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"Julian, todo el mundo está hablando de eso. Y no es secreto para nadie cuánto la odias. Además, ¿de verdad no lo sabes? Mientras tú estabas fuera, se involucró con ese hombre mayor del Grupo Lewis. Incluso se quedaron en el mismo hotel", respondió Eloise, con el rostro ligeramente endurecido.
"No te metas en estos asuntos", contestó su hermano, sin reaccionar mucho a sus palabras.
"¡Pero Julian, ella te engañó!", chilló la chica.
"¿Acaso tú estabas ahí, viéndolos en la cama?", la cuestionó él con frialdad.
Al escucharlo, Eloise cerró la boca de mala gana. A pesar de su actitud altanera, temía el tono colérico de su hermano. Acto seguido, dio un paso atrás, preocupada por haber sobrepasado un límite. Luego, murmuró, en un tono apenas audible: "No entiendo cómo la has aguantado tanto tiempo. Si yo fuera Louisa, estaría furiosa. ¿Cuándo vas a divorciarte de esa tipeja para casarte con ella? Louisa es la única que merece ser parte de nuestra familia".
"Basta", exclamó Julian, en un tono plano. "Deja que mi chofer te lleve a casa. Tengo trabajo que hacer, así que no me interrumpas".
"Últimamente has estado de muy mal humor. Ahora que Katherine se fue, ¿por qué no dejas que Louisa se quede contigo. Podría cuidarte", comentó Eloise con un puchero, agarrándolo del brazo.
Julian no se molestó en responder: simplemente la fulminó con la mirada, lanzándole una fría advertencia.
Eloise bufó y se dio la vuelta con brusquedad. Justo cuando llegó a la puerta, escuchó que su hermano decía: "Cayson, entra".
Ella se giró y vio al asistente, cargando una carpeta ejecutiva con el logo del Grupo Lewis. De repente, tuvo una corazonada, así que rápidamente se colocó frente a él.
"Cayson, sabes que yo importo más que algunas personas. Solo no digas nada que pueda molestar a mi hermano, ¿de acuerdo?", le susurró.
"Por supuesto, señorita Nash", respondió el aludido, con una sonrisa amable y una expresión inescrutable.
"¿Qué averiguaste?", soltó el jefe, yendo directamente al grano, apenas su empleado entró.
Cayson le compartió algunos hechos parciales, antes de informarle que las grabaciones de seguridad del hotel habían sido borradas, así que las cámaras no habían captado nada. Básicamente, eso era suficiente para desligar a Eloise por completo del asunto.
Julian mantuvo una expresión estoica. No dijo ni una sola palabra.
......
Aunque los Nash ya habían firmado los papeles de divorcio, el proceso oficial aún tardaría unas semanas en completarse. Mientras tanto, Katherine vivía sola.
Durante su matrimonio, había compaginado varios trabajos y ahorrado lo suficiente para cubrir los gastos médicos de su hermano. Aprovechando que tenía un respiro, actualizó su CV con las nuevas habilidades que había adquirido y lo mandó a varias vacantes.
Se mantenía ocupada, en un intento por sacar a Julian de sus pensamientos. Pero un hombre como él, encantador y que siempre llamaba la atención, era difícil de ignorar, especialmente porque su nombre seguía apareciendo en las noticias.
Hace apenas unos días, un paparazzi le tomó una foto en otra ciudad. Había alquilado una playa privada para alguna mujer.
Katherine sabía, más o menos, quién era la chica. A fin de cuentas, Julian seguía siendo hombre, aunque había aceptado un matrimonio impuesto, no dejaba de buscar sus propios "momentos de libertad".
Katherine miró la foto y esbozó una sonrisa amarga. Seguía recordándose a sí misma que algún día lo superaría, solo era cuestión de tiempo.
Pero esa paz no duró. Un día, recibió una llamada desde la mansión Nash, pidiéndole que regresara. Por lo general, siempre que había que atender algo, le llamaban a Julian, así que todo el asunto le parecía extraño
"¿Ocurrió algo?", preguntó tras un momento de vacilación.
"Su madre vino hoy, discutió con la familia Nash y se puso tan mal que se desmayó", respondió con frialdad el mayordomo del otro lado de la línea.
Katherine se apresuró a llegar y a la primera persona que vio fue a Julian. La sala de la mansión era amplia y lujosa, pero aun así, él seguía siendo lo más llamativo del lugar.
El hombre posó sus ojos en ella, con una intensidad tan fuerte que le puso la piel de gallina.
La chica miró a su alrededor, pero no encontró señales de Ivy, así que no tuvo más opción que preguntarle a Julian: "¿Dónde está mi mamá?".
Habían pasado dos semanas desde la última vez que se vieron. En aquel entonces, ella lo había mirado con ternura, siempre pendiente de él, cuidándolo con devoción.
Julian siempre había despreciado su devoción, pero ahora, al escuchar su tono frío, también se molestó. No dijo nada, pero apretó los labios en una línea tensa.
Justo en ese momento, el médico de la familia entró y le informó: "Su madre está despierta y descansando en la habitación de invitados. La llevaré con ella".
"Gracias", dijo Katherine, esbozando una sonrisa educada.
Mientras se alejaba, Eloise bajó las escaleras y se dirigió a su hermano. "Julian, papá está en el despacho. Quiere hablar contigo". Al ver a Katherine desapareciendo por el pasillo, soltó una risa burlona y agregó: "Esa familia es una carga. Apuesto a que todo ese numerito del desmayo fue para hacerse las víctimas y sacarnos dinero".
"Si no puedes mantener la boca cerrada, al menos aprende cuándo abrirla", respondió Julian, manteniéndose tranquilo.
"Está bien", bufó Eloise.
Luego entrecerró los ojos, sonrió maliciosamente y siguió a Katherine por el pasillo.