asegurándose de que partieran con seguridad. Les había asignado veinte guerreros de la manada Black Moon como escolta, para protegerlos ante cualquier amenaza durante el traslado.

De regreso en la casa, Oliver se removía inquieto en el sillón, incómodo por un malestar que no lograba identificar del todo. Finalmente, se puso de pie y se dirigió a la cocina, buscando algo que le ayudara a distraerse. Se concentró en preparar un café, esperando calmarse, pero apenas había encendido la cafetera cuando Alex irrumpió en la cocina. Al verlo, sus ojos azules se abrieron como platos, llenos de sorpresa y preocupación.

-¿Estás en tu ciclo? -preguntó, su voz cargada de asombro.

Oliver, desconcertado, bajó la mirada y entonces lo vio: la mancha evidente en su entrepierna. El calor de la vergüenza le subió de golpe al rostro, y sin decir una palabra, salió corriendo hacia su habitación, dejando el café olvidado.

Alex dio un paso para seguirlo, pero se detuvo en seco cuando Oliver, con un gesto brusco de su mano, le indicó que no lo siguiera. Alex frunció el ceño, dudando, pero respetó la distancia.

Oliver se encerró en el baño, cerrando la puerta con un suspiro tembloroso. Se apoyó en la puerta, respirando hondo, intentando calmar la oleada de emociones que lo invadía. Había estado tan emocionado por haber encontrado a su compañera, por la promesa de un futuro juntos, que había olvidado por completo un detalle fundamental: él era intersex... y su cuerpo acababa de recordárselo de la manera más inesperada.

Su cuerpo tembloroso y sudado adolorido, con la respiración entrecortada. El calor que lo envolvía era demasiado, y ahora el manchado en su ropa lo hacía aún más consciente de lo que estaba ocurriendo: su ciclo había comenzado.

El lobo dentro de él, Shong, estaba desbocado.

-Nuestra compañera... Ella está cerca... -gruñía una y otra vez.

Oliver se pasó la mano por el rostro, sintiendo el temblor recorrerle el cuerpo.

-Maldita sea... ¿Cómo pude olvidar esto? -susurró, entre asustado y emocionado.

Sabía que el celo lo haría más vulnerable, más sensible al aroma de Silvia, y también más peligroso. La combinación de su estado, sus emociones a flor de piel, y la cercanía de su compañera humana era un cóctel explosivo.

Afuera, Alex esperaba en silencio.

Él era uno de los pocos que conocía el secreto de Oliver: que era un alfa intersex, algo extremadamente raro, casi inaudito en su especie. Y lo había protegido siempre, pero verlo así... tan vulnerable, lo dejó inquieto.

-¿Alfa? -preguntó suavemente desde el otro lado de la puerta.

-Estoy bien, Alex... -respondió Oliver con la voz ronca, aunque ambos sabían que no lo estaba.

Se escuchó el agua correr: Oliver se duchaba, intentando calmarse, dejar que el calor de su cuerpo bajara un poco. Pero ni siquiera el agua helada parecía aliviar la fiebre que le corría por las venas.

Al salir, con el cabello húmedo y pegado a la frente, se miró al espejo.

Sus ojos celestes ardían con un brillo sobrenatural.

Su piel estaba sonrojada, y un temblor constante recorría su cuerpo.

-Silvia... -susurró, casi como una oración.

Sabía que la necesitaba. Que su cuerpo, su lobo, su esencia, la llamaban a gritos.

El vínculo entre compañeros era innegable, y el aroma de Silvia lo había marcado para siempre.

Se vistió con rapidez: pantalón oscuro, una camisa blanca holgada, su ropa interior con una toallita femenina, el cabello aún algo húmedo, y salió de su habitación decidido.

Alex lo miró al salir.

-¿Vas a buscarla?

Oliver no contestó, solo lo miró con una mezcla de anhelo y desesperación.

Alex entendió todo en un segundo.

-Ten cuidado... Alfa.

Oliver le dedicó una media sonrisa agradecida antes de salir de la casa, siguiendo el rastro de su compañera, como si su vida dependiera de ello. Porque en realidad, así era.

Salió disparado de la casa de la manada, intentando controlar su respiración, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Mientras corría por el bosque, su instinto de lobo lo ayudaba a suprimir el aroma de su periodo, algo que había aprendido a dominar a lo largo de los años para protegerse y no confundir a los demás lobos. Sin embargo, hoy el control era más difícil: la intensidad de sus emociones, la mezcla de miedo, deseo y anhelo, hacían que su cuerpo respondiera con impulsos primitivos.

Pero nada de eso importaba. Solo una cosa ocupaba su mente: Silvia. Ella era su ancla en medio de la tormenta, su único pensamiento claro entre el caos de su cuerpo. Necesitaba contarle la verdad, necesitaba saber si podía aceptarlo por lo que era... o si ella sería como Carol.

Al llegar al claro donde la había visto antes, la encontró sentada sobre una manta, con un cuaderno en la mano, dibujando las montañas. El sol de la tarde iluminaba su rostro, haciéndola parecer un ángel caído en la tierra. El corazón de Oliver se detuvo por un segundo.

Silvia levantó la vista y lo vio. Sonrió, pero al instante notó la expresión en su rostro, la forma en que caminaba con los puños cerrados y la respiración agitada.

-Oliver... ¿estás bien? -preguntó con suavidad, dejando a un lado su cuaderno.

Él se detuvo a unos pasos, bajando la cabeza, avergonzado, sin saber cómo empezar. Su voz tembló al hablar:

-Silvia... hay algo que necesito decirte. Algo que debes saber de mí...

Silvia se puso de pie, preocupada.

-Dime, por favor...

Oliver la miró con sus ojos celestes claros, llenos de miedo y anhelo, y se decidió:

-No soy como los demás hombres... Soy diferente.

Silvia frunció el ceño, un poco confundida, pero sus ojos brillaban con una mezcla de ternura y curiosidad.

-¿Diferente cómo?

Oliver se llevó una mano al pecho, como si necesitara proteger su corazón. Tragó saliva y dijo, casi en un susurro:

-Soy... intersex. Tengo ambos sexos. No soy solo hombre, tampoco solo mujer. Soy... ambos.

Silvia abrió los ojos sorprendida. Un silencio denso los envolvió. Oliver temblaba, esperando el rechazo, temiendo ver en ella la misma mirada que le die carol en el pasado...

Pero Silvia, después de unos segundos eternos, dio un paso hacia él.

-¿Y eso qué importa?

Oliver parpadeó, desconcertado.

-¿No te asusta?

-No. Me importa lo que hay aquí -dijo ella, poniendo la mano en su pecho- y aquí -añadió, tocando su sien-. Lo demás... es solo parte de ti.

Oliver no pudo contener las lágrimas. Un sollozo escapó de su pecho y, por un momento, se sintió tan pequeño y vulnerable como nunca antes. Silvia lo abrazó, y él se aferró a ella, hundiendo el rostro en su cuello.

Silvia le susurró al oído:

-Eres perfecto tal como eres, Oliver.

En ese momento, Oliver sintió que podía respirar de nuevo, que había encontrado en Silvia un hogar más seguro que cualquier manada

Silvia lo acunaba con ternura, como si pudiera protegerlo de todo el dolor que alguna vez lo había roto. Sus dedos se enredaban suavemente en los cabellos rubios de Oliver, acariciándolo con una paciencia infinita, mientras las lágrimas de él mojaban su cuello.

-Shh... tranquilo, aquí estoy -le susurraba una y otra vez, como si su voz pudiera sellar las grietas invisibles en el corazón de Oliver.

Oliver se aferró a ella, temblando. Era tan difícil... No sabía cómo sentirse. ¿Debía mostrarse fuerte, como el alfa que era? ¿Debía ser vulnerable, como el niño que había sido? ¿Debía ser hombre o mujer, o ambos, o ninguno?

Ser intersexual nunca fue fácil para él. Cuando era pequeño, lo golpeaban por ser "débil", por no encajar, por no ser como los demás. Le decían cosas horribles, lo empujaban, le tiraban del cabello, lo llamaban "niño-niña" con burlas llenas de veneno. Pasó años con miedo de mostrarse tal cual era, años en los que aprendió a esconderse detrás de sonrisas, a controlar su aroma, a suprimir su dolor.

Recordaba claramente esa tarde...

Tenía diez años y un grupo de niños más grandes lo acorraló contra un árbol. Le gritaban:

-¡Niño que parece niña! ¡Mira su cabello largo, es una niña disfrazada!

-¡Seguro su lobo es igual de raro!

Oliver, asustado, intentó defenderse, pero eran demasiados. Los puños le llovieron, lo hicieron caer de rodillas, el sabor metálico de la sangre llenándole la boca. Cerró los ojos, esperando lo peor...

Hasta que escuchó un grito furioso:

-¡Déjenlo en paz, malditos!

Abrió los ojos y lo vio: un niño pelinegro, de ojos azules intensos, arremetía contra los demás como una furia desatada. Golpeó a uno en la cara, a otro en el estómago, hasta que todos salieron huyendo.

Oliver lo miró, atónito. El niño se acercó y le tendió la mano, una sonrisa orgullosa en el rostro manchado de sangre.

-Si lo vuelven a molestar, se las verán conmigo.

Oliver, temblando, tomó su mano. Ese fue el día en que conoció a Alex, su protector, su amigo fiel. Desde entonces, nunca más estuvo solo, aunque las burlas y los golpes no pararon. Alex siempre estuvo ahí para defenderlo, y aunque el dolor nunca desapareció por completo, Oliver aprendió a ser fuerte.

Pero a veces... como ahora, en los brazos de Silvia, el peso de todos esos años lo aplastaba de nuevo. Lloró como un niño, y Silvia lo sostuvo como si pudiera salvarlo de todo ese sufrimiento acumulado.

Ella le besó la frente y murmuró:

-Eres perfecto, Oliver. No importa lo que los demás digan o piensen. Lo importante es quién eres tú, aquí, ahora, conmigo.

Oliver sollozó más fuerte, dejando salir todo el dolor contenido, y en ese momento entendió que Silvia no sería como Carol, no lo rechazaría, no lo usaría. Ella lo veía, de verdad lo veía, y lo aceptaba.

Por primera vez en mucho tiempo, Oliver sintió que tal vez, solo tal vez, podía ser feliz.

Oliver la miró con los ojos llenos de lágrimas, tan vulnerables, tan bellos, que a Silvia le dolió el pecho. Esos ojos celestes brillaban como cristales a la luz de la luna, su rostro sonrojado por la emoción, los labios entreabiertos, temblorosos...

Dios, era tan hermoso.

Silvia no pudo resistir más.

Sin pensar, guiada solo por un impulso que nacía de lo más profundo de su ser, se inclinó y besó esos labios rojos y suaves. Al principio fue un roce tímido, apenas una caricia de sus bocas, un susurro apenas perceptible. Oliver se tensó por un momento, sorprendido, su respiración se entrecortó...

Pero luego, como si un fuego se encendiera entre ellos, ambos se entregaron al beso.

Fue como una explosión, un encuentro de almas que llevaban mucho tiempo esperando. El beso se volvió urgente, desesperado, como si el tiempo se detuviera y el universo entero girara solo alrededor de ellos. Las manos de Silvia se aferraron a la nuca de Oliver, enredándose en sus cabellos dorados, tirando suavemente de ellos mientras lo acercaba más. Oliver, atrapado en la tormenta de emociones, no pudo evitar gemir contra sus labios, su cuerpo temblando de deseo.

Silvia deslizó una mano por la espalda de Oliver, bajando lentamente, sintiendo la suavidad de su piel, la calidez que irradiaba. Oliver, abrumado, dejó que sus lágrimas se mezclaran con el beso, con la pasión, con el fuego que los consumía.

Cuando se separaron, respirando entrecortadamente, sus frentes quedaron apoyadas, sus miradas entrelazadas en un silencio cargado de emociones.

-No sé qué me pasó... -susurró Silvia, apenas audiblemente, su voz temblorosa.

-Yo tampoco... -Oliver jadeó, sus mejillas rojas como la puesta de sol.

Pero en el fondo, ambos sabían lo que estaba pasando: era algo inevitable. Una fuerza invisible los unía, algo más allá de la lógica, algo más allá del miedo.

Silvia acarició con suavidad la mejilla húmeda de Oliver, y este cerró los ojos, dejándose llevar, dejando que el momento lo envolviera.

Sus cuerpos estaban tan cerca que podían sentir el latido acelerado de sus corazones, la calidez de sus pieles, el deseo creciendo entre ellos como una llama viva.

Ese beso no solo selló un momento, sino que abrió la puerta a un futuro incierto pero lleno de posibilidades.

Silvia lo aceptaba. Lo deseaba.

Y Oliver... se sentía, por primera vez, verdaderamente visto.

                         

COPYRIGHT(©) 2022